Es como si la comercialización de la literatura nacional ocurriera dentro de un sueño: debe ser horrible el momento en que, de pronto, estás completamente despierto y lo que te había parecido el mejor libro cubiche del siglo XXI no significa nada. Nadie lo compra ni lo lee. Ni siquiera ocupa las páginas impares de los suplementos extranjeros. Para seguir leyendo…
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