Yo, que envié dibujos del yate Granma al programa Revista de la Mañana de finales de los ochenta; que en mi ingenuidad de infante secundé la ideología comunista con canciones desdeñosas dirigidas al imperialismo yanqui; que acudí a actos políticos durante mucho tiempo; que vi a mi padre ejercitar la oratoria enalteciendo las “glorias” de la “Revolución”; que fui uno de los mejores de mi compañía, durante el Servicio Militar, en el arme y desarme del fusil AK-47; que fui un cederista destacado en los trabajos voluntarios, poniendo todo mi amor por la caligrafía en la pintura de consignas autorizadas en enormes muros, vallas y hasta en la calle, y chapeando los jardines hasta que la venas de mi antebrazo afloraban estrepitosamente de entusiasmo en mi última etapa de la adolescencia… solo a los diecinueve años miré a mi alrededor y vi una escala de grises avejentada y raquítica. Para seguir leyendo…
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