Amalina Bomnin Hernández: Drapeau / La síndone, entre la muerte y la resurrección

Artes visuales | 15 de mayo de 2025
©Luis Manuel Otero Alcántara, ‘Drapeau’, 2019

En períodos postpandémicos nuestra realidad ha adquirido, con relativa rapidez, unos visos distópicos que dejan como émulos de segundo nivel a los escenarios de la célebre película Blade Runner, donde los personajes abandonan la tierra por inhóspita para radicarse en las colonias y convertirse en replicantes rebeldes, aunque androides esclavos al final.

Términos como “nueva normalidad” se han convertido en moda. Muchos los han repetido sin hacer ningún uso crítico de sus antecedentes siniestros. “Normalización” era el término utilizado en los tiempos de represión facistoide comunista que siguieron a la Primavera de Praga, y donde el aparato encargado de ejecutar el control era denominado Seguridad de Estado, concepto equivalente a un cuerpo de policía secreto creado después de la Segunda Guerra Mundial y al servicio del Partido Comunista de Checoslovaquia.

Hágase notar que operaban de civil para no llamar la atención y poder actuar de manera expedita y efectiva. El mismo modelo asumido en nuestros países, aún mal llamados socialistas, para poder reprimir y dar palos, a diestra y siniestra, sin compasión.

En estos escenarios líquidos, abyectos y cada vez más violentos, donde el vigilar y castigar dejan también en paños menores a cualquier ensayo foucaultiano, los jóvenes de hoy en día, a fuerza de moverse en las redes, se tornan volátiles. Sus nombres y formas de identificarse cambian.

La mayoría de las veces si no los conoces de manera cercana, si no te ofrecen santo y seña, no puedes identificarlos en las diversas plataformas sociales porque transforman sus identidades para adaptarse a las prerrogativas de un mundo que se mueve de manera vertiginosa, sin apenas dejarles espacio para enfocarse en cuestiones que tengan como objetivo las metas a mediano y largo plazo.

Luis Manuel Otero Alcántara, el joven artista y activista cubano, más conocido como Luisma, tiene 38 años recién cumplidos. Aunque también es joven, pareciera que sus aspiraciones (no sé si sus metas, porque no suelen ser lo mismo, ni escribirse igual) no están precisamente marcadas por el alcance inminente de un lugar en el ámbito artístico o mercantil.

Su mayor mérito, hasta el momento, es la reciedumbre moral con que ha asumido su postura política ante un régimen que es, en los días en que alcanzamos para la sorna, el hazmerreír de cada cubano digno. Hay otros días donde ni el más flemático de los isleños se resiste a sentirse mellado por el absurdo manejo represivo y la flacidez cívica de quienes desgobiernan el país.

El caso es que Luis Manuel se mantiene creativo y certero (explico más adelante las razones), incluso dentro de la cárcel. El régimen cubano, a través de la fiscalía general, condenó al artista en junio de 2022 a cinco años de privación de libertad por los delitos de ultraje a los símbolos patrios, desacato y desórdenes públicos.

©Luis Manuel Otero Alcántara, ‘Drapeau’, 2019

Asimismo, a Maykel Castillo Pérez, conocido en el mundo artístico como Maykel Osorbo, coautor del censurado tema musical Patria y Vida, le dictaminaron nueve años de prisión por desacato y atentado.

Luis Manuel fue detenido el 11 de julio de 2021 cuando se disponía a unirse a las manifestaciones del 11J. Fue acusado por unas fotos que circularon en el 2019 de su performance Drapeau. De acuerdo con el sistema judicial cubano, el mostrarse con la bandera en diversas situaciones comunes (tumbado en la arena, en el baño, en el muro del malecón, entre otros ambientes y circunstancias) constituía un ultraje a la insignia nacional.

