Ernesto Menéndez Conde: Dos bromas de Raúl Martínez

Artes visuales | Memoria | 10 de julio de 2017
©Raúl Martínez / Tate

En abril colgué una de mis primeras entradas, titulada «Dos bromas de Raúl Martínez». Hace unos días recibí un correo electrónico de Michael Casey, quien actualmente concluye su libro Che Afterlife (una historia de la célebre foto de Korda), que será publicado por Vintage Books. Le agradezco mucho sus observaciones y su esfuerzo por establecer si las interpretaciones que hice se corresponden con las intenciones que tuvo Raúl Martínez.
A riesgo de hacer una entrada muy larga, decidí traducir algunos fragmentos de los correos electrónicos que nos hemos escrito durante esta semana.
Muchas gracias, Michael. Espero con ansiedad su próximo libro. Estoy seguro, a priori, de que usted ha realizado un acucioso y fascinante estudio.

I
De Michael Casey
Estoy casi convencido que esa pintura, que está colgada en el Museo de Bellas Artes bajo el nombre de “Fenix, 1968” no fue pintada en ese año; sino durante o antes de Mayo de 1967. Existe una foto de Martínez sentado frente a esa misma pintura en octubre de 1967, publicada en la revista francesa de crítica de arte Opus Internacional. Una edición que le dedicó un largo artículo sobre el Salón de Mayo en la Habana, en octubre de 1967, que se celebró cinco meses antes de que la revista fuera publicada. En dos ensayos de la revista, Alain Jouffroy y Gerard Talabot-Gassiot comentaron extensamente sobre las imágenes del Che de Martínez. Ahora bien, Che no estaba muerto por aquellas fechas. Así que difícilmente uno podría llamar Fenix a la pintura. ¿Fue su nombre cambiado posteriormente para convertirla retroactivamente en un homenaje al martirizado Guerrillero Heroico?,¿Y por quién?, ¿El museo? ¿El gobierno? (o se trata sólo de un error no malintencionado: las fechas de las obras de arte muy a menudo son inexactas).
Una vez que advertí este enredo con las fechas, podrías imaginarte mi disfrute al descubrir que el propio Raúl Martínez pudo ser el que se riera por última vez. Mientras el gobierno distorsionaba el icono para hacer su propaganda, él hacía exactamente lo mismo sin que ellos se dieran por enterados. Después de haber leído tu excelente descripción de algunas pistas en «Isla 70» y las que han hecho otros investigadores sobre esta pintura, estoy convencido de que tu análisis de Che América es correcto y Martínez se propuso que aquellos que lo supieran leyeran Chea Marica. Mi pregunta es: ¿Eres tú el único que ha descubierto esto o es algo perfectamente conocido entre los círculos artísticos cubanos? ¿Podrías señalarme a alguien que haya hecho los mismos análisis?. Tengo pensado incluir tu blog en mi libro, pero me gustaría ver cuánto se ha propagado este chiste “oculto”.
II
Mi respuesta:
Hasta donde tengo referencias, nadie conoce de esta broma. El chiste me fue revelado por el pintor Humberto Castro, así que es probable que algunos artistas estén al tanto de estas alusiones. Visité el Museo Nacional de Bellas Artes en el invierno del 2006. Invité a un historiador del arte que había conocido a Raúl Martínez desde los años 50. El no tenía la menor idea de las alusiones que aparecen en el cuadro «Isla 70» y quedó muy sorprendido al advertir todos esos detalles (además estuvo de acuerdo en que el retrato de Reinaldo Arenas es el que aparece junto al autorretrato de Martínez). Pero si mi amigo no conocía estas alusiones, posiblemente casi nadie las conozca.
III
Un nuevo correo de Michael Casey:
Acabo de hablar con B. Lamento tener que decirlo; pero él descartó completamente la idea de Chea Marica (…) El dijo que de ninguna manera Martínez habría puesto una referencia tan provocativa sobre una figura latinoamericana tan importante como el Che. B. Confirmó la interpretación de «Isla 70» y hasta añadió que está “lleno de penes”.
De todas maneras yo aún pretendo incluir tu blog en mi libro. Después de todo es una interpretación tan válida como cualquier crítica de arte. Además, es otra maravillosa historia de las que he reunido sobre los giros y torsiones relacionadas con el icono Che.
Por cierto, si asumimos que «Che América» fue efectivamente pintado en Mayo de 1967, como indican las fotos de la revista, ésta posiblemente la primera representación artística de la imagen del Che. En otras palabras, el comienzo de una larga, colorida, y controversial historia de esas reproducciones. No estamos hablando sólo de una obra de arte en particular. Es LA PRIMERA, la que lo inició todo. Sería maravilloso pensar que esa obra tan importante contenía una broma oculta.
IV
Mi respuesta:
Si B afirma que no fue la intención de Martínez, estoy casi seguro de que es como él dice. Creo que él no tendría miedo de admitir tal cosa.

