La lectura de 1984 traerá a los lectores cubanos, intelectuales o no, un sinfín de preguntas acerca de su propia realidad, y muchas de esas preguntas serán difíciles de responder, dolorosas acaso, viscerales como tantas otras que se acumulan ya tras el denso muro de silencio que el parloteo insensato de los medios masivos construye; un muro alzado con los toscos ladrillos del odio y el miedo, con el intolerante desvelo de una plaza sitiada, defendido con furia por un ejército de “graznadores dobleplusbuenos” [doubleplusgoodduckspeakers, según el neologismo de Orwell], con el sordo argumento de una unidad que se quiere a ultranza. Para seguir leyendo…
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