Los Bookish: Entrevista a Efraín Rodríguez Santana / ‘Mi novela se sumerge en el interior de esa entidad de poderes absolutos’

Autores | 27 de octubre de 2025
©Portada de ‘Mi último viaje en Lada’ en Casa Vacía

En Mi último viaje en Lada  (Casa Vacía, 2025), Efraín Rodríguez Santana (Cuba, 1953) convierte la ruina habanera en un teatro de la memoria, donde los personajes —poetas, exreclusos, agentes del Ministerio del Interior, sombras del pasado revolucionario— dialogan bajo la corrosión del salitre y el delirio de la sospecha. El libro, primer volumen de la Trilogía de Quinta Avenida, despliega una trama policial y existencial a la vez: el robo de cuadros emblemáticos de la vanguardia cubana sirve de detonante para una indagación sobre la culpa, la vigilancia y la degradación moral de un país que ha aprendido a sobrevivir entre la parodia y el miedo. En una red de coincidencias y retornos, la novela persigue una verdad que nunca se deja atrapar, como si el crimen y la literatura fuesen, en el fondo, versiones de la misma fábula inconclusa. En este diálogo, el autor revela los rastros de esa fábula y las zonas de sombra que la sostienen.

Mi último viaje en Lada combina elementos de thriller político y novela negra con un trasfondo habanero vívidamente retratado, durante el llamado Período Especial. ¿Qué te atrajo inicialmente a explorar las intersecciones del crimen, el poder estatal, las relaciones personales y la vida cultural dentro de este escenario y marco de género específicos?

El Ministerio del Interior es la institución que controla la vida de todo un país, sus poderes son ilimitados. Se envuelve en el halo de lo secreto y desde allí articulan sus procedimientos de control y penalización. Eso ya lo sabemos, entonces lo que me interesó como escritor fue el funcionamiento de esa institución por dentro.

Mi último viaje en Lada se sumerge en el interior de esa entidad de poderes absolutos y especula sobre sus mortales y retorcidas rivalidades de poder. Esos mecanismos de represión y vigilancia se convierten en novela.

Aquí no interesa tanto lo que pasa fuera como lo que pasa dentro, estamos ante la presencia de una institución que ampara los secretos más duros y sucios de la nación cubana. Y sobre esos secretos que se quieren saber se especula en Trilogía de Quinta Avenida, compuesta también por Nonadanadie Bocanera. Es un acto de imaginación que se confirma en realidad.

No hay como la novela negra para exponer ese sentido de la impunidad legalizada de un sistema de vigilancia patriótica cerrada. Lo que me interesa saber es qué pasa dentro de ese sistema, con personajes capaces de garantizarse a toda costa cuotas de secretos y poder inmensas. Una novela negra, insisto, como acto de imaginación que se constata en la realidad.

La Habana —desde la decadente grandeza de la casa de Cisneros en el Malecón hasta la relativa elegancia de la Quinta Avenida y la sombría funcionalidad de Marina Hemingway— parece casi un personaje en sí misma. ¿Podrías hablar sobre la importancia de estas locaciones específicas y la atmósfera de decadencia y resiliencia que buscaba evocar?

La Habana, Quinta Avenida, el Malecón, el Municipio Playa, Buena Vista, El Vedado, Marina Hemingway, son locaciones del estar y el devenir de los personajes de esta novela. Trama negra y personajes compulsivos y siniestros se confabulan y crecen en un mismo ámbito y en una misma dirección: reprimir, al tiempo que se intenta contrarrestar cualquier tipo de desconfianza que los “comprometa”. La desconfianza, por otra parte, es un acto esencial de prevalencia, de triunfo y de condena también. Los miembros de esa secta ministerial crecen, se reconstruyen, desaparecen, dejan a veces una estela de furia desconcertante, cínica.

Una de las dos líneas narrativas más destacadas de la novela es la referida a Cisneros, poeta reconocido y reconocible por muchos. Cisneros carga con la cruz de su propio miedo, se yergue, pacta con quienes lo monitorizan y persiguen, continúa una vida personal que por momentos compensa su pavor, se vincula especialmente con otros personajes como Bocanera, Rod, Joaquín Mayo, Negrón.

La casa de Cisneros es un agujero por donde todo el mundo entra y sale a su antojo, está a punto de derrumbarse, es tan opresiva como desolada, pero él se aferra trágicamente a ella, haciendo todo tipo de concesiones y malabares políticos que asume como única alternativa de sobrevivencia. Su cotidianidad es desesperante, entran a su casa con igual impunidad ladrones y policías. ¿Qué está pagando Cisneros?, se pregunta el lector y él mismo a lo largo de la novela dará algunas respuestas posibles a tal pregunta.

La novela presenta relaciones complejas marcadas por la ambigüedad y motivos ocultos, como el vínculo inicial casi de mentor entre Rod y Bocanera, la amistad pasada trágicamente revelada entre Cisneros y su atacante, Negrón y la dinámica profesional y personal entrelazada entre W&Q. ¿Qué papel juegan estas intrincadas, y a menudo engañosas, conexiones personales en el impulso de la narrativa y en la exploración de sus temas más amplios?

Justamente en esas relaciones ambiguas es donde se concentra lo mejor de esta novela negra. En un contexto sinuoso como éste los personajes padecen del síndrome del acoso, mientras desconfían de todos y de todas. Nadie sabrá nada con certeza de “los compañeros de lucha”. Lo que hoy es evidente mañana será su contrario. Se caracteriza y se caricaturiza. Es un revoltijo de situaciones que se escuecen a sí mismas. Y claro está, se vive a toda costa para hacer el cuento patriótico de moda. En muchas ocasiones se cuestiona esa realidad de apariencias mortíferas. Depende de cómo esté la cotización en el Banco de la  Persecución.