Evidentemente, en Cuba, la nación caribeña que se ha vanagloriado de ser un oasis para el arte y la cultura regional e internacional, no existe una actualización, para el público general, de los alcances que ha tenido, sin que constituya agravio alguno, el uso de diversos símbolos patrios en al ámbito artístico. O sea, lo explicaré mejor. Por supuesto que la oficialidad es consciente de que esto ha sucedido a través de la historia y el mundo, pero cuentan con el dominio de los medios, saben que muchas personas (dentro de una población notoriamente envejecida por el éxodo masivo de los más jóvenes) no son capaces de discernir qué es una performance, y mucho menos si les manipulas sermoneándoles que son acciones pagadas por la CIA a cambio de obtener ciertas prebendas, más o menos oficiales. Todos son factores favorables para la probable caída en la trampa de la desinformación o, al menos, de la confusión.

Drapeau se antoja cual síndone, sudario, o Santa Sábana, sinónimos que aluden por igual al lino que cubriera a Jesús después de su crucifixión y antes de su resurrección. El caso es que las banderas, cualquiera de ellas, solo son símbolos que representan a una ciudad, país, grupo, o estado. Se trata de un objeto que no es real, sino que forma parte de nuestro costado subjetivo y alegórico. Somos los humanos quienes le conferimos poder, sacralidad, devoción e idolatría.

La propia historia del sudario es tan aparatosa. Las primeras investigaciones obtenidas mediante datación por carbono 14 la asociaban con una periodización medieval, específicamente entre 1260 y 1390. En sucesivas pesquisas continuó esta aseveración. No fue hasta 2024 que, a través del uso de la dispersión de rayos X de ángulo amplio (WAXS), se observó que se trataba de un lino que se situaba entre los años 55 y 74 d. C.

Se le han atribuido también al sudario equivalencias con la imagen de Edesa recogida en un icono bizantino; se ha especulado sobre la autoría de Leonardo Da Vinci de esta célebre tela; ha habido un sinfín de artículos científicos que han emitido valoraciones sobre el particular, cayendo incluso en especulaciones; han sobrevenido nuevas revisiones; se ha hablado de imágenes en la parte oculta de la tela, y hasta algunos científicos han investigado acerca del recosido de la tela en tiempos modernos.

Lo cierto es que la Iglesia católica no se ha pronunciado de manera oficial sobre la legitimidad del sudario, y dentro de las últimas declaraciones figura la de Juan Pablo II instando a seguir con flexibilidad y libertad interior las investigaciones para llegar a mejores resultados.  

Insisto en que Drapeau es, sobre todo, una suerte de síndone que cubre el cuerpo del condenado, en un momento anterior a su probable resurrección; porque si a partir de la postura y reciedumbre de Luis Manuel no se incentiva en los cubanos el fervor por rebelarse y afrontar el deber de defensa de los derechos humanos más elementales (así como podemos incluir los de Maykel Osorbo, José Daniel Ferrer, entre una considerable lista de nombres), no creo que otras posturas logren conseguirlo.

Recuerda esta performatividad aquella pieza de Juan Francisco Elso titulada Por América, donde el Apóstol cubano era representado a partir de una escultura de madera policromada y el artista “cargaba” con su sangre los dardos que cubrían tanto el cuerpo como el camino por donde atravesaba el héroe cubano. Dicho tratamiento acerca a Martí -quien se lanza a la guerra sin estar preparado para ella, solo dotado por su convicción- a una arista más espiritual y humana, recordándonos los íconos de la imaginería colonial. Parece santo, guerrero del panteón afrocubano, al tiempo que ciudadano de a pie. Algo similar sucede con Drapeau. Lo más probable es que Luisma nunca imaginara la rabia que desataría de cara a la censura oficial, ni lo lapidaria que resultaría su acción.

Otero Alcántara expuso por primera vez en una galería situada en la calle 20 de Mayo, en el municipio Cerro, allá por el 2011. La muestra se llamó Los héroes no pesan. Estaba dedicada a los soldados mutilados en la guerra de Angola. Dos años después comienza su activismo político. “Tenía demasiadas preguntas sin respuesta. Veía que las expectativas de la sociedad no se tomaban en cuenta. Cuba es un disparate. Percibía que algo se debía hacer”, comentaba Otero en la primavera de 2020 [1].

