Jorge Luis Arcos: Epístola a Enrique Saínz (o de las conversiones imaginarias)

1
Amigo, ahora que he llegado al tiempo de las conversiones imaginarias
de los sueños más turbios, puedo dejar a un lado las pavesas del odio y los fantasmas… de la esperanza
Porque este ¿no es el tiempo de las postrimerías?
Tiempos de desprecio, como los llamó Tertuliano, citaba la sibila de Málaga
Ahora que los sentidos se vuelven retrospectivos, puedo invocarte a ti
antigua Diosa Blanca, y abandonarme a las confesiones que dicta el tedio
el sudor legendario, como un derrotado Edipo o Virgilio agonizante
con la paz del escriba, un oscuro cronista o soñador ancestral añorando la sombra de… los mangos en flor
Lo primero, el país de marras, la inconcebible ínsula de mi orfandad
Yo tuve un amigo que se leyó a Nietzsche y se volvió loco como John Nach, el… Emperador de la Antártida
¿Se puede leer a Nietzsche, con impunidad, en la juventud? Yo nací en una isla
Nietzsche es otra isla. El me enseñó el valor de la lejanía, el puentecito roto, la …montaña distante, el eterno retorno
¿Cómo oír a Bach y, a la vez, sentir los golpes dionisíacos en el piano?
Gritar: Ariadna, te amo. Y firmar: El Crucificado
Ah, el amor como un límite, un umbral, un imposible
Y su nombre llagado. Y Nietzsche, su seudónimo
Yo nací en una isla
Y guardaba caracoles en cajitas de nieve. Ah, los perversos tesoros
las reliquias hurañas, laberintos callados. Toda la Vía Láctea
Caracoles o estrellas. Yo quise ser astrónomo y náufrago y cruzado
La realidad, grosera. La amistad, clandestina. El afuera, indecible
(Me perdieron los juguetes. Me expulsaron del jardín)
Yo nací en una isla
Siempre fui el exiliado, el loco, el amante imposible
El que miraba ávido los grabados de Gustavo Doré en La Divina Comedia
Sentí tan feo el mundo, mi mundo, mi ínsula siniestra
Nunca fuiste mi patria, ¿cómo hay patria sin Madre?
Siempre fui el exiliado, siempre quise el regreso
Alguna vez escribí con la angustiosa melancolía de la juventud:
Las despedidas son tan provisorias que el tiempo las devuelve estremecidas
Pero: Y tú le respondiste así porquerizo Eumeo
Y repetía las palabras sagradas como una cantinela solitaria.
Luego añoré los Reyes, los tristes Reyes Magos. La estrellita allá lejos
El niño en el pesebre. El vaho de las bestias. Y el alma en el establo
Era la Noche de Reyes, mi noche, mi secreto
Pero
había que caer, de nuevo, sin amparo. Todo roto y lejano
(Me echaron de la fiesta. Me rompieron el corazón)
Y nacer, ¿renacer?: El pecado sin culpa, eterna pena…
Yo nací en una isla
Pero entonces, amigo, ¿cómo volver a nacer en otra patria oscura?
La antigua noche obscura, la patria que anhelaron Juan Clemente y Casal
Dos patrias tengo yo…, dijo el náufrago de la playita de Cajobabo
Entonces yo buscaba algún rostro, otro tacto, alguna certidumbre
algo desconocido, las figuras danzantes en el fondo del lago
Y lanzaba piedras al mar, al mausoleo oscuro, buscando una respuesta suya
No sabía entonces que si nada se busca, la ofrenda será imprevisible, ilimitada
Pero allí estabas tú, Diosa Triple, terrible, Medusa inolvidable
No entendí tus lecciones. Y buscaba en los rostros, en los rostros amados
un aviso, algún signo, un lenguaje lejano: la palabra perdida, la realidad sin nombre
(sin piedad, sin pecado). Ah, las irisaciones de esos rostros varados, su indefinible… angustia
el sexo originario, un puente que borrara la atroz separación, el dualismo malvado
Ni ángel ni demonio ¿Polo Febo y Celestina? Uno solo. Algo así
Yo nací en una isla ¿Qué buscabas, María, en esta isla extraña?
