Alfredo Herrera Sánchez: Entrevista a Carlos Celdrán / ‘Aquí muchos tienen mi país idealizado’

Hace 11 días el público del Corral de la Comedia de Alcalá de Henares se levantaba de las butacas para aplaudir y llorar. Los gritos de «¡bravo!» se entremezclaban con las lágrimas de los actores, quienes tenían que regresar continuamente a la primera línea del escenario para inclinarse y recibir más ovaciones. Acababan de protagonizar Papier maché, una obra biográfica sobre Antonia Eiriz, la pintora cubana que estuvo 25 años sin tocar un pincel dentro de la isla porque el régimen de Fidel Castro la censuró y la reprimió a finales de la década del 60. Canalizó su frustración durante ese tiempo a través del papel maché, en 1993 llegó a Miami por una beca, retomó la pintura y murió 1995, días antes de inaugurar una exposición.
El responsable del estupor causado por esa obra es el dramaturgo cubano Carlos Celdrán. La escribió en Madrid, pero la estrenó en Miami. Allí fue donde encontró una empresa interesada en financiar su puesta en escena, y con los fondos que quedaron pudo montar la obra en Alcalá. A Madrid llegó hace tres años y medio huyendo de la represión desatada por el régimen cubano contra su círculo más cercano tras las protestas de julio de 2021. Como no ha podido consolidarse laboralmente de forma continua aquí, pasa unos meses en aquella península (Florida) y luego regresa a esta.
Hace poco contamos cómo la oferta cultural hecha por y para migrantes se ha disparado notablemente en España a raíz de la llegada masiva de latinoamericanos. Esa oferta se concentra principalmente, o ha podido apuntalarse mejor, en la música y las artes plásticas, pero “el teatro lo tiene más complicado”, explica Celdrán. “Aquí han llegado muchos teatristas argentinos por las sucesivas crisis de ese país y han marcado la escena española, pero creo que para el resto de latinos resulta un proceso más lento”.
Celdrán ha dirigido sus obras en escenarios importantes como el Kennedy Center para las artes escénicas de Washington D. C.. Ha participado en montajes realizados en Australia y varios países de Europa, Asia y Latinoamérica. En 2019 fue seleccionado por el Instituto Internacional de Teatro de la UNESCO para redactar el “Mensaje por el Día Mundial del Teatro”, traducido a más de 50 idiomas. Algo que solo han llevado a cabo tres latinos.
A pesar de su extensísima hoja de ruta sobre las tablas, a Celdrán le ha sido engorroso hacerse visible en una ciudad “tan múltiple, diversa y grande”, porque “el teatro se aleja de las industrias culturales tradicionales de Madrid y es más complejo insertarse en los teatros más importantes y las grandes temporadas. Eso requiere un apoyo económico casi inaccesible para grupos y figuras no establecidas, porque te exigen tener una trayectoria aquí, pero cómo haces la trayectoria si no puedes financiar un proyecto”.
Cuando Celdrán decidió salir de Cuba tenía 57 años y creyó que ocurriría como las veces anteriores, algo temporal. Gracias a la ciudadanía española que heredó de su madre venía a España con frecuencia, pero regresaba. No se veía sin sus actores y su sala, no se veía fuera de su Habana. El tiempo ha pasado y aún ve imposible el regreso. Nos cuenta cómo le ha ido y qué piensa del gremio español.
¿Por qué escribiste esta obra? ¿Tiene que ver con tu salida de Cuba?
Trabajo sobre la memoria viva, y la traigo a la actualidad para ver desde ese espejo el presente. Por eso Antonia, que vivió ese proceso tan difícil de censura siendo una artista tan grande, me parece paradigmática. Me siento identificado y puedo ver en ella cosas mías de mi propia vida en Cuba, de mi relación con las autoridades y el poder. Puedo ponerme en sus zapatos y entender los procesos que vivió cuando la visión que ella tenía del arte y de la vida no fue bien vista por el poder. He tenido más suerte que ella, pero he vivido el proceso de colocar mi obra a contracorriente en un contexto donde no es la visión que se espera. También viví los pactos que uno tiene que establecer para poder crear y producir en Cuba. Sé lo que es guardar silencio y apartarse de ciertas cosas.
Tienes grandes amigos que pasaron por lo mismo que tú hace 10, 15 o 20 años, ¿te ves reflejado también en ellos?
Ahora los entiendo mucho, porque la experiencia del exilio y de la emigración hay que vivirla para entenderla. Se trae el entusiasmo de lo nuevo por detrás de todo el desgarramiento de la inserción y de la reinvención en nuevos lugares. Eso lleva a la depresión, la nostalgia, la soledad. Tienes que tener mucha fuerza interior para pensar y sobreponerte, y saber que vas a llegar, que vas a poder volver a ser tú nuevamente. Por eso es por lo que yo he luchado, no puedo dejar de hacer mi obra. Es un objetivo que tengo, no puedo paralizarme. Me pongo a prueba y ha sido un momento muy interesante de mi vida, porque sigue siendo excitante escribir y crear proyectos nuevos. He publicado libros y he tenido siete estrenos entre Miami y Madrid en este tiempo.