En el 2019 comienza sus primeras esculturas con recursos precarios, después que se dedicara a ser corredor de medio fondo mientras se entrenaba en una pista de arcilla en la Ciudad Deportiva.

Dentro de la extensa lista de artistas que han utilizado escudos, banderas, y todo tipo de símbolos patrios en sus trabajos se encuentran Robert Rauschenberg, Jasper Johns, Robert Indiana, David Hammons, Rogelio López Cuenca, Santiago Sierra, Carlos T. Mori, por sólo citar a algunos nombres que han intervenido diversos emblemas. Ninguno de ellos ha sido ni censurado ni juzgado por un tribunal de justicia.

Otero y Osorbo, líderes ambos del Movimiento San Isidro, han sido sentenciados también por promover manifestaciones públicas en contra del régimen dictatorial de la isla, y por supuesto que no son los únicos. La lista es amplia, sólo que con ellos se han ensañado por tratarse de la cultura, esa zona social que, como señalaba aquel simpático personaje humorístico femenino de un programa televisivo nacional, “no tiene momento fijo”.

El parlamento de marras siempre podría leerse como una plataforma portátil que ellos pueden modificar a su antojo, siempre y cuando eso signifique respaldar su ideología autocrática. La cultura, un arma de la Revolución, rezaba aquella frase de Fidelito. Para colmo de vejámenes, además de resultar una inconsistencia respecto a cómo la llevada y traída Revolución se ha vanagloriado de ser un proceso libre de racismo, ambos artistas son negros, nacidos en barrios humildes y desprolijos de la oportunidad de contar con apoyos económicos para paliar su situación.

Recientemente, varias acciones de talante artivista se han desarrollado por parte de Otero Alcántara, con las colaboraciones de sus amigos y colegas, a favor de desentumecer la densa niebla de silencio y censura que envuelve a la vida en la isla.

Luis Manuel lanzó una convocatoria inédita desde la prisión de Guanajay, donde se encuentra encarcelado. Propuso al Ministerio de Cultura de la isla y a los organizadores de la 15° Bienal de La Habana (15 de noviembre de 2024 al 28 de febrero de 2025) que el público pudiera tener un encuentro con él en la cárcel para conocer sus trabajos y tener una experiencia distinta a la que se vende por parte de los medios sobre lo que significa manifestarse libremente en Cuba. El happening se llamaría Fe de vida; pero creo que no hay que ser muy explícito en este punto. Sencillamente no le dieron curso a su solicitud.

La iniciativa fue compartida en redes sociales, a través de X, Facebook, y otras plataformas digitales con el objetivo de que se conocieran sus intenciones de asumir la cárcel como espacio de diálogo. Textualmente, el artista comentó al medio independiente Diario de Cuba, a través de una llamada telefónica, que se planteó que «los artistas, curadores, teóricos, coleccionistas y amantes del arte en general» experimenten su propuesta en un ambiente tan singular como una prisión cubana. «La Bienal nació como una oportunidad para la periferia y los desplazados, y ya que no se me permite asistir al evento, ¿por qué no traer un fragmento de la Bienal al artista?”[2]

Varios medios y plataformas independientes se han pronunciado a favor de ésta y otras solicitudes anteriores del artivista, además de valorar como arbitraria, junto a Amnistía Internacional, la condena impuesta a Luis Manuel, y otros presos políticos cubanos.

El pasado 15 de enero, El Vaticano solicitó al gobierno en la isla que liberara a sus presos políticos. La decisión cubana de excarcelar a un número considerable de Personas Privadas de Libertad (PPL) se anunció después que Joe Biden mencionara que eliminaría a Cuba de la lista de países que promueven y alientan el terrorismo. Dicho así, parece una dulce indulgencia de Biden. Si en realidad observamos su jugada, lo único que consiguió fue dejar la pelota en la cancha, sabiendo que su mandato terminaba y que Donald Trump, quien en 2017 había estado como mandatario republicano, y estaba a punto de erigirse nuevamente como presidente, tomaría la decisión de no hacerlo por razones comprensibles.

