La obra de Zarza tiene su marca, su sello, y el icono del toro lo maneja con una soltura y sagacidad impresionantes. Puede pensarse que es un tanto repetitivo, pero si la obra se analiza con detenimiento uno se percata de que el toro o la res son solo el pretexto que le permite hablar de lo humano y lo divino. Por ejemplo, en una de las salas permanentes del Museo Nacional de Bellas Artes se encuentra una obra de Zarza que pertenece a la serie Tauro-retratos: en ella toma el rostro de un capitán general español y lo convierte en res. Para seguir leyendo…
Responder