El mundo contemporáneo funciona por adicción. De ahí que las claves de su sometimiento residan, básicamente, en “descubrir consumidores, excitar sus apetitos y crearles necesidades ficticias”. Esta última frase es de un revolucionario, también un suicida, tiene casi siglo y medio, la escribió Paul Lafargue. Como casi todo en El derecho a la pereza, se trata de un mensaje facturado al futuro. Para estos días en los que, mientras más consumimos, más rápido queda prescrito todo lo que nos rodea: carros y medicinas, construcciones y computadoras, creencias e ilusiones, secretos y mentiras, maridos y mujeres. Para seguir leyendo…
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