Te recordaba a Málaga, a tu padre con su traje blanco de alpaca. Ah, María
si esta era tu patria prenatal, tu infancia, tu secreto y tu carnal apego
para mí era el infierno, las praderas malditas con un Sol en el centro
la luz que borraba los rostros, que difuminaba los secretos
el sitio de la expulsión, el lugar del naufragio, la pérdida, la pérdida
Amigo, tú siempre lo supiste. Es el infierno, claro. La región de los hijos
Los hijos de la noche. Y los hijos nonatos. La eterna sensación, el procaz desamparo
Todo partido, roto. Y la gota de láudano. Las velas que se apagan. Es el infierno, claro
Después, las tentaciones ¿Hay un infierno claro? La vida es un ensayo. Tú lo supiste siempre
Las dendritas rodeándote. La amarga circunstancia. El país tan lejano
Profanar los umbrales. Padecer los insomnios. Hacer sufrir al prójimo
Y mirar allá lejos, lo incomprensible, huraño. Entrar al parque oculto
El fiel pistoletazo. El delirio en la sien. Y la boca del pez
Las hojas del otoño cayendo lentamente como un manto sagrado
Mas ¿qué estoy escribiendo, amada víctima? Todo rugoso, mudo
Y los dientes de perro. Tal vez. Y sin embargo
hay un espejo claro. Los ojos de tu perro como estrellas remotas
Tal vez. Yo nací en una isla. Muy cerca de las líneas
de los bordes. Hijo mío, ¿adónde te escondiste que te busco
llorando? ¿Hay islas de perdón? ¿En Solaris? Despacio
muy despacio miro las conversiones, los duros simulacros
(Qué pobre es el Poder. Patético el Tirano). Hay una fuente
absorta en el centro del patio. Allí toda la música y el esplendor
manando en el silencio puro un alfabeto claro
Allí el Buda perfecto. Allí el silencio. Amigo
¿no podremos volver a la fuente secreta?
(Alánimo, alánimo, la fuente se rompió)
Yo nací en una isla. Una isla en el amnios
Tú lo sabías, Raúl. Porque estamos de paso: luciérnaga, cocuyo, rayo verde
eterno minotauro mirando las estrellas. No hay un infierno claro
Dragonflay. En la noche (y toda noche es sombría)
se dibuja un eclipse. Quedarse allí, soñando
rodeados por el mar y la noche y tu mano
Tu mano como un bosque. Tu sexo como un prado
Mirar las luces, lejos. Y dormirme en tu mano
como una hojita seca, peonía, cilantro
Pero…
Yo nací en una isla
Y no hay un infierno claro
Nos quedan los recuerdos como fábulas, las canciones
como reinos hechizados y aquellos y aquellos ojos verdes
serenos como un lago, los instantes perdidos y todas las visiones
el inaudito tacto, la música lejana, los olores extraños y al fondo
en lo imposible un sabor legendario
Yo nací en una isla
No puedo imaginarlo
2
y rezaba contrito pater y ave maría
Rubén Darío
Amigo, ¿cuándo fue que llegaron los caballeros sombríos
oscuros emisarios de otra noche, otra isla, otra patria posible?
