Jacqueline Herranz Brooks: Revelar el duelo / 9 preguntas para Evelyn Sosa sobre su mirada y su práctica

Artes visuales | 16 de septiembre de 2025
©Evelyn Sosa, serie ‘Ningún lugar está lejos’

¿Cómo llegaste a la fotografía, qué te fascina más del medio, cómo entiendes su circulación y consumo y cuál es la urgencia de hacer fotografía en estos momentos?

​Siempre hice fotografía, desde jovencita. Yo creo que lo que más me fascina es su poder para retener las cosas. Siento esa necesidad de retener y creo que ablanda el duelo de la pérdida en gran medida. Todo lo que yo fotografío lo tengo. Te hablo de algo muy personal pero quizás eso de alguna manera se refleja en mi trabajo. Hacer fotografía en todo momento es una urgencia.

Has vivido en La Habana, Nueva York y Miami. ¿Cómo influye cada una de estas ciudades en tus procesos de aprendizaje visual y de creación?

Nací, crecí y viví en La Habana hasta los 33 años. Creo que la soltura, la confianza y hasta el descaro de las fotos que hacía en La Habana se quedaron allí. Al menos es lo que siento ahora. Llegar a New York de pronto, sin haber salido de Cuba prácticamente, fue muy fuerte. La cantidad de cosas que tuve que aprender en diez meses, la cantidad de información, no solo visual. Estudiaba un curso tremendamente intenso, trabajaba para pagar la renta y los materiales de la escuela, hacía tareas, aprendía a vestirme, a mirar el pronóstico del tiempo porque de pronto podía llegar a mi renta con los zapatos y las medias encharcados en agua, aprendía a usar una lavadora en un laundry, a la vez lidiaba con una tristeza que no se me iba del cuerpo procesando la partida de Cuba, por otro lado con cargo de conciencia sintiendo que estaba haciendo todo mal porque había quien entendía que yo no debía haberme ido a estudiar a ICP. New York fue tortuoso, pero a la vez demasiado bello. No paré de hacer fotos, de todo tipo, en todo momento, y creo que ha sido una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida. No puedo definirlo con claridad todavía. Miami ha sido un lugar para aterrizar y procesar. Ahora es que estoy reconociendo y entendiendo muchas cosas. Mis procesos han cambiado indiscutiblemente o se han incorporado otros, las formas de pensar un trabajo, de estudiar, de proyectar. Todas las experiencias personales influyen en la manera de crear aunque hay una esencia que es constante.

¿Qué te ofreció el ICP de Nueva York que no podrías haber aprendido en otro lugar? ¿Recuerdas un momento en el que aprendieras algo crucial fuera de un aula o en un contexto considerado de aprendizaje no convencional?

ICP me ofreció New York. Yo no estudié fotografía ni arte en Cuba. Yo me gradué de ingeniería automática. Todo lo que aprendí de fotografía hasta llegar a ICP fue de manera no convencional. En ICP tuve acceso a equipos e instrumentos a los que de otra manera no hubiese tenido acceso nunca, sobre todo al cuarto oscuro y las cámaras. Y aprendí muchísimo de profesores como Alice Gabriner, Karen Marshall y Andrew Lichtenstein a quien recuerdo siempre diciendo: burn the boat. Aprendí cómo funciona la fotografía en el mundo real porque ya sabes que Cuba no es un país normal.

Tu serie Ningún lugar está lejos mezcla la entrevista, el archivo y el retrato. ¿Cómo surgió esa necesidad de trabajar desde lo íntimo y lo testimonial? ¿Cuáles fueron tus referentes más inmediatos para este proyecto? ¿Qué archivo estás construyendo aquí?

