Roberto Ruiz Rebo: Entrevista a Carlos A. Aguilera / ‘Creo que hemos retrocedido un par de siglos’

Autores | Diáspora(s) | 25 de agosto de 2025
©C. A. Aguilera en Barcelona, 2024 / Archivo personal

La caída del Muro de Berlín sacudió al mundo, y, en Cuba, los cimientos del castrismo no salieron ilesos de tal Armagedón político. Los jóvenes nacidos y formados bajo la doctrina del marxismo criollo, los mismos que habían coreado las consignas fidelistas con uniforme y pañoleta, habían comenzado a desafiar, o al menos cuestionar el relato totalitario. En los años 90, Carlos A. Aguilera, fue uno de los primeros en protagonizar aquel desafío a la literatura oficial y promover un espacio de libertad y pluralismo. Nacido en La Habana en 1970, el escritor cubano funda, junto a un grupo de intelectuales y creadores de su tiempo, el Grupo Diáspora(s), que dirigía una fuerte crítica al realismo socialista y a las normas impuestas por el régimen, apuntaladas hasta la saciedad en aquel momento. Diáspora(s) abría con ello un espacio para el debate intelectual, la crítica y la experimentación. A través de su revista, publicaciones y actividades promovieron también reflexiones sobre el nacionalismo cubano y su relación con la identidad y el exilio.

Desde su adolescencia, Carlos Alberto había estado involucrado en la literatura y la poesía, lo que le dio la medida de que dentro de los cánones implantados por el régimen, había poco espacio para la experimentación, fue precisamente el rompimiento con aquellos cánones lo que le permitió ganar el Premio David de Poesía en 1995 por su obra Retrato de A. Hooper y su esposa que explora la alienación, la incomunicación y las complejidades de las relaciones humanas. Un año más tarde, obtiene el Premio Calendario por su obra Das Kapital en el que expone las tensiones entre poesía y política, reflexionando sobre el aislamiento y la valentía de los poetas bajo regímenes totalitarios.

En un espacio de crisis económica y social profunda, en un ambiente de hostigamientos y amenazas, el exilio fue, tal vez para Aguilera, una buena forma de supervivencia intelectual, y como ocurre siempre, irse nunca significa una huida física, aunque se tenga que vagar por ciudades distantes del terruño que nos vio nacer.

Praga, una ciudad hermosa como pocas, es la nueva casa de mi entrevistado, este poeta que, aunque quiera negarlo, no ha dejado de crecer y pensar en engrandecer la literatura que por derecho propio le pertenece. FluXus e InCUBAdora son dos proyectos que defiende y sostiene para promover lo que siempre ha defendido. Desde la plataforma digital InCUBAdora, Aguilera promueve la literatura cubana contemporánea ofreciendo recursos como e-books, un premio de novela y apoyo a la sociedad civil y cultural cubana. FluXus es una colección editorial que explora la intersección entre visualidades, sociología y política, enfocándose en movimientos artísticos que desafían las convenciones establecidas. 

En definitiva, la trayectoria de Carlos A. Aguilera evidencia la fuerza transformadora de la literatura cuando se ejerce al margen de dogmas y restricciones. Su obra y su participación en Diáspora(s) encarnan el impulso de quienes, aún en circunstancias adversas, se empeñan en dinamitar los límites impuestos, reivindicando la imaginación y la crítica como formas esenciales de resistencia. El diálogo constante entre la memoria, la identidad y la experimentación no solo desafía las convenciones literarias, sino que invita a repensar el lugar de la cultura en contextos de vigilancia y censura. Así, la voz de Aguilera y de su generación persiste como una grieta luminosa en el muro de los discursos oficiales, recordándonos que la verdadera literatura se construye en el espacio de la duda, la rebeldía y la apertura a lo imprevisible.

En la década del 90, Cuba entró en una profunda crisis económica que afectó a toda la sociedad y provocó una desintegración de los referentes ideológicos de aquel momento que ya habían entrado en quiebra por la caída del Muro de Berlín, es dentro de ese contexto que aparece tu obra Retrato de A. Hooper y su esposa, que te valió un premio David. ¿En qué medida crees que haya influido aquel momento en tus circunstancias personales para la creación de una obra de ruptura como esa?

Posiblemente en todo, aunque en aquel momento viviera esa “influencia” de manera más inconsciente. El país había entrado en su grado cero de despotismo, con una reducción drástica de todo lo que consideramos elemental para la vida, y supongo que esa circunstancia más el deseo constante de encontrar soluciones dentro de una literatura y una tradición que yo entendía como obsoletas, hicieron que primero escribiera los textos de un pequeño libro que se llamó Das Kapital y, a posteriori, el de Retrato de A. Hooper y su esposa, libros que intentaban apartarse ‒quizá de manera radical‒ de lo que entendíamos por poesía en aquel momento.