Papier Maché narra cómo la opinión de una mexicana crítica de arte desencadenó la censura y la represión que pausó la pintura de Eiriz. Esa opinión estaba profundamente sesgada por la política, debido al deslumbramiento que provocaba en Latinoamérica la Revolución Cubana. Veo un paralelismo entre ese hecho que expones y lo que está pasando en España ahora mismo. Determinadas instancias e instituciones siguen viendo a Cuba de manera romántica. ¿Eso te ha afectado a ti?
De hecho, sí. Eso se refleja en el papel de ese director (alter ego de Celdrán en la obra) que está tratando de levantar un proyecto sobre Eiriz y venderlo aquí en España. Entonces, choca con todos los prejuicios que te puedas imaginar, que ya en alguna medida yo también los he vivido al presentar mis proyectos. He chocado con visiones ideológicas y también culturales que han hecho muy difícil hacerme entender en muchos momentos. Aquí algunos tienen una imagen de Cuba dada por la ideología sublimada. No todos son así, por supuesto, pero sí hay una incomprensión a veces profunda y estructural sobre Cuba y lo que somos nosotros ahora mismo, como personas que viven aquí en España. Nos evalúan desde la perspectiva que ellos tienen creada de algo que no existe. Un poco nos pasa a todos, cuando salimos tenemos que luchar con esos estereotipos que hay sobre Cuba, como sistema y como país.

Sin mencionar a los protagonistas, ¿pudieras contar algunas de estas anécdotas que has vivido aquí?
Bueno, no te voy a mencionar nombres, pero tuve que ir a un teatro muy importante aquí, del que me llamaron para impartir un taller de teatro. Esa institución, muy prestigiosa en Madrid, para mí fue una gran puerta que se abrió al llegar, pero, en la primera entrevista, la persona encargada de programarme se mostró sumamente escéptica de que yo pudiera funcionar. No me rechazó por mis habilidades o conocimientos, sino porque yo era “un cubano desconocido”. Dijo que no provenía de Alemania, por ejemplo, “una cultura más fuerte e interesante”. Me preguntó: “¿A quién le puede interesar ahora que tú vengas desde Cuba a hablar de teatro? Si tú fueras alemán, esto (el taller) funcionaba instantáneamente”. Esa persona no se enfrascó en hacer una buena promoción, dejó ese taller de la mano y finalmente no hubo convocatoria.
¿Sufriste algún otro tipo de discriminación, ideológica o política?
Eso lo he tenido más bien en discusiones directas con dramaturgos, actores y personas del mundo del teatro y de la intelectualidad. Han sido cruces en cafés y tertulias, sobre todo cuando me preguntan qué hago aquí, si allí (en Cuba) está mi lugar. No entienden realmente nuestra realidad y lo que estamos viviendo en este momento como país. He tenido la percepción de que eso es muy dominante en cierto sector. De no actualizar la visión que tienen de nosotros por una actitud y un posicionamiento ideológico.
Ahora que vives entre Madrid y Miami, ¿te has planteado no escribir más sobre Cuba? ¿De qué vas a escribir ahora?
Eso es un dilema, porque uno no puede dejar de ser quien es y es muy difícil inmediatamente que los temas tuyos cambien. Escribir sobre los conflictos de aquí de España me resulta muy complejo todavía, creo que eso requiere un proceso muy largo. Eso no lo puedo decir yo, llegará o no. Se abren todos los años muchísimas convocatorias para proyectos de financiamiento, pero hay cientos de compañías españolas que llevan años trabajando y acumulando currículo, y tienen programadores que los conocen y los programan en sus teatros. Entrar en ese río es lo que lleva tiempo.
Algunos artistas han encontrado una fórmula que está a medio camino, que es contar o reflejar lo que vive su diáspora, ¿te has planteado esa posibilidad?
Ya eso lo he explorado en mi obra Discurso de agradecimiento, por ejemplo, que escribí y dirigí aquí, y tuvo una larga trayectoria. Los personajes, como nosotros en la vida real, estaban dispersos por medio mundo. Creo que esa es la vía que veo más plausible para crear.
¿Entonces el teatro cubano y latinoamericano en general puede estar aportando o nutriendo al teatro español? ¿Cómo ves esa relación?
Ese tema es complicado. Aquí hay muchas migraciones de teatristas que han venido sucesivamente y han marcado la escena española. Hay varios grupos, por ejemplo, que han puesto espectáculos cubanos aquí. Lo difícil es saber qué material puede ser interesante para el público español y los productores sin que sea local. Y me parece que ahí entra también otro prejuicio, porque los productores piensan que los españoles no nos van a entender. Papier maché, por ejemplo, es una obra que puede ser entendida y comprendida por todos, porque el dilema que ella (Eiriz) vivió es un dilema universal, algo que tiene que haber en todos los temas que tratemos. El teatro tiene un lenguaje propio, universal, y si haces un teatro de un primer nivel, de calidad, la visión que proyectas supera lo local. Cualquier tema puede ser interesante, sea cubano, sea argentino o sea mexicano, y puede llegar al espectador. Mis obras han conmocionado al público español, pero hay un prejuicio con eso, sobre todo por los productores, que tienen miedo a programarnos. Es una batalla que hay que dar, porque también podemos aportar técnicas, conocimientos, calidad y experiencia al teatro español. Pero yo creo que como todo proceso, será lento.
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