Diego Santana: Entrevista a Jorge Fernández Era / ‘Si de algo puedo sentirme orgulloso es de aportar un poco de ironía y sarcasmo al asco cotidiano’

DD.HH. | 1 de agosto de 2025
©Facebook de Jorge Fernández Era

Humor. Coherencia intelectual. Protestas pacíficas. Textos mordaces. Ironía. Represión. Hostigamiento. El escritor y humorista cubano Jorge Fernández Era es, desde hace meses, objetivo de la Seguridad del Estado. Cada palabra suya es vigilada, cada acto, reprimido. Plantarle cara al ensañamiento de la policía política, y llamar «cínico y fascista» a un agente represor, le valió recientemente una golpiza de la que aún se recupera. «La principal secuela es el moretón en el ojo izquierdo. Anímicamente estoy preparado para que intenten emparejarme la cara», dice a Diario de Cuba.

«He dicho más de una vez que tiene que estar bien jodido un país que reprime el humor político, cuando debía enaltecer a una persona que hace reír a sus coterráneos en medio de una crisis económica, social y moral como la que padece», sostiene al tiempo que afirma que es «solo una parte infinitamente pequeña del miedo del Gobierno cubano a que los ciudadanos ejerzan la libertad de pensamiento y de expresión».

Así, a pesar de ser víctima de la brutalidad policial, subraya que su impotencia «tiene el complejo de no poder compararse con la de ellos». «El hecho de que la Policía coarte mi derecho a denunciar los tratos inhumanos y las torturas psicológicas y físicas a que he sido sometido pierde importancia cuando se aquilata el grado de impunidad que les otorgan las instituciones del ‘Estado de Izquierda’ que los ampara, que es ejecutor y cómplice con su actuar al margen de la ley y de la decencia», agrega.

En tal sentido, Fernández Era, como muchos otros, lo tiene claro: «La Seguridad del Estado dirige y dicta órdenes, el resto del rebaño las cumple. Sería inocente de mi parte esperar que se haga justicia». «De ahí que la educación, la comunicación social, la ideología y la propaganda se diseñen en función de lograr un pueblo dócil que aplauda y se tape los ojos», recalca.

Mientras el aparato represivo del régimen demuestra con él su ensañamiento, el escritor y humorista señala en que «sería egoísta de mi parte sentirme centro de un colimador que ha apuntado fuerte sobre cientos de jóvenes que hoy sufren prisión injusta por clamar derechos vedados a toda una nación, o sobre tantos otros que han pagado caro su osadía. Si de algo puedo sentirme orgulloso es de aportar un poco de ironía y sarcasmo al asco cotidiano. Eso exaspera a un poder que no puede».

No obstante, frente a ese «poder que no puede», Fernández Era sostiene, y la realidad se empeña en darle la razón, que «es muy triste el papel de la intelectualidad cubana en tiempos en que urge ejercer como ojo crítico. Hay mucho oportunismo en su silencio. La ciudad se derrumba y ellos cantan».

Si bien opina que las protestas pacíficas de cada día 18, iniciadas por la historiadora Alina Bárbara López Hernández, y seguidas por la antropóloga Jenny Pantoja y por Fernández Era, son un gesto «casi ingenuo», destaca que «no inducen otra cosa que no sea nuestra coherencia», al tiempo que «revelan con crudeza la inercia neuronal de los colegas y el pavor de quienes nos ‘maldirigen'».

En tal sentido, fustiga: «El que se sume que sea por un llamado personal y ético. Quien crea que no es de él el problema, que se afirme si lo desea en su placidez y duerma bien con su conciencia».

En un contexto tan adverso, marcado no solo por las penurias cotidianas del país, sino también por la posibilidad de terminar en prisión por alguna de las palabras escritas, Fernández Era reafirma que el humor es su coraza: «Mi ADN está predestinado para la ironía, esa poderosa arma contra los aburridos e intolerantes, que no lidian con la sonrisa y la combaten con grotesca mueca».

«Bebí del maestro Héctor Zumbado, quien me enseñó que el humor no es un acto de majadería ni de irrespeto, sino de compromiso con el ser humano y sus valores. Intento honrarlo en cada línea que escribo y acercarme un tanto a su sabiduría. Me siento parte de una generación de humoristas que ha dicho lo suyo a pesar de que el escenario se le hace cada vez más complejo», enfatiza.

Al hilo de lo anterior, Fernández Era cita a «mi hermano Enrique del Risco», quien, según su criterio, «lo explica mejor» que él: «¿Qué pueden hacer los humoristas frente a un régimen armado hasta los dientes que, encima, controla los principales medios de difusión, la prensa, el sistema educativo y un infinito etcétera? Pero al régimen cubano, especialmente paranoico en cuanto a todo lo que pueda amenazar su poder, no se le puede hacer entrar en razones».

«Si las Razones de Cuba me llevan a prisión, me reiré entonces de la oprobiosa seriedad de mis captores», ironiza y, como un principio vital, concluye: «El día que me autocensure me estaré traicionando. Yo creo en la dignidad. La que no tienen ellos».

Publicación fuente ‘Diario de Cuba’