Antonio J. Molina: Enigma y sorpresa en exposición Dirube [1970]

Archivo | Artes visuales | 22 de agosto de 2025
©Cartel de la exposición de Dirube en el Museo de la Universidad

Recientemente escribimos sobre las enormes esculturas en concreto del artista Rolando López Dirube, hoy nos sorprende con una exposición en el Museo de la Universidad, de solo cuatro pequeñísimas obras, insignificantes por su tamaño, pero con aun mayor dimensión que otros monumentos de Dirube porque ellas son la síntesis intelectual de toda una vida, de toda una vocación que ha plasmado como pocos, la personalidad de este artista.

Antes que hacer comentarios sobre este acontecimiento –que seguramente será motivo de polémica, sino pública al menos en corrillos– prefiero oír al escultor. Esta muestra es un hecho poco frecuente, no ya en nuestro mundo artístico, sino en el devenir de nuestro concepto de lo que es y no es esa ocupación humana que llamamos Escultura.

Las pequeñas obras son tablas atadas, ínfima expresión material, las cuales están presididas por una foto de las manos atadas de López Dirube. Sobre la función de esa foto él nos dice: «La foto da la clave del enigma. El enigma es la propia escultura. No una escultura sino la escultura, en términos absolutos. Al llevar con el mayor vigor posible el análisis de lo escultórico, hasta llegar a cuestiones fundamentales, la materia que manipulaba no desapareció como ocurrió a Giacometti sino que se polarizó, se intencionó, en otras palabras, se volvió gesto, se volvió ademán…»

Entonces –le pregunto yo– ¿esa cuerda que ata tus manos acumulados, ni siquiera nos será como el hilo de Adriana que nos guiará en el laberinto de tus vivencias?

Dirube nos contesta que sus manos fueron atadas y posteriormente desatadas por sus propias manos. Se tomaron numerosas fotos del proceso, del ademan, y se seleccionó la más significativa. «Dejé establecida nos dice una cosa: al recurrir a la pantomima experimenté que el paso del gesto a la obra sólo mediaba un infinitesimal de creatividad escultórica. Ese instante fugaz no es el origen de mis obras: son las obras mismas».

Yo quiero captar el meollo de esas pequeñas esculturas de Dirube, su médula. El nos dice: «Mi trabajo no es vender madera ni sudor artesanales a forzar la materia a formas pre-concebidas siguiendo cánones de una estética que se desintegra; por el contrario quiero bombardear, si cabe la expresión, sectores íntimos de mi comprensión, de mi experiencia con las cosas…»

¿Quiero esto decir –pregunto al artista– que estas obras dan testimonio de una investigación sistemática puramente intelectual de lo escultórico?

«Tal vez sí –apunta– pero hay más que eso. Al desterrar la fantasía del método escultórico aparece la imaginación a sustituirla y del mismo modo al sustituir las formas en madera por «madera simplemente» la forma deviene en gesto… y el gesto en manos. Aquí se cierra el círculo completo de que hablábamos de atarse y desatarse las manos».

Para Dirube la escultura es un hacer y deshacer. Separar las partes de un todo o formar un todo de las partes. Ahí radica el énfasis que le dá al ademán que es expresión de un sentimiento a través de un movimiento del cuerpo. Ese movimiento queda impreso en la materia que se manipula (madera, bronce, hierro, cemento). No es un gesto accidental sino voluntario, ni intelectual sino emotivo.

Nos cuenta que hace doce años realizó cerca de veinte piezas, en su estudio de La Habana, que nunca fueron expuestas. Después de llegar a Puerto Rico, hace nueve años hizo las que ahora expone. En el transcurso del tiempo ha ido acumulando muchos proyectos de ese tipo de obras. Por eso se decidió exhibir el primer grupo que había construido en Puerto Rico.

¿De Puerto Rico habrá alguien que recuerde esta exposición?

Publicación fuente ‘El Mundo’, Puerto Rico, agosto, 1970.