A estas alturas tengo que decir que, aunque creo que esa “diferencia” no la logré (uno siempre se queda un poco por debajo de lo que en realidad desea), ese impulso (el de apartarme de cierta formulación general) me ha ayudado hasta hoy a escribir mis libros, a explorar e implotar los géneros, a buscar zonas poco frecuentes en la escritura cubana.

Tu nombre aparece ligado al colectivo literario y artístico Diáspora(s), que introdujo en el panorama del arte y la literatura cubana de la década del 90, a un movimiento que desafiaba la estética oficial. ¿Cómo surge este colectivo, qué presupuestos ideológicos enarbolaba y qué pretendía con su trabajo?

Pretendíamos, de manera simbólica, dar un golpe de estado a la literatura cubana. Una literatura que contaba con ministerios, instituciones, académicos, imprentas, linotipistas, secretarios, correctores, agentes y muñecones como López Sacha, Carlos Martí o Abel Prieto, que aunque a veces se ponían el saco del censor bueno, todo el mundo sabía que también eran policías malos: malos, malos, muy malos. Y contra ese Mal era que nos rebelábamos. Un Mal que tenía todo el tamaño de Cuba –que en el mundo literatura era más o menos del mismo tamaño de la UNEAC–, y que tenía políticas culturales, injusticias, ninguneos y prohibiciones, sobre todo esto último: muchas prohibiciones. Por esta razón fue que hicimos la revista (y dimos charlas e hicimos performances e hicimos nuestras propias traducciones…), sin ningún tipo de permiso institucional y con muchísimo trabajo, y por esa razón fue que intervenimos la esfera pública repensando todo ese sistema opresivo, casi carcelario, en que se encontraba la literatura del país, donde la visibilidad siempre estaba condicionada por tu silencio o por tu adherencia a los dispositivos de poder.

Diáspora(s), para decirlo rápido, fue un torpedo contra el fascismo cultural y político cubano. Un torpedo que abrió un hueco que aún hoy, creo, continúa funcionando.

Tu segundo apellido, Chang, me recuerda que tus ancestros pertenecieron a la emigración asiática que ha dejado huellas profundas en la cultura cubana. Y precisamente, una de tus obras lleva como nombre Teoría del alma china. ¿Cuánto hay de tu formación y de tu herencia cultural en una obra literaria como esa, que medita sobre la memoria y el totalitarismo?

Teoría del alma china es el resultado de muchos libros y películas y documentales que fui leyendo y viendo con el tiempo. Pero no es una China real. Ni familiar. Ni histórica. Ni geográfica. Es una China ficticia, caricaturesca a veces, socarrona siempre, donde el estereotipo China, ese gran estereotipo que tenemos en Occidente de todo lo oriental, es desmontado a partir del intento de construir una novela a partir de varios relatos lúdicos y políticos. Relatos que no solo se superponen a la China verdadera (una China Potemkin siempre será más real que cualquier China verdadera), sino que levanta biografías y sucesos que reaccionan contra el adentro esquizo de cualquier tradición, contra el realismo bobo de los libros de viaje y las novelitas históricas o exóticas.

Se ha dicho que tus obras no ofrecen al lector el terreno cómodo de un aliado, sino que lo sitúan en un campo de batalla donde al final encuentra más preguntas que respuestas. ¿Eres un provocador que busca inquietar a tus lectores con sus metáforas y laberintos semánticos, o es esta una percepción equivocada?

No me veo como un provocador. Para provocar habría que ser un vanguardista (como los artistas del Dadá o el surrealismo…, o como John Cage, que salía haciendo música preparada en los años cincuenta en la televisión norteamericana), y yo no tengo ese espíritu. Los performances y videos y “lecturas procesuales” que he hecho responden casi a una sacralidad enferma con la escritura. A una sacralidad negativa, obsesa, biliosa, por decirlo así, donde el rizoma y el deseo de atravesar otros espacios son las únicas salidas viables al aburrimiento crónico que descubro en casi todo. Pero, repito, nunca he intentado provocar a nadie. Soy demasiado tímido para eso.

¿Qué son la plataforma InCUBAdora, y tu proyecto transdisciplinario FluXus, y qué papel están jugando entre los escritores y artistas cubanos que están en el exilio? ¿Tienes otros proyectos entre manos?

InCUBAdora es un archivo: un archivo que reúne textos imprescindibles para acceder a una zona compleja y muchas veces inactual de la realidad cubana. Un archivo de textos culturales, políticos, históricos, antropológicos. Textos que a veces son muy largos y a veces tiene un solo párrafo, pero que siempre te ayudan a situarte en el constructo Cuba con suficiente información y rapidez. Muchos textos incluso puedes descargarlos en PDF, cosa que dinamiza la relación con los lectores, sobre todo los de adentro de la isla, que siempre tienen demasiado poca conectividad y necesitan operar rápido dentro de ese monstruo colmilludo que es la Web. Y a la vez inCUBAdora es un propulsor de contenidos. Generamos concursos, dosieres, libros, ebooks, discusiones, entrevistas. Es decir, intentamos bombearle sangre a esa Cuba que lleva más de sesenta años muerta.

