La tregua fecunda es para Cabrera Montejo otro descanso, otro pacto. Me refiero al que sucedió a la Guerra Hispano-cubano-americana. En lugar de armisticios y tratados o de cansadas poses de guerreros, Cabrera Montejo les ofrece el sosiego del sexo. Y en su diálogo con la historia del arte trae, además de los Valderrama, los Menocal, los Hernández Giró, a los norteamericanos Frederic Remington (el gran retratista del Oeste Salvaje a quien el magnate de la prensa William Randolph Hearst envió a Cuba para ilustrar la Guerra Hispano-americana que estaba a punto de inventarse), y al no menos famoso Winslow Homer, quien también probó su paleta en apacibles escenas santiagueras. 😉
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