La epidemia de politiquería afecta hoy a la mitad de la población norteamericana: la otra mitad ha salido a las calles armada de mazos y estacas, lista para atravesar el corazón de los camaradas, pues no parece existir otro remedio contra la enfermedad pueril del izquierdismo. Para millones de ciudadanos de segunda, obligados a esconderse en el armario de la autocensura, el payaso Donald Trump representa –quizás erróneamente– el fin del oscurantismo y el principio de la más vulgar transparencia. Para seguir leyendo…
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