José M. Fernández Pequeño: Felo Ramírez en Cuba [Tercera parte: Mejor no hablamos de finales felices]

Entre agosto de 1952, cuando se hizo público su contrato “confidencial” con CMQ y estalló el escándalo, hasta agosto de 1953 corrió el peor año de Felo Ramírez en Cuba. Ya había decidido aceptar un contrato en Nicaragua, cuando Gaspar Pumarejo asomó otra vez su rostro grueso, sonriente, jodedor.
Esta era la situación. En febrero de 1953, la Federación de Radioemisoras de Cuba convenció a sus miembros de no comprar el permiso para cubrir el próximo torneo invernal de béisbol a menos que la Liga Profesional detuviera el continuo incremento de su costo, que había llegado en el campeonato 1952-1953 a 165 000 pesos. Convencido de que el boicot era una jugada del Circuito CMQ en busca de ventajas para sus negocios, en el mes de agosto Pumarejo retiró a Cadena Azul de la Federación e hizo una oferta independiente: 165 000 pesos por la transmisión radial y 120 000 por los derechos de televisión, en ambos casos de forma exclusiva. La Liga, que ya desesperaba ante la ausencia de propuestas, aceptó más que complacida.
El señor Abel Mestre, ejecutivo de Radiocentro y presidente de la Federación de Radioemisoras de Cuba, no demoró en hacer pública una carta de protesta, a la que Pumarejo respondió, también públicamente, con la incisiva ironía que se destina a los rivales demasiado previsibles: prometió renunciar a la exclusividad que acababa de adquirir si CMQ estaba de acuerdo en renunciar a sus exclusividades en el boxeo, la pelota amateur y la Liga de la Florida… “Si no lo está, espero que el señor Abel Mestre, que tan altas ofertas hizo al señor Felo Ramírez [en 1952], sintonice la Cadena Azul para escuchar los juegos de la pelota del próximo campeonato en la voz de su narrador favorito, que lo es también del pueblo cubano” (Bohemia, 6 de septiembre de 1953). El bayamés estaba de regreso y a lo grande: en febrero de 1954, Cadena Azul había subido de 1.72 a 2.95 en las encuestas de audiencia y no creo necesario señalar quién fue elegido mejor narrador de deportes en Cuba durante 1953.
La cobertura de ese torneo también zanjó definitivamente las diferencias entre Felo y Amadeo Barletta. Con Unión Radio narró el bayamés los campeonatos profesionales de 1954 a 1957, en los que el entusiasmo del público y el crecimiento financiero de la pelota profesional cubana sufrió un acelerado proceso de deterioro, a medida que la situación política del país se agravaba y la opción de lucha armada ganaba enteros. Exactamente el 4 de diciembre de 1955, se produjo un acontecimiento que ejemplifica muy bien la tensión política que se vivía, y en esa ocasión Felo Ramírez resultó un inesperado protagonista.
Era domingo y había doble juego en el Gran Estadio de La Habana. A primera hora se encontraron sobre el terreno Cienfuegos (líder del torneo) y Marianao. El segundo turno correspondió a Habana y Almendares, un partido que había levantado muchas expectativas por la rivalidad de siempre y porque el Habana anunció para abrir al velocísimo Vinagre Mizell, quien había sido un verdugo de los azules a lo largo del campeonato y terminaría imponiendo un fabuloso récord de ponches para el evento. En el cuarto inning de ese segundo juego, cerca de veinte estudiantes universitarios saltaron al terreno por la banda de tercera con una tela que pedía libertad para sus compañeros presos. No era la primera vez que los de la FEU interrumpían un partido de la Liga, la última había sido el 17 de octubre de 1954, poco más de un año antes, pero en esta ocasión los ánimos eran otros y un numeroso grupo de policías salió a enfrentarlos, los acorraló y golpeó ante la protesta del público presente.
Si Felo Ramírez se hubiera ido a trabajar en CMQ a finales de 1952, como ha escrito tanto periodista, su voz nunca habría sido escuchada esa tarde porque la empresa de los hermanos Mestre detuvo su transmisión radial, puso en blanco la pantalla del canal 6 y apagó el audio. Pero el de Bayamo estaba con Unión Radio, cuyo canal 4 mostró para toda Cuba lo que ocurría, mientras la emisora radial no solo siguió en el aire, sino que sus narradores describieron los sucesos con sobrada indignación:
René Molina: La policía arremete contra ellos, que están contra las vallas de los files… Están sentados, están de rodillas… ¡Los están golpeando, los están pateando!
Felo Ramírez: ¡Es un espectáculo bochornoso! ¡Esto no tiene nombre!
