Wilfredo A. Ramos: Humberto Castro, el andar del artista hacia la infinitud

Artes visuales | 4 de junio de 2025
©Humberto Castro / Archivo del artista

“… caminante, no hay camino, se hace camino al andar…”
Antonio Machado

Las artes plásticas cubanas han tenido a través del tiempo el privilegio de poseer un gran número de destacadas figuras que han integrado el importante catálogo del arte nacional, muchas de ellas han disfrutado la posibilidad de que sus obras hayan trascendido más allá de sus fronteras, viéndose expuestas en galerías, museos y colecciones particulares alrededor del mundo.

Como en cualquier país, para hablar del origen de esta manifestación debemos remontarnos al arte realizado por lo originarios pobladores de la isla, en nuestro caso antes de la llegada de los españoles –período conocido como Precolombino– en el cual se desarrolla la alfarería, la escultura y la pintura propia de dicha civilización, la cual debido a su bajo nivel de evolución social, ha dejado muy escasas muestras de su existencia. Con el asentamiento de los europeos en estas tierras, entre los siglos XVI y XIX, se introdujeron variados y diversos estilos dentro de la creación artística –barroco, neoclasicismo, romanticismo, realismo– llegando a un siglo XX, donde fuera ya del control español y dando paso a una más directa interacción con el vecino Estados Unidos, el arte cubano se va abriendo a las corrientes artísticas provenientes del contexto internacional, llegando a nuestras costas la diversidad de las vanguardias europeas.

Si bien durante todo este tiempo de formación, crecimiento y establecimiento de la nacionalidad cubana, las artes plásticas contaron con la presencia de artistas extranjeros asentados en el país, al mismo tiempo surgieron creadores nativos que contribuyeron a la formación de un arte completamente de origen local. Desde José Nicolás de Escalera, primer pintor cubano del que se tienen noticias en el siglo XVI, creador de la pinturas murales que decoraran las paredes de la Parroquial de Santa María del Rosario, llamada Catedral de los Campos de Cuba, hasta los numerosos artistas cubanos que en la actualidad trabajan tanto dentro de la isla como en cualquier rincón del mundo, las artes plásticas cubanas no han dejado de sorprender por su variedad estilística, su creatividad, su convergencia, su sentido de adaptación e incluso hasta su adelanto en el tiempo.

Una muestra de la importancia que tomaran las artes plásticas dentro de la vida cultural cubana recae en la fundación en el año 1818 de la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro, teniendo como su primer director al artista francés Juan Bautista Vermay, la cual abrió sus puertas en el convento habanero de San Agustin, donde se impartirán clases de dibujo y pintura de manera gratuita, siendo ésta la segunda institución de su tipo en hispanoamérica después de la Real Academia de San Carlos, inaugurada en 1783 en Ciudad de México.

“San Alejando”, nombre abreviado y como es conocida en la actualidad, tuvo además de sus tres primeros directores franceses –Vermay, Leclerc de Baumé y Mialhe–, a otros provenientes de Italia como Hércules Morelli y el salvadoreño Juan Francisco Cisneros Guerreo, teniendo entre los cubanos a destacadas figuras como Armando García Menocal, Leopoldo Romañach, Esteban Valderrama, Domingo Ramos, Carmelo González, Florencio Gelabert y Juan Sánchez.

Muchos de los más reconocidos artistas de la plástica cubana de diversas generaciones pasaron por las aulas de dicha institución, tales como el propio Armando Menocal, Miguel Melero, Guillermo Collazo, Domingo Ravenet, Fidelio Ponce de León, Cundo Bermúdez, Wifredo Lam, René Portocarrero, José Mijares, Víctor Manuel, Agustín Cárdenas, Jorge Arche, Juan José Sicre, Eduardo Abela, Antonia Eiriz, Mario Carreño, Amelia Pelaez, Servando Cabrera, Raul Martínez, Rita Longa, Tomás Sánchez, Flora Fong, Roberto Fabelo, Aldo Menéndez, Consuelo Castañeda, Arturo Cuenca, José Bedia, Rocío García, Rubén Torres Llorca, José Franco, Gustavo Acosta, por solo mencionar algunos de los muchos nombres que nos vienen a la memoria, haciendo la lista extremadamente extensa pero satisfactoria para las artes plásticas cubana.

