Luis Cino: Armando Hart / Homenajes para un dinosaurio

La Cuba oficial, enfrascada en celebrar los 100 años de Fidel Castro y el medio siglo del inicio de la intervención militar cubana en Angola, ha dedicado tiempo también a los homenajes a Armando Hart Dávalos con motivo de los 95 años de su nacimiento, el 13 de junio de 1930.
Y no es para menos. Hart fue uno de los principales intelectuales orgánicos del castrismo al servicio del cual estuvo total e incondicionalmente desde su juventud, cuando llegó a ser el coordinador nacional del Movimiento 26 de Julio, y hasta su muerte, a los 87 años, ocurrida el 26 de noviembre de 2017, exactamente un año después del fallecimiento de su idolatrado jefe Fidel Castro.
En 1959, a pesar de no tener ninguna experiencia en el magisterio, Hart fue designado por Fidel Castro como ministro de Educación. Durante sus seis años en el cargo, hasta 1965, destruyó el hasta entonces avanzado y efectivo sistema de enseñanza cubano, aboliendo asignaturas como la Moral y Cívica, ideologizándolo y priorizando el adoctrinamiento de niños y adolescentes.
Siempre gozó de la confianza de Fidel Castro, que ignoró a los viejos comunistas del PSP que acusaban a Hart de no ser comunista, sino “un reformista pequeño burgués”, o a los que sencillamente -como según dicen, incluso su esposa y madre de sus hijos, Haydée Santamaría- lo detestaban por pedante y antipático.
En 1976, cuando lo designaron para dirigir el Ministerio de Cultura que sustituyó al Consejo Nacional de Cultura, le tocó a Hart la difícil tarea de hacer el control de daños del llamado Quinquenio Gris. Y si bien se suavizó la represión contra los artistas e intelectuales, lo cierto es que Hart nunca abandonó la línea dura.
A partir de que en 1997 Hart dejara de ser ministro de Cultura, siendo sustituido por Abel Prieto, pasó a presidir la Sociedad Cultural José Martí. En sus discursos y en la decena de libros que escribió, que eran puro teque con pretensiones intelectuales, Hart se dedicó a manipular el ideario martiano para intentar darle un basamento teórico al castrismo.
En octubre de 2007, cuando millares de cubanos se pronunciaban por reformas en las asambleas convocadas por Raúl Castro, Armando Hart, dogmático y retranquero bonzo del inmovilismo, escribió un artículo que se publicó en el periódico Juventud Rebelde donde advertía que la convocatoria al debate sólo era “aplicable a largo plazo y dentro de ciertos cauces”.
Según explicaba Hart en aquel artículo, los objetivos del debate debían limitarse a “fortalecer la economía, perfeccionar la capacidad defensiva y alcanzar la invulnerabilidad ideológica”. Fiel a la mentalidad de escuela para cuadros partidistas, aconsejaba que la prioridad fuese “fortalecer el trabajo educativo-ideológico del Partido Comunista sobre las masas”.
Aquel artículo de Hart, por retrógrado e inmovilista, provocó una tormenta de e-mails que poco faltó para que alcanzase la magnitud de la ocasionada poco antes por la aparición en la TV de Pavón y Serguera, los ejecutores del Quinquenio Gris.
La mayoría de los internautas, que decían ser “revolucionarios” pero por si las moscas, utilizaban seudónimos sin apellidos para insistir en la necesidad de los cambios, criticaban a Hart en duros términos. “¡Buen ejemplo de la clase fosilizada y dogmática que ordena la comida por teléfono y nunca ha montado en un camello!”, escribía uno que se identificaba como Floreal.
Pero aquella tormenta de e-mails, se diluyó, sin que llegaran jamás sus ecos a la prensa oficial, como sí había llegado el artículo de Hart. Los bombillos rojos que se habían encendido con las asambleas de debate –muchos las llamaron acertadamente, asambleas de lamentaciones- se fueron apagando uno a uno, entre las promesas de Raúl Castro de ir “sin prisa y sin pausa”, lo cual todavía era más rápido de lo que querían Hart y otros partidarios del pasito de jicotea.
Armando Hart fue uno de los principales exponentes de una dogmática, arcaica y desfasada elite política. Los que todavía sobreviven, por testarudos que sean, ya no pueden remediar ni demorar más su condena a la extinción, como pasó a los dinosaurios en el periodo glacial.
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Publicación fuente Cubanet
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