En los 90, los seropositivos dejaron de estar bajo control militar, en parte porque la sola acusación de “propagación” era una alambrada disuasoria. Pero seguía habiendo irreductibles. Además, ya en pleno Período Especial, había surgido en las prisiones la tentación de adquirir el VIH para vivir con mejores condiciones en la enfermería, y el gobierno cubano, de excelentes reflejos en asuntos represivos, preparó un reclusorio subterráneo en Nazareno, también al sur de La Habana, para rebeldes infectados y para convictos que se contagiaran. De un tiro, dos pájaros. Para seguir leyendo…
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