Precisamente dentro de la amplia nómina de notables representantes de la plástica nacional que han desfilado por las aulas de este prestigioso centro, no se podría dejar de mencionar al artista Humberto Castro, de quien el pasado 9 de mayo hubo de estrenarse, dentro del ciclo de Cine Cubano que dirige el crítico e investigador Alejandro Ríos en el Koubek Center, espacio perteneciente al Miami Dade College, el documental “The Walker” –El Caminante–, abarcador de su vida y obra, el cual fue realizado por Raul Francisco Dorticós. En esta presentación además, el Alcalde de la ciudad de Coral Gables, lugar donde reside el artista, le otorgó a éste una medalla a manera de reconocimiento por parte de dicha ciudad, siendo igualmente la oportuna ocasión para el reencuentro con amigos, colegas y compañeros de estudio, quienes se dieron cita celebrando así la fructífera carrera del artista.

Castro, que también cursara estudios en el Instituto Superior de Arte de la Habana (ISA), fue miembro del Taller Experimental de la Gráfica, lugar por donde han desfilado notables creadores de la isla, formando parte entre 1982 y 1985 de Hexágono Equipo de Creación Colectiva, agrupación integrada además por los artistas Consuelo Castañeda, Sebastián Elizondo, Antonio Eligio Fernández (Tonel), Abigail García Fayat y María Elena Morera, siendo todos ellos pioneros en la creación de instalaciones y performances basados en la naturaleza, pero poseedores de un carácter efímero, los cuales quedaban registrados mediante la fotografía. Estos trabajos repercutieron en el ambiente artístico del momento debido al plural uso de técnicas, llegando con sus obras a alcanzar el teatro y el cine.

Después de reiteradas negativas por parte del régimen cubano que le impedían poder cumplir con invitaciones realizadas por instituciones extranjeras con las cuales exponía o participaba en concursos internacionales, Humberto Castro tiene la oportunidad de hacerlo y es entonces que para 1989 decide exiliarse en París, ciudad donde casi de inmediato encuentra un lugar como joven artista, deslumbrando al siempre difícil mundo cultural francés, exponiendo en importantes galerías, ofreciendo conferencias sobre arte cubano, recibiendo excelentes críticas y siendo cobijado por importantes personalidades del mundo de la cultura gala. En 1999 decide mudar su residencia a los Estados Unidos de América, radicando desde entonces en la ciudad de Miami.

Con su obra, Castro ha participado en exposiciones personales y colectivas en Cuba, Canadá, Francia, Estados Unidos, Puerto Rico, Yugoslavia, Reino Unido, Noruega, Italia, Venezuela, Brasil, Nicaragua, Polonia, formando también su obra parte de colecciones tanto privadas como de diversos museos alrededor del mundo. En cuanto a reconocimientos por su trabajo, ha sido merecedor de premios por su obra gráfica en certámenes realizados en Cuba, Puerto Rico y Polonia, así como el premio Toison d’Or en París. Como es de suponer, la ciudad de Miami ha tenido el privilegio de disfrutar, en no pocas ocasiones, de exposiciones personales del artista, lo cual hace que los amantes de las artes plásticas en esta ciudad puedan mantenerse al tanto del desenvolvimiento de su trabajo creador. Su obra además ha sido recogida en diferentes publicaciones tales como Traces of Migrations, Humberto Castro: Draw-Wings, Pies secos pies mojados, Humberto Castro New Cities, Humberto Castro Contemporary Fables, y The Hunter, The House and The Bait.