La realidad pura y dura es que Cuba sí ha sido parte de varios sucesos que figuran como terrorismo (crisis de los misiles por la tenencia de ojivas nucleares en territorio pinareño, apoyo a gobiernos dictatoriales como el de Nicaragua, Venezuela, Corea del Norte, entre otros, facilitar la migración de Personas Privadas de Libertad (PPL) por delitos comunes graves hacia los EEUU, por sólo referirnos a algunos ejemplos).

El resultado ha sido que el gobierno en la isla apenas indultó alrededor de quinientas personas en prisión y el actual presidente Díaz Canel planteó que sería un proceso que se desarrollaría gradualmente. Los que conocemos cómo opera la dictadura dudamos de cualquier declaración esperanzadora, sobre todo después de que ya no tienen el comodín que dejó esbozado Biden.

Después de este episodio donde tanto Osorbo como Luis Manuel no fueron excarcelados, y ante la negativa del encuentro en la cárcel por parte de los organizadores de la Bienal, el artista propuso otra pieza. Se trataba esta vez de Campesinos felices, realizada en el 2024, y que forma parte de su serie Apolítico 2.1.

Es una reinterpretación de la pieza del mismo nombre realizada originalmente por el pintor de la vanguardia cubana Carlos Enríquez, en 1938, sólo que en la versión actual (encargada a un artista amigo que resguarda su identidad por razones de seguridad) se han incluido varios personajes y nuevos símbolos en medio de una atmósfera aún más lúgubre que la original, y donde el tono sarcástico se pulsa con la cruda realidad nacional.

Además de poder observarla en su casa, en el Barrio San Isidro, el público podría ser parte de un recorrido guiado por el casco histórico de La Habana, partiendo del Museo de Bellas Artes, donde se halla la pieza original, hasta la calle Damas 955, hogar del artista y donde se expondría la réplica. La idea es poner en solfa la calidad de vida y los baluartes supuestamente ganados social y culturalmente por una Revolución que se vanagloria de seguir en pie. La pregunta de orden sería: ¿Qué precio deben pagar los cubanos por la romantización de ese episodio? Huelga señalar que las fuerzas del desorden impidieron que la acción tuviera lugar. La coordinación de esta acción estuvo a cargo de Yanelys Núñez y Claudia Genlui.

Lo más cercana que había estado en toda mi vida a Checoslovaquia fue a través de las obras de Frank Kafka, Milán Kundera, y las anécdotas de un familiar que había viajado al país para estudiar una ingeniería. Por cierto, su experiencia no debe haber sido placentera cuando su vida terminó con un suicidio.

Se trata de los lejanos años setenta y ochenta, cuando Cuba solía enviar jóvenes y profesionales a estudiar y trabajar en el ahora extinto campo socialista. Las historias de traumas, suicidios, episodios de automutilación de estos recorridos, los de aquellas hornadas de jóvenes en el Servicio Militar Obligatorio y la Guerra en Angola, tienen un porcentaje alto de similares desenlaces nefastos.

Sin embargo, me sobrecogió, muchos años después, mientras investigaba para escribir mi tesis sobre performance, la potencia del arte de acción checo desde los años sesenta. Tomas Ruller, por ejemplo, fue un artista que, en los 80, se convierte en fundador de Market Project, colectivo que más tarde se dará a conocer como Black Market International (BMI), y que reunió a artistas de performance con miembros internacionales, cada uno con una práctica establecida e independiente como solista. Pero su quehacer y el de su grupo tiene como antecedentes a otros activistas que no pertenecieron al ámbito artístico.

Como antecedentes de sus trabajos está el caso de Ryszard Siwiec, contable polaco y ex soldado del Ejército Nacional, que en 1968 realizó la autoinmolación en el abarrotado estadio Dziesięciolecia de Varsovia, durante un festival de la cosecha, para expresar su disenso respecto a la invasión a Checoslovaquia perpetrada por Rusia y Polonia. La historia se invisibilizó hasta la caída del bloque socialista, cuando fue llevada al documental por el director polaco Maciej Drygas. Unos meses después ocurrió la inmolación de Jan Palach en Praga. Más tarde acontecieron las de Walenty Badylak y Piotr Szczęsny, también en Polonia.