La serie la comencé en 2022 cuando llegué a New York. En la escuela nos pidieron definir un tema para trabajar durante todo el año. La asignatura principal se trataba de desarrollar un long term project. Entonces yo estaba atravesando ese momento difícil porque para mí no fue fácil irme de Cuba y dejar a mi mamá y a mis gatos y tenía eso en la cabeza todo el tiempo. Todo lo que dejé y lo poco que me había podido llevar. Anterior a este proyecto, en el año 2020 yo decidí que iba a emigrar y comencé a fotografiar todas las cosas que yo no quería olvidar, objetos que eran de mi padre, de mi familia, de mi infancia y que yo había tenido guardados en cajas durante años para “hacer algo con ellos”. Esa es una serie que se llama Recuerdos de otro tipo, que nunca terminé. Gané la beca en ICP y me fui. Entonces en New York se me ocurrió fotografiar los objetos que la gente se llevaba consigo al emigrar. Todo eso parte de algo muy personal. La entrevista y el retrato me parecen importantes porque me interesan las historias y las personas, de otra manera me parecía algo demasiado frío, que se quedara solo en la documentación y el archivo visual del objeto. Para mí es demasiado importante lo que se siente. Te puedo mencionar referentes como Hannah Arendt, Christian Boltanski, más recientemente Sophie Calle. 

Has participado en varias exhibiciones y tu obra se ha incluido en catálogos y/o fotolibros. ¿Puedes hablarnos de los distintos placeres de la edición, selección, y curaduría para estos diferentes formatos?

​Yo disfruto muchísimo el proceso de edición, no solo de mi trabajo, también el de los demás. En 2018 creé un perfil en instagram llamado Neutral Room donde todas las semanas publicaba el trabajo de fotógrafos cubanos, y ahí comencé a descubrir que me gustaba revisar y ordenar el trabajo de otros. Luego fui foto editora de la sección de fotografía de la revista El Estornudo durante cinco años. Fui prejurado del BarTur Photo Award en 2023. Han sido experiencias muy enriquecedoras. Para mí es más difícil hacer una edición de mis propias fotografías que de las de otros fotógrafos. A veces estoy tan adentro, tan cerca que tengo que tratar de alejarme un poco para poder trabajar con cierta lucidez. No es igual el proceso de selección para una pared que para un libro o una publicación digital donde se aprecia mayormente vertical. Es importante aprender a quitar, creo que es una de las cosas más difíciles de la edición. Secuenciar de manera que se logre una narrativa coherente, visualmente coherente, que fluya suave a la vista y que haga cortes cuando deseas provocar determinadas sensaciones o crear un caos de manera intencional. Me gusta jugar con las formas, las sombras, los colores, las transiciones, un interior, un exterior, la calma y la violencia, por poner ejemplos. En las paredes las dimensiones, en los libros cuales fotos logran enfrentarse de manera más potente. Son demasiados puntos a tener en cuenta pero indiscutiblemente es un mundo muy rico. 

En tus exhibiciones, el montaje parece extender el gesto fotográfico hacia la instalación. ¿Qué papel juegan la escala, el vacío, o el orden de las piezas en relación con la narrativa emocional del proyecto (Ningún lugar…)?

En la exposición Ningún lugar está lejos todo lo hice de manera muy intencional para intentar transmitir algo fuerte, que quizás sea lo mismo que yo siento y que aún no sé ponerlo en palabras. Voy a intentar describirte un poco mi idea. Hay un orden, la exposición comienza con la fotografía de un objeto que contiene dentro de sí un pedazo de sí mismo, un pedazo roto, que le falta pero que lo lleva dentro. Y para mí esa fotografía representa el concepto de la serie. Llegan las historias, personales, familiares representadas en dípticos, el hijo que trae la foto de su madre, que muere, la madre que trae los ombligos de sus hijos al nacer, hay vida y muerte y ciclos además de memoria, la foto a color de pronto rompe visualmente y viene algo distinto, los objetos. Las imágenes de los objetos son pequeñas pero son numerosas, hay que acercarse para poder ver bien cada detalle, y aquí pueden surgir interrogantes, recuerdos de historias propias. El espacio se rompe por una puerta que hay en la galería. Es como un punto y aparte en una composición. Un vacío. Se respira. Entonces aparece una foto de la tumba de mi gato, esa foto está impresa a escala real, es la única foto impresa a escala real de toda la exposición. Ese es mi dolor y quizás mi homenaje. El gato que traje de Cuba. Justo frente a esta pared, a la tumba, hay una columna donde hay una única foto de un objeto que debajo tiene una pequeña repisa donde se encuentra el propio objeto de la foto, una latica que contiene el pelo del mismo gato muerto. La exposición termina con una pared donde hay una fotografía de objeto considerablemente más grande que todas las demás. Es un dibujo realizado por Luis Manuel Otero Alcántara que fue uno de los objetos que trajo Camila Lobón junto al rosario que es la última fotografía de la exposición, el cuadro del rosario está caído, casi a la altura de cuando alguien se arrodilla para rezar. Yo estuve bastante tiempo medio en trance pensando en como quería hacerlo. Si me despertaba a las tres de la madrugada ahí me quedaba con los ojos cerrados imaginando las paredes de la galería y repasando mis fotos, moviéndolas de lugar, por un tiempo fue como una obsesión. Estoy satisfecha, cuatro días diferentes vi a distintas personas romper en llanto mirando mis fotos en la galería.