Dos bromas de Raúl Martínez

(I)

Debo al pintor Humberto Castro la risa que me deparó la primera de estas bromas. Convengo anticipadamente en que tal vez no pase de ser una simple conjetura, derivada de la disposición en el espacio de las palabras CHE AMERICA. Hacia 1968, Martínez usó esta frase como título para una serie de cuadros. A primera vista, eran tributos al revolucionario recientemente asesinado. Las imágenes están conformadas por nueve variaciones de un retrato de Che Guevara, cada una dentro de los nueve rectángulos que segmentan la pintura. Las palabras que componen el título pueden leerse en el lienzo. En la versión que conserva el Museo Nacional de Bellas Artes de la Habana, Martínez optó por distribuir el texto del siguiente modo:

CHE A

M E RI

C A

Si se repara en las letras que integran la banda horizontal superior, se tendría el vocablo CHEA, voz femenina de CHEO, que dentro del argot popular cubano designa a una persona o un objeto de mal gusto. Luego estaría MERICA, de sonoridad sugerente porque bastaría sustituir la E por una A para que, entonces, en lugar de CHE AMERICA pueda leerse CHEA MARICA, junto a las imágenes del icono revolucionario.
Si en efecto Martínez tuvo la osadía de hacer esta broma, habría que conceder que también tuvo la precaución de ocultarla. El subterfugio tal vez consistió en disociar la palabra mediante el rectángulo que interpuso entre CHE y la A. Un detalle, en cambio, vendría a acentuar la lectura burlona que trato de describir aquí. La E es la única letra rellena con un pigmento cobrizo. Quizás Martínez quiso indicar que, dentro del conjunto, la E es una letra diferente, fuera de lugar, quizás sustituible.

©Raúl Martínez, ‘Fénix’, 1968 | MNBA

(II)

La segunda broma es menos carnavalesca y si se quiere más seria, dotada de un sentido crítico. El humor, si acaso, reside en cómo Martínez se las ingenió para que sus alusiones pasaran inadvertidas por los ideólogos y funcionarios de la cultura. «Isla 70» se ha divulgado como una pintura emblemática de la Revolución Cubana. Y tal vez lo sea en muchos sentidos. Las caras de revolucionarios como Fidel Castro, Ché, Camilo Cienfuegos, Lenin y Ho-Chi-Ming se integran a una multitud de rostros anónimos: ellos eran parte del pueblo y el pueblo estaba con ellos. Un cuadro optimista, de colores brillantes, en el que prevalecían expresiones joviales y entusiastas. Pero, de forma no tan velada, aunque si lo suficientemente encubierta como para no dar lugar a reprimendas, el cuadro añadía una nota de protesta al júbilo revolucionario. A la izquierda, en la base misma de la pintura Martínez representó a un joven que saborea un helado de fresa. El artista tuvo el cuidado de pintar sólo un fragmento del cono sobre el que despunta el refrigerio que modo que la forma oblonga y el color rosáceo en los labios juveniles hacen pensar en un felatio.

©Detalle de ‘Isla 70’, Raúl Martínez, MNBA

En otro lugar, el acto de morder un emparedado, quedaba sugestivamente asociado a una hilera de cañas, pintadas como si fuesen falos erectos. Hay jóvenes con cerquillos que afeminan sus semblantes. Un personaje con bigote –un autorretrato- junto a un joven con el torso desnudo (¿el escritor Reinaldo Arenas?) y a su lado la palabra “Isla”, que podría sugerir la condición de marginado social. Hay también orquídeas enormes aderezando el paisaje. En «Isla 70», un homenaje a la malograda Zafra de los Diez Millones, Martínez expresa su inconformidad ante la brutal represión de la homosexualidad. Un retrato de Oscar Wilde trazaba una analogía entre el presente y la pacata sociedad victoriana que encarceló al escritor homosexual.

©R. Martínez, ‘Isla 70’, MNBA

Publicación original en ‘Art Experience:NYC’