Veinte años más tarde a Tomáš Ruller le niegan el permiso para viajar a la dOCUMENTA, en Alemania, y decide realizar la acción 8.8.88 que, hasta el día de hoy, sigue siendo una de las imágenes más aterradoras de la contención estatal.

El artista alcanzó la mayoría de edad en la Checoslovaquia anterior a la Revolución de Terciopelo, y sus actuaciones a menudo se referían a la represión política de esa época. Esta acción tuvo lugar en 1988, casi un año después de que su pasaporte le fuera inexplicablemente revocado en 1987, justo el día antes de su salida de Praga para participar en la dOCUMENTA 8.

La revocación de su pasaporte le negó a Ruller no solo la posibilidad de viajar, sino también de actuar en la dOCUMENTA. Su actuación 8.8.88 fue una respuesta a estos acontecimientos y también tuvo lugar en conmemoración del vigésimo aniversario del suicidio de Jan Palach, un estudiante que se inmoló un año después de la ocupación soviética de Checoslovaquia en 1967 [3].

La acción consistió en salir de las inmediaciones de la Casa de Cultura de Opatov en Praga, repartir papeles de gran formato sin texto alguno y solicitar al público que le siguiera para conducirlos hasta una planta de hormigón abandonada. A lo largo del camino simulaba que pegaba los fragmentos de papel a la intemperie. Vació yeso en el suelo de la fábrica, se dejó caer, y se embadurnó el cuerpo de blanco. Se colgó de una estructura oxidada para luego trepar hacia un montículo de grava desde donde esparció los papeles que llevaba consigo. Se vertió pintura roja inflamable y se prendió fuego. Luego caminó hasta un charco para salir cubierto de barro y sobrevivir la autoinmolación. Cargó una estructura oxidada en su espalda hasta el más cercano proyecto de viviendas. Eran muy comunes este tipo de acciones dentro de los artistas checos. Trabajos con ácido, amordazamientos de la boca y el cuerpo, colgarse por las extremidades, constituían una manifestación política de la libertad a pesar del contexto totalitarista que abrumaba al país.

Otros artistas checos fueron parte de un corpus de obra que acude a lo abyecto y el ritual para dar a conocer su posición ante las consecuencias de la política intervencionista, la censura y la coacción a la libertad de expresión en territorio nacional. Esta suerte de sacrificio expiatorio tuvo en Petr Štembera, Jan Mlčoch (1953) y Karel Mirel como sus principales representantes.

Piotr Piotrowsky en su introducción a In the shadow of Yalta. Art and stern Europe, 1945-1989 subraya la Conferencia de Yalta como un parteaguas entre el arte realizado antes y después de 1945 por los artistas europeos. “Territory that from the mid-1940´s to 1989 fell under the more or less strict control of the Soviet Union under the authority of the Yalta agreement”[4].

©Milan Knížák, Exposiciones de corto plazo, 1962-63. Cortesía: MoMA Performances files
©Milan Knížák, Exposiciones de corto plazo, 1962-63. Cortesía: MoMA Performances files

Las performances de Milan Knížák muchas veces transcurrían en sitios apartados para que las cámaras de vigilancia no alcanzaran a registrarles. Utiliza recursos del azar surrealista y del détournement situacionista para trasladar a la calle objetos domésticos: un urinario, un cristo tallado en madera, un maniquí sin brazos ni cabeza, un violín desvencijado y varias piezas ruinosas. Termina sentado en medio de la calle encima de la taza de baño en un intento por transparentar el vacío y angustia provocados por el constante estado de vigilancia hacia los ciudadanos [5].

Hay varios textos críticos que han enfatizado el alcance del arte performativo a partir de la década de los noventa en países como China, Rumanía, Polonia, Checoslovaquia, Rusia (de hecho, casi todos los artistas de países pertenecientes a Europa del Este retomaron con ímpetu la performance), Cuba, Sudáfrica, por mencionar sólo algunos [6].

