Yaneli Leal: De la casita prefabricada a la sopa de bloques / Historia del prefabricado en Cuba

Los sistemas de prefabricado tienen amplia presencia en Cuba. Su historia comenzó en 1926, cuando el ingeniero José María Novoa patentó un efectivo sistema para la construcción de viviendas que empleaba piezas pequeñas y ligeras prefabricadas a pie de obra con plantas móviles.
Práctico y económico, la instalación de columnas y cantos no requería de maquinaria y, además, permitía al arquitecto flexibilidad de diseño. De este modo, mientras reducía los costos, no renunciaba a la posibilidad de hacer un proyecto atractivo y adaptable al entorno, que podía variarse en múltiples modelos.
No obstante, tuvo Novoa que convencer a sus colegas de las facilidades del prefabricado para que fuera aceptado y encontrado viable, sobre todo, en la construcción de viviendas económicas. En el VII Congreso Panamericano de Arquitectos de 1951, aún refería:
«Nuestro sistema de construcción no es más que esto: ‘partes prefabricadas de un edificio que pueden cambiarse en una variedad infinita de formas y diseños’. La técnica irá perfeccionando esos elementos, la imaginación del arquitecto le dará a la casa la belleza necesaria haciéndola más agradable y comprensiva a todas. Estamos logrando quitar de la mente del público la idea de que la casa prefabricada es algo ligero, provisional o de pacotilla, mostrándole casas que los dejan sorprendidos por su acabado y solidez. Es una labor de tiempo y propaganda que esperamos lograr. En cuanto a nuestros compañeros arquitectos, estamos seguros que ellos se convencerán de las ventajas de la prefabricación cuando se acostumbren a mirarla, no como un factor de competencia, sino como un elemento más que habrá de poner en sus manos, como decía Gropius, ‘calidad a bajo costo'».
En la década de 1960, cuando se inició un amplio plan de viviendas sociales, el sistema Novoa fue utilizado extensamente. Incluso su creador participó en diseños como la Urbanización de Los Pinos (1960), en Artemisa, muy singular por su trazado en forma de estrella. Otros repartos construidos enteramente con este sistema de prefabricado fueron Vista Alegre, en Santiago de Cuba; Ciudad Sandino, en Pinar del Río y Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos, en Granma. Debo aclarar que entonces el Ministerio de la Construcción cambió el nombre del sistema Novoa a sistema Sandino.
En esta época el Ministerio de la Construcción apoyó también la importación de sistemas pesados de prefabricación, en su mayoría, de tecnología soviética. Así posibilitó la rápida construcción de un volumen significativo de edificios de apartamentos, relajando el gran déficit de viviendas que existía en el país y ofreciendo al entorno rural obras de gran solidez constructiva. No obstante, esas obras han sido muy cuestionadas por la indiscriminada masividad con que se reprodujeron, creando espacios deshumanizados y monótonos, que no guardan relación con el entorno ni con la arquitectura precedente, estableciendo una grave alteración a la identidad del paisaje urbano y rural, y en algunos casos, a las dinámicas sociales e infraestructura de los sitios donde se impusieron.
Al usuario le fueron ofrecidas condiciones básicas de vivienda, aunque muchos edificios no se adecuaron a las condiciones medioambientales locales, a las costumbres de vida y a las escalas y espacios de uso más adecuados. Por otra parte, a nivel urbano el resto de los servicios no fueron planificados, con lo que muchos de estos bloques de apartamentos están asociados a ciudades dormitorio.
Más allá de la generalidad, debe decirse que se emplearon varios sistemas de prefabricado, unos más flexibles que otros, o más efectivos que otros. Entre los más criticados está el Gran Panel IV. Expandido indiscriminadamente por todo el país, en 1978 tenía 23 plantas productoras. Este sistema obligaba a un modelo esquemático de edificio en bloque, sin vigas ni columnas, con una serie de paneles que estructuraban el edificio como una torre de dominó o naipes.
En cambio, otro modelo más flexible fue el IMS. Patentado por el ingeniero Branko Zezelj en 1957, en el Instituto de Prueba de Materiales de Serbia, de donde debe su nombre. Este sistema de prefabricado era el más utilizado en Yugoslavia en todas las tipologías arquitectónicas. Se extendió a Italia, Austria, Egipto, Etiopía, Angola, China, Filipinas y, lógicamente, a Bulgaria, Ucrania y Rusia. En Cuba tuvo gran desarrollo en las décadas de 1970 y 1980. Existen microdistritos en Santiago de Cuba, con bloques de 18 plantas; y en La Habana, con bloques de 14 plantas en Nuevo Vedado (1978). En la capital podemos encontrarlos en distintos sitios, en Vento o en la Villa Panamericana, y en Alamar con bloques de cuatro, ocho, 12 y 18 niveles.
El edificio típico fue el de 12 plantas, con pasillo central y apartamentos a ambos lados, lo que ofrecía a los patinejos escasa ventilación, iluminación y privacidad. No obstante, sus fachadas rompieron la planimetría de los edificios Gran Panel, al proyectar los balcones y disponer de franjas horizontales de ventanas con parapetos de terrazo lavado, proporcionando un cambio de textura.
Con esta tecnología se prefabricaban las columnas y las losas (elementos horizontales), que en la obra se ensamblaban con cables de acero pos-tensionados. Los muros o elementos de cierre tenían posibilidades ilimitadas, pudiendo aprovechar los materiales locales y la creatividad del arquitecto. Entre otras ventajas, no requería para el montaje equipos muy sofisticados, y todos los elementos seriados podían fabricarse en plantas móviles (a pie de obra) o en fábricas. En este último caso, la transportación no demandaba vehículos especiales ya que no eran excesivamente grandes ni pesados.
Los moldes podían ser variados y muy duraderos. En ellos radicaba la libertad del diseño con luces de entre tres y nueve metros y losas voladas de tres metros. Sin embargo, a pesar de las tres fábricas IMS instaladas en Cuba en 1979, el sistema no pudo desarrollarse en toda su capacidad. Fue un tiempo donde se depreció el valor del diseño arquitectónico y el papel del arquitecto, enterrado en el más profundo anonimato y coartado por las estrictas normas del Ministerio de la Construcción. De manera que la potencialidad del sistema de prefabricación IMS quedó resumida tal como apunta el arquitecto Luis Alejandro Pérez:
«El sistema se planteaba como una alternativa a la rigidez espacial de los grandes paneles, ya que la fachada en este caso no cumplía función portante; sin embargo, y a pesar de que la tecnología original incluía diversas dimensiones y modulaciones de losas, en Cuba solo fueron adquiridos los moldes de 4,20×4,20 metros que no se ajustaban a las dimensiones de la norma cubana de la época. Esto derivó en dificultades para lograr soluciones interiores apropiadas, y los reducidos espacios quedaban obstruidos en muchos casos por columnas, con lo cual quedó mermada la flexibilidad espacial que se pretendía conseguir».
Este mes de mayo, en el Museo de Arte Africano de Belgrado se ha inaugurado una exposición que recoge el desarrollo del sistema IMS en Cuba, Yugoslavia y Angola. Hasta septiembre ilustrará una investigación realizada en los tres países con el privilegiado testimonio de varios arquitectos e ingenieros que formaron parte del proceso. Más allá del halo romántico, la exposición —Prefabricando solidaridad— ha creado un valioso registro de una etapa contradictoria de la construcción en Cuba que está poco documentada. Sus exponentes, malamente envejecidos, siguen siendo parte constituyente del paisaje y la vida de nuestras ciudades, y de una historia compartida en varias latitudes.
Publicación fuente ‘Diario de Cuba’
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