Ahmel Echevarría: Diálogo con María Cristina Fernández / La no pertenencia en la poesía

Este diálogo con María Cristina Fernández (Santiago de Cuba, 1970) se inscribe en el marco de la tercera edición de “La escritura de la ausencia” que, coordinado por Antihéroes Project, aconteció en el Sandrell Rivers Theater. Participaron también en el evento, Clayre Benzadón, Jubi Arriola-Headley y Mia Leonin.
Poesía, cuerpo, memoria resumen un encuentro donde el público quedó inmerso en lecturas irradiadas por el inglés o el español según la lengua materna del poeta.
“La lectura y su performatividad son un reto considerable para casi todo escritor, aunque trabaje con una buena dosis de memoria emotiva,trabajamos en silencio, en un campo casi abstracto de invocaciones y evocaciones”, nos dice Cristina.
“El momento de hacer contacto con la realidad de un receptor de cuerpo presente me hace crecer sobre mi arraigada timidez o el tono susurrante de mi voz. Retos que se convierten en pretensión de calar persuadiendo, de lograr que esa voz se convierta en un órgano sensorial más, (…) donde se degusta lo apelativo, o lo condenable, dentro del sinfín de emociones que pueden traspasar y dar vida a un texto”.
Cristina leyó fragmentos de sus libros Mandorla y Miracle Mile, que se desplazan entre la crudeza, la ironía y un lirismo que bordea lo sensorial; el devenir de sujetos marginales conecta con el de intelectuales y artistas.
¿Puede el poema ser rastro y refugio, y un espacio donde el duelo se comparte y se transforma?
“El poema ya es rastro por todo lo que lleva grabado de uno mismo y de tu visión del mundo, aunque ese mundo sea breve y perentorio. Lo de refugio es parte intrínseca de la escritura; acudimos a ella cuando casi todo lo demás nos falla”.
Insiste en que es “ambiciosa”, pretende “que un poema reúna en lo posible una cosmología que dibuje una identidad, aunque también pueda ser breve y perentoria”. “Leído en voz alta”, explica, “el poema se parece más a un ejercicio de comunión, de toma de conciencia entre los presentes. Una suerte de hipnosis colectiva, pero con propósitos nada sombríos”.
En Miracle…, entre otros personajes, aparece una food runner (una ocupación que consiste en entregar los pedidos de comida desde la cocina a las mesas de los clientes) ucraniana y ex-violinista, un lavaplatos exrecluso que de niño quiso ser astrónomo y el cocinero-pescador que desea encontrarse con un calamar gigante.
“Como en las sesiones espiritistas, estos personajes vienen a mí en ese instante: me emociono cuando puedo hacer partícipes a otros de estas vidas variopintas, que provocaron mi asombro en medio de la rutina del preparar y servir, que puede ser tediosa y crispante”.

Miracle…, según ella misma“el más visceraly autobiográfico de los dos cuadernos, es un desfile de esa variedad humana que se congrega en la cocina de un restaurante concurrido. Ahí convivieron ante mis ojos un camarero que cantaba el Happy Birthday en tono operístico y practicaba meditación trascendental, con un cocinero en línea que iba con un grillete a trabajar y había sido acusado (…) de tráfico de drogas y trata de blancas”. “Me identificaba”, agrega, “más con unos que con otros, de todos aprendí algo y tiene que ver con las infinitas maneras de soportar el roller coaster de las horas pico, ese rush de un restaurant corporativo, que dispara el cortisol ante una pantalla que se va llenando, y ese mundo que yo llamaba ‘la pecera’, donde los comensales sosegadamente se entregaban a su ritual del paladar apetente”.
Cristina parece construir una “topografía emocional” de Miami, sin adornos ni idealización.
“Frente a un público que mayoritariamente vive en esta ciudad y que además está conectado idiomáticamente a un nivel profundo, me siento en estado de fluidez total, asumo desde esa confianza, que entenderán todo o casi todo, pues escribo en gran medida para comunicar. (…) no me avergüenzo de los mundos que he pisado, de los caracteres encontrados en la marcha (…). Me alegra mucho ‘representarlos’, como si yo fuera algún abogado de causas perdidas pero ciertas. Aunque no soy ingenua, he podido sentir también, en medio de una audiencia, que hay alguien que no aprueba el mensaje. Y me alegra que ese otro esté ahí, y algo le roce de cerca, aunque lo expela”.
En Mandorla, la biblioteca es un escenario recurrente. “Varios de esos poemas están inspirados en seres con los que he tratado allí con cierta recurrencia, y me han contado (o he vislumbrado) lo particular de sus vidas. La biblioteca es un ‘escenario’ (…) donde represento un papel socialmente preestablecido, dado su ritmo más lento me ha permitido continuar leyendo a las personas tanto como a la letra impresa. Leer esos poemas a un público que quizás nunca ha reparado en esas vidas a la sombra de los estantes, es para mí una confabulación contra cierto statu quo que prefiere ignorarlos o extirparlos”.
A continuación, puntualiza, “también la poesía en este caso es un modo de tomarle el pulso a una sociedad rota, que no quiere ver sus excrecencias, sus fallas, aun cuando las tenga en abundancia”.
Para Cristina, “La escritura de la ausencia” es algo más que un evento de lectura. “En las tres ediciones en las que he participado he visto cómo los autores podemos dialogar con el público, incluso en la segunda edición la danza, la pintura, el video y el performance estuvieron presentes (…). Para un escritor es muy estimulante recibir un feedback inmediato. Las personas pueden ser más espontáneas cuando el contacto es directo”.
“Por ejemplo”, rememora, “la vez que alguien escuchó el poema ‘Sangre más sangre’ y me dijo que nunca más podría ordenar carne en un restaurante sin recordar la imagen del parrillero Steel que siguió trabajando luego de cortarse un dedo, y su sangre y la sangre del filete se mezclaron, pero no podía abandonar su puesto por no tener relevo”.
Sin duda alguna, Cristina se siente parte de “La escritura de la ausencia”.
“Soy la suma de una no pertenencia, dada mi condición de emigrante, o persona desplazada, que reconoce que no habrá inserción completa en este otro lado del mundo. Eso que pudiera ser una desventaja, también me acerca a quienes comparten un destino parecido. La ausencia es una fuerte presencia dependiendo de lo que hagas con ella”.
Publicación fuente ‘Artburst’
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