Coinciden los artistas, en muchos casos, sobre todo los de Europa del Este, en pulsar lo abyecto en la realización de sus acciones como un mecanismo cuasi neurótico de solución de conflictos de toda índole. La performance Drapeau de Luis Manuel Otero Alcántara podría asociarse con las Exposiciones de corto plazo de Milan Knížák, donde en una de las acciones el artista aparece sentado en la taza de baño, en medio de la calle, como si fuera su espacio doméstico, para comentar sobre un entorno donde quedaban difuminados los límites entre lo público y lo privado.

Obsérvese que, en ninguno de los dos casos, los artistas usaron el inodoro para volcar sus detritus, sino que su comentario aborda la anulación del sentido de pertenencia, la dislocación de las funciones básicas de la gente, el sinsentido de una vida que ha perdido la brújula por la exposición a una vigilancia y violencia omnipresentes.

La cosificación de los cuerpos y la imposibilidad de expresarse libremente en contextos marcados por el totalitarismo ha sido el caldo de cultivo de estas prácticas performativas. En el caso de Europa abundan las historias, aún no analizadas con la suficiente frecuencia que su gravedad reclama, de víctimas de desaparición forzada, torturas, reclusiones, muertes. En los países europeos, probablemente más que en China y Sudáfrica, estos acontecimientos constituyeron noticia, en su momento. En el caso cubano actual, ni siquiera eso. Las constantes violaciones a los derechos humanos y las libertades individuales se han enquistado en la isla. Las organizaciones internacionales que fiscalizan estos temas muy poco han conseguido en materia de redenciones para los cubanos.

Los dos únicos sucesos que han tenido un respaldo público son la intervención de Unicef cuando el gobierno incurrió en el encarcelamiento de menores de edad durante las protestas del 11J, y la solicitud reciente del Vaticano para la excarcelación de los presos políticos que, cabe señalar, se ha incumplido soberanamente otorgando la libertad sólo a un número reducido de las personas privadas de libertad.

Como los caídos en combate, habría que cubrir con la bandera los cuerpos de cada cubano en una performance colectiva. En la actualidad, apenas existen diferencias entre las condiciones domésticas y del convivio diario a las que existen en las cárceles. La situación de insalubridad y miseria que invade a la isla pareciera haberse decretado en aquel mal deseo del poeta: “La belleza de la isla que se la lleve el diablo” [7].


Bibliografía

–Diego, Eliseo: Pequeña historia de Cuba, en Doce poemas de Eliseo Diego, Casa de las Américas, 2020.

–García, Iván: “Luis Manuel Otero: el artista que desafía al régimen desde una cárcel de máxima seguridad”, 17 abril 2022.

–Ramírez Tur, Víctor: Los discursos de la abyección en la performance europea contemporánea, desde 1945 hasta la actualidad, Universitat de Barcelona, Tesis Doctoral, 2018, p. 280.

–Redacción de CiberCuba, “Luis Manuel abre su celda a la Bienal de La Habana: “Para que conozcan el trabajo que he desarrollado en la prisión”, 4 noviembre 2024.

–Stiles, Kristine: Afterword: Quicksilver and revelations: Performance art at the end of the 20th century, p.5.

Notas

[1] García, Iván: “Luis Manuel Otero: el artista que desafía al régimen desde una cárcel de máxima seguridad”, 17 abril 2022.

[2] Redacción de CiberCuba, “Luis Manuel abre su celda a la Bienal de La Habana: “Para que conozcan el trabajo que he desarrollado en la prisión”, 4 noviembre 2024.

[3] Stiles, Kristine: Afterword: Quicksilver and revelations: Performance art at the end of the 20th century, p. 5.

[4] Ramírez Tur, Víctor: Los discursos de la abyección en la performance europea contemporánea, desde 1945 hasta la actualidad, Universitat de Barcelona, Tesis Doctoral, 2018, p. 280.

[5] Idem, Op.Cit. 4

[6] Idem, Op.Cit. 3

[7] Diego, Eliseo: Pequeña historia de Cuba, en Doce poemas de Eliseo Diego, Casa de las Américas, 2020.

Publicación fuente ‘Artishock’. Se publica con permiso de la autora.