FluXus es otra cosa, aunque forma parte de lo mismo. Es una colección de arte que InCUBAdora hace junto a la plataforma editorial Rialta, y desde ella intentamos construir artefactos que narren de otra manera la subjetividad de un artista. De ahí que siempre se escoja una o dos series de cada uno, y generalmente exista una entrevista, un estudio especializado, imágenes, precisiones cronológicas, etc. La idea es darle cuerpo a zonas muy específicas de los artistas escogidos.

Siendo estos proyectos receptores de la cultura cubana, ¿cómo ves la salud de la literatura y la cultura en el exilio?

Mejor que hace unos años, pero en la cuerda floja, como siempre. Se trabaja con mucha inseguridad de cara al futuro. Y por otra parte cada vez es más difícil construir cierta visibilidad. Es paradójico: en la era de las redes sociales, de las interfaces entre cerebro y computadora, de los viajes a Marte, de la odontogénesis de nuevo tipo, cada vez es más “complejo” hacer un producto visible y que logre dialogar con diferentes gremios.

“Nadie se libera del trauma: ni los que fuimos adoctrinados, ni los que fueron sus verdugos. El sistema lo tragó todo: lengua, amor, familia, respiración”. ¿Es esta frase tuya? ¿A quiénes retrata esta denuncia? ¿Desde el punto de vista político, te consideras un disidente?

Desde el punto de vista político sí. Disiento del castrismo y de todos los ismos que no respeten en primera instancia la separación de poderes, que para mí es la base de cualquier tipo de elementalidad política. Y por supuesto, disiento de cualquier régimen (pseudodictatorial o pseudodemocrático) que no respete el amplio espectro de la sociedad civil y los derechos de cualquier persona, ciudadana o no.

¿Para ti qué ha significado emigrar a una ciudad tan distante de la salsa y la gozadera criolla como Praga? ¿Qué impacto ha tenido en tu obra?

Antes de llegar a Praga viví más de diez años entre Alemania y Austria, en ciudades tan poco criollas como Dresde, Bonn, Hannover, Graz y Frankfurt, así que llegué a Praga ya reensamblado por Europa. Pero para ser del todo sincero, nada me molestaba más en Cuba que el ruido espantoso y el calor constante, las fajazones de los vecinos con machetes y sin machetes, los apagones, la falta de agua, la chusmería, la musiquita del noticiero y las ratas, para no hablar de lo que ya todo el mundo sabe: el régimen, el CDR, el control al que uno se siente sometido, etc. Así que de extrañar, poco. Más bien me alegro de estar lejos de todo aquel infierno de canciones de Elio Revé y su Charangón a toda hora.

¿Cómo ves el futuro de la literatura y las artes cubanas en medio de tanta política errónea y el crecimiento de la banalización de la cultura en las redes sociales?

Brillante, para no decir esplendoroso.

Vivimos en una época convulsa en la que una vez más la guerra se nos presenta como terrible alternativa a la solución de los nuevos retos que tiene la humanidad. El miedo al desarrollo de inteligencia artificial ahora ha sido desplazado por el temor a las bombas y a la estupidez humana. ¿Piensas que vamos hacia adelante o que vamos a una debacle absoluta de todo lo que hasta ahora ha creado la humanidad como sugieren algunos?

Creo que hemos retrocedido un par de siglos, tanto ideológica como éticamente. Creo que el populismo y la política como reality show ha ido atravesándolo todo y convirtiendo cualquier tipo de discusión sobre derechos públicos e individuales en un gran meme, lo que al final será perjudicial para el ciudadano de a pie (es decir, todos nosotros). Cuando uno mira, por ejemplo, los cuadros de George Grosz, aquellos trozos de realidad de los años veinte y treinta que pintaba, se da cuenta que son muy contemporáneos. Sigue estando el gordo neo-capitalista llevándoselo todo. Siguen los muertos y el hambre y la caricatura por todas partes. Siguen los mutilados, aunque ahora sean inválidos sobre todo ideológicos que sacralizan aún la izquierda y la derecha –esa confrontación tan castrista. Sigue el miedo. Y lo que es peor –y esto es algo que por desgracia sabemos bien los cubanos‒ continúa el nacionalismo disfrazándose de gran verdad, de absoluta veritas, de Don. Y el nacionalismo es el gran enemigo. El enemigo más enemigo de todos los enemigos. Toda la desgracia de la humanidad, por lo menos desde la destrucción del imperio austrohúngaro, viene de ahí.

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[*] Esta entrevista pertenece al libro La Cuba que nos habita, libro de Roberto Ruiz Rebo publicado por Ediciones Exodus en 2025.