He tomado lo anterior de la revista Bohemia (11 de diciembre de 1955), cuya sección “En Cuba” publicó un detallado resumen de cuanto ocurrió aquella tarde en el Gran Estadio de La Habana, un suceso que los periodistas, historiadores y cineastas “revolucionarios” se encargarían de evocar luego de 1959 con harta frecuencia… callando los nombres de Felo, René Molina y Orlando Sánchez Diago, quienes marcharon al exilio en los primeros años sesenta, huyendo del socialismo a lo Fidel Castro.

A medida que se fue agravando la situación política del país y la opción violenta se adueñó de las ciudades cubanas, la pelota profesional vio también cómo su crisis de público se ahondaba. Las asistencias al Estadio del Cerro descendieron drásticamente, los equipos de las ligas profesionales en Estados Unidos eran reticentes a dar permiso para que sus peloteros jugaran en Cuba y muchas luminarias de otros países preferían no viajar a la isla. Tampoco los medios mostraban el entusiasmo de antes para transmitir los juegos, en la misma medida que la audiencia no respondía como lo había hecho durante la pasada década. En la sección deportiva de la revista Bohemia (15 de enero de 1956) puede leerse: “Las transmisiones de la pelota profesional, que años atrás lograban interesar a grandes núcleos de oyentes, ya no demuestran poseer la atracción de entonces. La más sintonizada de este tipo es la de Unión Radio, que logra acumular 6.51, y es la que tiene a Felo Ramírez de narrador y a René Molina de comentarista. Estos, por lo que se ve, siguen siendo los favoritos de los escuchas”.
En términos deportivos, la masiva atención del público y los medios se desplazaba cada vez más hacia el boxeo. La llegada de la televisión al país levantó un verdadero furor por el pugilismo, algo que ya en marzo de 1955 las encuestas señalaban con mucha precisión y que describía un artículo publicado por Bohemia (13 de marzo de 1955 y seguramente escrito por Eladio Secades):
“Antes del video, para que la simpatía de una figura del cuadrilátero cruzase la frontera del propio deporte para llegar a todos los hogares, era necesario el acontecimiento artístico de un Kid Chocolate. Ahora las madres cubanas con la mayor naturalidad del mundo hablan del ‘punch’ de ‘La Plancha’, cuentan y deploran las heridas de Puppy, las señoritas de la casa quisieran ver al zurdo Echeverría frente a Ciro Moracén, y tengan ustedes la seguridad absoluta de que, si se suspendieran de pronto las transmisiones de boxeo de cada sábado, iba a producirse un movimiento de protesta casi nacional…”
La situación continuó ahondándose hasta desembocar en la década del sesenta. Si el 15 de abril de 1959 una multitud rompió las rejas del Coliseo, tres mil personas entraron a la fuerza en un recinto ya repleto, mientras otras ocho mil quedaron afuera, sin posibilidades de ver el nocaut consecutivo número 15 de Florentino Fernández, el 27 de diciembre de ese año el propio Eladio Secades se lamentaba en la revista Bohemia: “El Stadium del Cerro, que entonces [de 1946 al inicio de los primeros años cincuenta] parecía demasiado pequeño, hoy resulta demasiado grande… En algunas ocasiones se enfrentan las novenas que discuten el primer lugar y el número de espectadores no llega a dos mil”.
¿Por qué el descenso en el interés por el béisbol profesional cubano no afectó, sino todo lo contrario, la carrera de Felo Ramírez? Pues porque a medida que maduraba su oficio, el de Bayamo también se fue diversificado, al mismo ritmo que la oferta deportiva en Cuba (tanto amateur como profesional) se ampliaba. Su presencia continua en La Cabalgata Gillette le garantizaba ser escuchado por gran parte de América Latina y, a la altura de los años cincuenta, calificaba entre los mejores narradores de boxeo en español. Su voz era permanente no solo allí donde peleara algún pugilista cubano de renombre, sino también en la descripción de las peleas por las fajas mundiales que se escenificaban en los Estados Unidos. De hecho, hasta 1961, fueron él y Cuco Conde los promotores de esos carteles boxísticos que, como se ha dicho ya, suscitaban tanta pasión en el público cubano.
Esa preeminencia nacional e internacional quedó reconocida cuando en agosto de 1956 la agencia publicitaria MacCann-Erickson, con sede en Nueva York y oficinas en medio mundo, ofreció a Felo Ramírez un contrato de 2 500 pesos mensuales para que narrara los eventos deportivos a través del Circuito Nacional Cubano, un conjunto de 12 emisoras nacionales. Le acompañaba, cómo no, René Molina, y esta vez la salida de Unión Radio no pudo ser más amistosa. Barletta decidió pagarles los dos meses de contrato que les restaban en Unión Radio para que la audiencia se fuera acostumbrando a sus sustitutos, Orlando Sánchez Diago y Rubén Rodríguez, antes de que comenzara el campeonato profesional de ese año.