Me gustan, entre otros personajes, W&Q, miserables con muchos recursos de sobrevivencia, Cabeza de Vaca, sacado de una cloaca viviente que se adora por su fetidez, Guille, el delincuente de la cuadra, sometido a la miseria real y a la locura real. Rod y Bocanera, practicantes de una amistad ambigua, se estiman, se agradecen mutuamente, se creen en las antípodas de otras vidas más o menos miserables. Bocanera, en particular, es un personaje que pudiera ser sólo creíble literariamente, sin embargo, visto lo visto con los llamados “hijos de papa”, pudiéramos encontrarlo en cualquier esquina de El Vedado o Miramar, vestido de oficial del MININT. Cata y Emilia dan miedo, son atractivas, destructivas, duras de matar. Estos personajes mandan en la novela, junto a otros que se desdoblan y se reciclan a lo largo de la Trilogía.

Cisneros, el poeta envejecido rodeado de arte y literatura en medio de muros desmoronados, representa una figura cultural particular, aparentemente asediada por fuerzas tanto externas (los robos) como internas (su pasado, sus miedos). ¿Qué significan Cisneros y el mundo del arte y las letras que habita dentro de la exploración que hace la novela de la sociedad cubana durante ese período?

Cisneros es parte de aquella retractación del 71 en la UNEAC, trata de hablar en esa reunión, pero apenas se entiende lo que dice. Es el furor de los acontecimientos, los poetas se protegen como pueden, marcan un hito deplorable en la historia de la literatura cubana contemporánea.

No hay nada triunfal en aquella reunión. Es a partir de aquí que comienza la recesión publica de todos ellos, son vigilados, monitoreados y apartados de la vida cultural del país. Es algo que se va a prolongar por muchos años, se implanta como rencor insoslayable y como indefensión perpetua.

Yo ubico al personaje Cisneros justo en el momento del robo de sus cuadros en 1994, con todas sus implicaciones devastadoras. Resiste como puede, una resistencia ejemplar, sometido a una censura pedagógica que se irá diluyendo con la entrega del premio nacional correspondiente, las publicaciones posteriores y algunos viajes.

Aquí comienza Mi último viaje en Lada. 1994 es también el año del Maleconazo, del éxodo masivos de los balseros cubanos hacia Estados Unidos y del encuentro de poetas cubanos de las dos orillas en Madrid.

A lo largo de la novela, el robo de los cuadros y el asesinato de Negrón se revelan no como un simple caso criminal, sino como un reflejo de conflictos más profundos y antiguos dentro del Ministerio del Interior. Se hace referencia a purgas como los juicios del 89 y a grupos secretos como el “Club de la Chaveta Comunista”. ¿Por qué fue importante conectar un crimen del presente con esa historia oculta del poder en Cuba? ¿Qué nos revela esta conexión sobre cómo el pasado y sus secretos continúan operando en el presente?

Son temas de gran tensión, muy atractivos literariamente. Y como se trata de una novela negra, los juicios del 89 van a ser tratados con entera libertad dentro de planos narrativos bastantes secundarios. El Club de la Chaveta Comunista me lo inventé yo para darle mayor relieve a la vigilancia sistémica dentro del Aparato más sofisticado y poderoso del país.

El lector ya leerá, no quiero adelantar nada, ese Club estará siempre dirigido por mujeres, tiene superpoderes y es un secreto a voces. Los crímenes del momento se conectan con los crímenes de siempre, la fiscalización de las entidades ministeriales y algunos de sus jefes que entran en conflicto con poderes más altos pagarán por ello. Aquí los personajes mandan, la ficción es un hecho palpable porque todo es verdad. Debemos recordar que estos departamentos son letales en sus controles y garantizan el orden más absoluto.

La novela concluye con Bocanera obligado a abandonar Cuba después de una investigación desgarradora que le cuesta la vida de su amante, Boni, y tensa sus amistades, mientras que el destino final de las pinturas robadas sigue siendo ambiguo y el panorama completo de las fuerzas en juego aún es turbio. ¿Qué impresión final o pregunta sobre la verdad, el poder y la supervivencia en este contexto esperabas dejar en el lector con la partida de Bocanera?

Bocanera es una víctima interesada del padre, hasta aquí llego, no quiero adelantar más sobre esa relación monstruosa entre padre e hijo. Ambición y terror marchan parejo en la vida de Bocanera. En él se atisba una vocación inexplicable de espía, mientras su vida personal se ve protegida por un poder al cual tributa con todas su energía e inteligencia.

No hay ingenuidad en Bocanera, es uno de los bichos más nefastos de la novela, aunque nos apiademos de él por momentos. Hablo ahora como lector, no como autor. En cada novela de la trilogía, Bocanera, como gran protagonista, crece en su apetencia de poder y en su indefensión humana. Su cinismo se perfecciona, madura más en sus propósitos ocultos, sabe lo que quiere.

La novela negra y el thriller político tienen sus propias genealogías dentro y fuera de Cuba. Pensando en autores cubanos que han explorado temas de poder, decadencia urbana, desilusión o crimen (como Leonardo Padura y Amir Valle), ¿cómo ves Mi último viaje en Lada dialogando con, o diferenciándose de, la tradición novelística cubana? ¿Se siente parte de una corriente particular o busca abrir un nuevo camino?

Pregunta casi imposible de contestar ahora mismo, tenemos que dejar que salga la trilogía y luego ya se sabrá más si es que eso de las clasificaciones y las ubicaciones literarias tiene alguna importancia.

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Publicación fuente Bookish & Co.