¿Cuándo fue que llegaron? No sé. Eran como la noche
la noche de mis pánicos. La uña que se hincaba en la sábana tersa
(debajo, yo, contrito, con mi linterna fría) Eran los muñecones
los payasos frenéticos, con sus botas enormes enfangándolo todo
(Trompoloco, Bob Gray o Pennywise el Payaso) No podía escribir. No podía escribir
Tenían de peleles, de espectros, de gusanos
Como los vió Lorenzo en su noche increíble
Pero siempre el manotazo de plomo, dijiste tú, Lezama, melancólicamente
Seres hay de montaña, seres de valle
y seres de pantanos y lodazales
Escribió el hombrecito del abrigo enorme
No sé, pero en mi noche, en mi alberca secreta
la noche de las noches de la playa vacía
ellos no prosperaban. Y podía escribir
recoger caracoles, imaginar el mundo de otro modo
más vasto, apagar la linterna y descorrer la sábana
sentir las losas frías, el rumor de las páginas
como olas, y el sexo tibio, oscuro de la noche
a mi lado. Otra isla, otro tacto, como un claro en el bosque
la fogata en el centro, los planetas girando
como un escalofrío. Y toda la duermevela
de tus ojos temblando como un borde imposible
como una oscura esencia. Ah, qué vastas comarcas
descubría a tu lado, las regiones minadas
de una turbia belleza. Era el golfo de las visitaciones
de las conversiones imaginarias. Y eras el pobre
el forastero, el poeta, el orate. Toda la marginalia
(alcohol y marihuana y un extraño esplendor
en todos los espejos)
Amigo, de nuevo el mundo estaba
amargo y dividido. La realidad grosera, la profecía errante
la luz dudosa, inane. Infantil la esperanza, y la bestia en el centro
usurpando el espacio de toda iniciación
Qué tienen los paisajes que no orean el alma. Su entusiasmo
es tan breve, su inocencia tan parca
Amigo, los paisajes
desconfuertan el alma: el vínculo extraviado, la plenitud
perdida, olvidada su espuma, su color desvaído. Y una ansiedad
suicida y un extraño rocío traspasándolo todo. No sé
tal vez, quién sabe. Hay dos razas, dos noches, dos islas
enemigas. El antiguo linaje de Caín y de Abel. Y
We only live, only suspire
Consumed by either fire or fire
Pero
como también dijo el Profeta: The end is where we start from
3
(…y entonces busqué en el otro, en las simas del sexo, borrar mi rostro huraño, solitario, cansado. Trasvasarse en lo otro, la belleza inaudita. Buscar un tacto, un nudo. Algo cerrado y duro. La mano que se extiende, la mirada anhelante, la música lejana, un olor clandestino, un sabor legendario. En la eterna muchacha del púrpura opulento un cuenco de rocío, una espuma secreta. Ay, légamo, había que mezclar el estar con el ser. Y volver a nacer: piedra palma, otro río. Algo mudo, vacío. Punto oscuro, imposible. Y la hoguera en el centro…)
4
y a Miguel Ángel Castro Machado
Amigo, las terrazas siguen inalterables. En las montañas de Baracoa
no pasa el tiempo. Alguien no ha desembarcado nunca en esas costas
La isla sólo existe en la imaginación. Sólo hay pulsaciones
El ahora no existe. Ni el antes ni el después. El principio y el fin
¿no son lo mismo? Somos como una esquirla del caos sagrado
No podemos verte el rostro porque todo es tu Rostro
Esa muchacha agonizante, ese volcán altivo, esa estrella remota
ese bote maltrecho, esas carabelas en el alba, esa cruz despedazada
el Hurakán, el Cemí, todos los idolillos, las pictografías, las cerámicas
los areítos, el humo azul del tabaco, y más, la isla desierta, y más, la víspera de la isla
del planeta, del Sol, de la Vía Láctea, de tus ojos desollados y bellos
carrusel, tiovivo, laberinto, espiral, y los caracoles en cajitas de nieve
Silencio. Lo trivial es todo. ¿Para qué existen las trivialidades en la vida?
se pregunta el monje lúcido. Y el biznieto de Nietzsche le responde:
“Sólo intimamos con la vida cuando decimos –de todo corazón– una trivialidad”
Tengo que regresar las polymitas a su origen sagrado. Y el nácar de las siguas
de mi bastón, y su madera preciosa. Hasta la china pelona de la playita de Cajobabo
Y estas ropas, estos cueros, estos minerales increíbles. Todo es nada. Todo
como una música increíble, como una lluvia de mazorcas de oro. Como tú
5
Dice Bolichán: la vida es así…
Matamoros
Pero, amigo, aquí abajo, en la selva inaudita
la cerrada tiniebla sobre la isla última
el cielo desplomándose como una profecía
las sombras que conversan en el páramo frío
y nosotros boqueando en la noche sombría
recordando la escoria, los fantasmas sagrados
los libros, las fogatas, las ruinas melancólicas
las versiones del tedio y los rostros amados
y el ocio como un cielo, la música inaudible
la fuente como un chorro de esplendor imposible
la luz muriendo avara y la casa vacía
y nosotros mirando la soledad final
6
¿Tan solo los instantes compensan el camino? ¿Todo se pierde
todo, también esos instantes? ¿Por eso los soñamos?
Yo nací en una isla
Había una vez…
No puedo
No puedo imaginarlo
enero, 2003
Responder