En 1997, en el 30 Aniversario de la muerte del argentino, la dictadura cubana pasaba por sus peores momentos. Hacía falta algo que alumbrara un poco su camino de piedras en la noche, y esa luz, por supuesto que no fue, ni remotamente, la llegada en avión del esqueleto del Guerrillero Heroico. Los cubanos de a pie siguieron pasando hambre. Se comían a los gatos en La Habana y las frazadas de piso eran convertidas en bistec. Como un dictador es capaz de hacer cualquier cosa que necesite para su imperio en ruinas, a Fidel se le metió entre ceja y ceja traer al guerrillero de todas todas; cosa que nunca hizo con Camilo, quien al parecer se pudrió dentro de un avión, en las profundidades del mar. Para seguir leyendo…
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