Y llegó 1957.
El Circuito CMQ había intentado en varias ocasiones desde 1950 hacerse con los derechos exclusivos para transmitir el torneo profesional del béisbol cubano. Lo logró por fin en abril de 1957, cuando la Liga (sin duda agobiada por el descenso en la audiencia del béisbol y, consecuentemente, en el interés de las antes tan ansiosas emisoras) aceptó su propuesta de 1 200 000 pesos para cubrir el campeonato durante el próximo quinquenio, tanto en radio como en televisión. Mientras esto ocurría, Felo estaba envuelto en una aventura que el bayamés recordó siempre con una inmensa y pícara satisfacción: reinventar juegos de las Grandes Ligas a través de Radio Aeropuerto (antigua Radio Cadena Suaritos). Felo sentía verdadera pasión por ese trabajo, que liberaba su creatividad e imaginación. “Al principio lo hacíamos pirateando la transmisión de la emisora de las Fuerzas Armadas [me contó sin dejar de reír]; alguien me traducía la narración del inglés y yo reinventaba el juego agregando los detalles que me parecían más convincentes. Luego empezamos a usar el cable de Western Union, por donde nos llegaban las jugadas. Lo mejor venía cuando se perdía la transmisión o se detenían los mensajes del cable porque entonces había que sostener la historia a como diera lugar. Ahora, si se necesitaba agilidad mental para narrar la pelota de esa forma… ¡imagínate cuando era una pelea de boxeo!” Que el público disfrutaba el resultado de esas recreaciones lo demostró el survey radial de ese año, que certificó el vertiginoso ascenso (“como la espuma”, según la prensa) en la audiencia de Radio Aeropuerto, “a pesar de lo reciente de su nueva programación”.
Y en octubre, como siempre, arrancó el torneo invernal del béisbol cubano 1957-1958. Dueño exclusivo de las transmisiones, el Circuito CMQ había exigido cuotas altísimas a los anunciantes y, para agregar algo más de dinero, subarrendó a Unión Radio por 40 000 pesos el derecho de cobertura radial. Otra vez, el contrato incluía una cláusula mediante la cual los Mestre se reservaban la potestad de aprobar o no a los narradores que pudiera presentar Unión Radio. No era necesario citar nombres. “Se sabía que Felo Ramírez, el narrador deportivo que en los últimos años había acaparado los más altos ratings, no era persona grata en los dominios de CMQ”, consigna Bohemia (17 de noviembre de 1957) en su sección Tele-Radiolandia.
Y la jugada salió mal otra vez para el imperio CMQ. A principios de noviembre, cuando el torneo cumplía apenas su primer mes, una encuesta independiente demostró que 9 de cada 10 aficionados cubanos seguían el campeonato a través de Unión Radio. Como era de esperar, los anunciantes pusieron el grito en el cielo. “Y fue entonces que la altivez recibió vacaciones [continúa Bohemia]. Felo Ramírez, pese a todo, fue llamado a la carrera e introducido en uno de los refrigerados despachos del cuarto piso de Radiocentro. Él era el único que podía realizar el milagro de atraer a los oyentes perdidos”. Y así ocurrió: el nacido en Bayamo logró revertir los ratings de audiencia en favor de CMQ, un hecho del que se iba a mostrar orgulloso hasta el día de su muerte y que le ganó el premio de mejor narrador deportivo en la radio cubana entre septiembre de 1957 y el mismo mes de 1958, otorgado por la Crónica Tele Radial Diaria cubana. Así tituló (y concluyó) Bohemia la nota informativa que he venido citando: “David venció a Goliath”.

Son esos los hechos que han sido contados muchas veces (y de forma inexacta) como ocurridos en 1952.