Humberto Castro forma parte de una generación de artistas de la plástica cubana que en su mayoría abandonaron el país, alcanzando todos algún tipo de reconocimiento internacional, asumiendo una actitud crítica hacia el sistema socio-político implantado en la isla, lo que dió lugar a que durante mucho tiempo las obras de todos ellos estuvieran vetadas de las paredes en la muestra permanente de Arte Cubano perteneciente al Museo Nacional de Bellas Artes del país, provocando con ello un desfase, un salto epocal en dicha exhibición dejando un vacío entre las década de los setenta y los noventa –del pasado siglo– al dejar fuera los años ochenta. Esta lamentable situación de censura de carácter político fue atenuada años después al ser forzada por algunos expertos, cubriendo al fin dicho espacio de tiempo con obras de algunos de estos artistas, aunque otros continuaron vetados. Dichas obras entonces, fueron promocionadas bajo la denominación de “La generación perdida”, nombre que deja en evidencia el rencor hacia los mismos, producto a sus personales decisiones de abandonar el país.

En el citado documental dedicado a este artista, se recogen de manera amplia todos los aspectos de su vida, tanto dentro de Cuba, como en su estancia europea y la actual aquí en Miami. Castro que es un obsesionado en guardar de manera minuciosa todo tipo de información que lo implique, le entrega al realizador de este material un amplio espectro de fotos, videos, a la vez que habla en primera persona de sus propios acontecimientos de vida. Es así como conocemos acerca de su familia, sus abuelos, los logros alcanzados por sus padres y las terribles consecuencias al vivir bajo el régimen comunista implantado en la isla, situación que marcara al artista hasta el día de hoy.

Es de agradecer que en este material Castro dedique algo de su tiempo –rindiendo algún tipo de homenaje– para hablar acerca de su paso por la Academia San Alejandro, mostrando sus aulas, sus pasillos, sus compañeros, sus profesores, y dentro de estos últimos, en especial mostrarnos a un ser humano que marcara intelectual y artísticamente a todos los que por sus clases de Historia del Arte pasamos, nos referimos a Antonio Alejo, graduado él mismo de la propia institución, imprescindible educador de infinidad de artistas, hombre de extremada educación y cultura obtenidas en instituciones europeas, estadounidenses e hispanoamericanas, figura lamentablemente poco valorada, sumergida como otras muchas en el olvido oficial. De igual manera podríamos apuntar a que el documental le ofrece un merecido tributo de recordación a otro creador: Arturo Cuenca, colega, compañero de estudios, amigo, figura de gran reconocimiento tanto artístico como social, querido por todos quienes tuvieron en algún momento contacto con él y de quien incluso, a través de desarrollo de este material, se muestran imágenes de sus pasos andando por diferentes espacios públicos -evocando igualmente su distintiva inquietud- escenas que formaron parte de un trabajo de Video-Art realizado por Castro un tiempo atrás, el cual tenía por nombre precisamente  «The Walker». 

Durante aproximadamente 1 hora y 10 minutos de duración, este trabajo nos revela cada una de las etapas por las que el artista ha pasado a través de su trayectoria, lo cual en el caso de su pintura a transitado, en cuanto a la utilización del color se refiere, por el uso del blanco y negro en alguna etapa, el predominio de verdes y azules en otra, alguna mucho más colorida y otra con predominio de los tonos tierras. Con respecto a los temas a tratar, uno acapara la mayor parte de su obra, aunque sin llegar a convertirse en absoluto, no referimos al del exilio, el cual marca al artista de forma profunda. En sus obras dicho tema es procurado mediante imágenes sugerentes en juego con la realidad, donde la imaginación se abre paso por medio de ambientes en los que la magia del absurdo se entremezcla con la de la denuncia política. La figura humana casi siempre presente en sus obras, mostrada a través de un insinuante dibujo de firmes líneas, no estará exenta de cierta sensualidad. Así mismo el rico mundo de la cultura afrocubana se evidencia en su obra otorgándole pertenencia de origen a la misma.

