Considerada la primera colaboración fílmica entre EEUU y Cuba en 56 años, tal vez solo el tono farsesco podía salvar una producción con tan grave contexto. Ese poco de costumbrismo revolucionario mezclado con otro poco de space opera, esa amalgama capaz de hundirse en el lugar común y de remontarse a una visualidad asombrosa, pasando por el humor político (“Prepárate para cantar la Internacional cuando te suenen las tripas”). Negado a tratar en serio a las alimañas —como el chivato Ramiro— que no considera a la altura de sus héroes, el artista explota su ridiculez “para referirme a lo que tanto daño nos ha hecho”. Ramiro, tan bien asumido por Mario Guerra, se remontará hasta la misma órbita de muerte y abandono en que pereció la pobre perra Laika. Para seguir leyendo…
Responder