Finalizado el torneo invernal, en febrero de 1958, el cronista bayamés regresó a su contrato con MacCann-Erickson, que terminó en agosto de ese año y lo dejó libre para firmar, entonces de forma directa, con el Circuito CMQ. Fue un hecho curioso porque los de Radiocentro estaban inmersos por entonces en una verdadera ola de despidos motivada por la crisis del país. Pero no olvidemos que los Mestre habían comprado la transmisión exclusiva del torneo profesional cubano (igual que las transmisiones del boxeo y de la Liga Internacional de Triple A, donde jugaban los Cubans Sugar Kings) y no estaban dispuestos a vivir otra situación como la sufrida el año anterior. En una amplia información de Carteles (3 de agosto de 1958) sobre los despidos de Fernandito Menéndez y Gabino Delgado por parte de CMQ, el último de ellos responde de este modo a las alegadas razones económicas que motivaban su cesantía:
“¿Economías? Pero ¿qué clase de economías son las de ustedes? Me eliminan a mí que gano 600 pesos y hace 15 años que trabajo en la empresa y tienen firmado a Felo Ramírez por dos años con el triple del sueldo mío”.
El Circuito CMQ propició que Felo Ramírez y Cuco Conde volvieran a narrar juntos, como en los viejos tiempo de la COCO, solo que ahora el de Bayamo era el más reconocido narrador deportivo cubano y una voz establecida dentro y fuera de Cuba. Juntos organizaron carteles boxísticos que movían multitudes de aficionados y narraron los más importantes eventos deportivos de esos años. Juntos estaban cuando en septiembre de 1960 la empresa fue definitivamente nacionalizada por el gobierno cubano, tras una larga agonía que incluyó la progresiva salida del país de los hermanos Mestre.
El destino de Felo Ramírez también quedó echado con el triunfo revolucionario de 1959. Él nunca se engañó respecto al rumbo que tomaría el nuevo líder político del país y tampoco los recién estrenados gobernantes se engañaron sobre la posibilidad de atraerlo para su causa. Ni a él, ni al resto de los más conocidos narradores deportivos cubanos de la época, de los cuales solo Rubén Rodríguez permaneció en el país. En febrero de 1959, cuando la revolución triunfante no cumplía aún dos meses, Felo viajó a Venezuela invitado por Radio Caracas Televisión para narrar la Serie del Caribe, en lo que se me ocurre fue un temprano ensayo del recurso que, propiciado por su amigo Musiú Lacavalerie, utilizaría dos años más tarde para abandonar la isla acompañado de su esposa.
Mientras estuvo en Cuba, nunca dejó Felo de trabajar ni de recibir el reconocimiento del público y la prensa, pero cada paso del gobierno revolucionario era un cerrojo que se echaba sobre el universo económico y social en el que había crecido hasta hacerse un espacio en el éxito: la nacionalización de los medios de comunicación, el doble discurso acerca del deporte profesional, la progresiva implantación de medidas para coartar la independencia económica de los cubanos… Tampoco faltaron las provocaciones de los nuevos jerarcas: “Entraban a la casa que habíamos construido en el Nuevo Vedado cuando Fela y yo no estábamos… no para robar. Nos rompían la ropa y dañaban cosas, todo para que supiéramos cuán de cerca éramos vigilados y cuán indefensos estábamos frente al nuevo poder”, me contó en 2014.
En noviembre de 1961 viajó a Venezuela con su esposa para cumplir una invitación de trabajo cursada otra vez por Radio Caracas Televisión y nunca volvería a vivir en su país natal. Tenía 38 años y estaba comenzando un exilio que sobrepasaría el medio siglo, hasta su muerte en 2017.
En Venezuela solo permaneció unos meses. Concluido el torneo de béisbol invernal venezolano, en febrero, la directiva de los Leones de Caracas lo invitó a la Serie Intercontinental de Béisbol, que acogió Puerto Rico ese año para sustituir a la Serie del Caribe. En San Juan recibió una oferta de trabajo, que aceptó, y fijó en Puerto Rico su hogar por 31 años, mientras se movía para narrar en diferentes países de América Latina. Hasta que los Marlins de la Florida debutaron en Grandes Ligas y fue llamado para ser su narrador radial, por lo que se radicó en Miami y allí, un día de 2001, recibió la noticia de que sería exaltado al Salón de la Fama de Cooperstown.

Cincuenta y cinco años en total desde aquel 1961, una historia que espera por investigadores y periodistas curiosos, dispuestos a separar la verdad de la anécdota. Felo y sus más de setenta años narrando deportes lo merecen, como lo merece tanto valor cubano que un día se vio obligado a dejarlo todo en su país y labrarse otro derrotero con la única ayuda de su talento y su empeño, a menos que… Hay en mi novela “Y la noche doblaba por tercera” un personaje que confiesa a Mello Domínguez (alter ego de Felo Ramírez): “A lo mejor me equivoqué. A lo mejor nuestro exilio es solo una forma de muerte blanda”. Y no hay muerte tan definitiva como la desmemoria.
[*] Para ir a la Primera Parte de este artículo… // Y para ir a la Segunda Parte…
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