La creación pictórica de Castro, asumida siempre con gran lirismo, evidencia el gran predominio que el dibujo ejerce sobre el color, quedando demostrado en la riqueza que aquel le imprime a la obra en su totalidad, evidenciado por medio de un trazo firme y una poderosa técnica. De la misma forma sus trabajos en muchos casos reflejan el estilo expresionista, que aunque más marcado en su primera etapa, se ha mantenido ocasionalmente en su obra. Por otra, en cuanto a su preocupación temática, no podemos dejar de mencionar que en parte en ella el artista ha indagado en conceptos filosóficos al acudir a antiguos mitos de la cultura griega, los que vincula con la trascendencia y la vida cotidiana del ser humano. El mar con sus seres vivientes, incluidas sugerentes mitológicas sirenas caribeñas, es otro de los temas que recorre la obra de este creador, lo que evidencia su pertenencia insular, aspecto que mucho define a los nacidos en estos lugares geográficos.

Este documental igualmente muestra la inquietud creativa del artista, quien transita no sólo por los caminos de la pintura sino además por los de la cerámica, la escultura, el dibujo, la instalación, el performance, el mural, la fotografía, logrando que en cada uno de estos medios se mantenga presente la cohesión de su lenguaje estilístico y su indiscutible discurso cargado de resonancias políticas. De la misma forma en este recorrido por la obra y vida de Humberto Castro se puede apreciar la efervescencia cultural que vivió la Habana de esa década de los años ochenta del pasado siglo XX, donde los jóvenes creadores, aupados por el acceso a una mayor información de lo que sucedía en el ámbito internacional, producto a cierta aparente apertura social por parte del régimen de la isla, se lanzaron de manera vertiginosa hacia nuevas, insospechadas e inconcebibles propuestas artísticas, las cuales en muchos casos resultaron de total enfrentamiento conceptualmente ideológico y por las que tuvieron que pagar el precio de su arrogancia, hecho que fuera el detonante para que cada uno de ellos fueran buscando escape hacia una libertad de creación y vida que en su lugar de origen le era negada.

Si el objetivo de esta trabajo audiovisual estaba comprometido en mostrar al público la trayectoria artística de Humberto Castro, el documental por sí mismo se convierte en una obra de arte, debido a la manera en que su realizador, Raul Francisco Dorticós, supo plasmar y cohabitar videos ya realizados, fotos, entrevistas y las propias palabras del artista en conversaciones de trabajo entre ambos en la preparación del material, todo ello plasmando en imágenes de una plasticidad y belleza sorprendentes. Resultando esta su primera incursión en el mundo fílmico, Dorticós quien desde temprana edad dirigió su aprendizaje hacia el mundo del arte, transitando primero por el camino de la música hasta llegar al de la fotografía, universo que lo atrapara por completo, se entrega a la búsqueda de diversos rumbos en la expresividad y experimentación del universo fotográfico, como por ejemplo los obtenidos mediante el fotografiar objetos sumergidos en agua, llegando de esta manera a obtener imágenes que ofrecen la connotación de encontrarnos frente a pinturas de estilo impresionista, o también mediante la superposición de objetos para así crear sentido de movimiento e ilusión de una transferencia temporal. Con todo este aval artístico, el fotógrafo con el presente trabajo documental, inicia sus pasos con precisión, búsquedas y belleza en el mundo de la cinematografía, el cual pudiera convertirse en su próximo universo a indagar.

Que el título escogido para darle nombre a este documental haya sido “The Walker”, como hemos señalado al principio de estas líneas, no tendría que resultarnos un hecho insólito, pues el mismo recoge con claridad el constante ímpetu por hacer camino que envuelve la obra de Humberto Castro. De la misma forma agradecemos que dicho repaso a través de su obra, motive la realización de futuros materiales que al igual que este sirvan para resguardar en la memoria el trabajo de todos los artistas cubanos del exilio.

Miami, mayo 26, 2025.