¿Por qué seguir apostando por la fotografía analógica en (o quizá por) el contexto actual que algunos críticos/creadores han denominado postfotográfico (sobresaturación de la imagen digital)?  

Me gustan los procesos y los resultados de la fotografía analógica. Mis últimos proyectos son un hibrido entre digital y analógico, estoy usando los dos constantemente. Me gusta probar cámaras, lentes, mezclar, inventar. Eso de postfotográfico nunca lo había oído.

En tu flujo de trabajo analógico, desde la captura o realización de la imagen hasta la copia final, ¿qué decisiones técnicas consideras más determinantes para la atmósfera de tus fotografías? (elección de película, lente, cámara, revelado, escaneo, ampliación, etc.).

En la fotografía analógica definitivamente el rollo, si quiero un rollo en blanco y negro que dé más ruido o uno que sea más limpio, por ejemplo. También la cámara, si voy a usar una cámara de medio formato o de 35mm. Cuando estaba en ICP revelaba mis propios rollos en blanco y negro y escaneaba yo misma todos mis negativos. Ahora lo mando a un laboratorio. He tenido que aprender a conformarme porque lo que viene de los laboratorios es bastante desastroso la mayoría de las veces. No he vuelto a ampliar desde que terminé la escuela, lo que estoy haciendo es escanear e imprimir digital. En algún momento quisiera poder comprarme mi propio scanner pero por ahora no puedo.

¿Cómo gestionas la conservación y el archivo físico de tus negativos y copias en un entorno cambiante como el de la migración? ¿Qué estrategias personales has desarrollado para proteger tu obra?

Cuando salí de Cuba tenía casi todos mis rollos sin revelar porque allá dependía de los amigos que a veces me lo hacían de favor. Me lo llevé todo cuando me fui, una bolsa llena de rollos y los negativos que ya tenía revelados. Tuve que viajar a Guyana para la entrevista en la embajada de Estados Unidos, en Cuba pedí que no me pasaran la bolsa con rollos por los rayos X, y tuve suerte de que quisieron hacer la revisión manual. Fue gracioso porque el perro cogió un rollo y se mandó a correr, jugando. Pero cuando fui a salir de Guyana en el aeropuerto no quisieron de ninguna manera hacer revisión manual, la jefa era una señora mayor que decía que no y que no y miraba la bolsa como si aquello fuera una cosa mala. Al final todos los rollos de ISO 800 o más se echaron a perder. Actualmente tengo todos mis negativos bastante organizados, cronológicamente o por proyecto. Los archivos escaneados en alta resolución y el trabajo digital intento mantenerlos actualizados en distintas fuentes de almacenamiento por seguridad. Es un trabajo que nunca termina, aún tengo una caja llena de rollos sin revelar en el refrigerador porque es caro y lo hago cuando puedo aunque a veces también lo hago cuando no puedo.

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Publicación fuente ‘Entretmas’