No creo que se haya inventado todavía una fórmula democrática (con apego a la verdadera justicia y no a las leyes vigentes en la Isla) capaz de lograr a corto plazo, como mínimo, el fin del régimen, y menos aún el del fidelismo, sombra nefasta que lo precede y le sobrevivirá. Pero esto no me impide reconocer las buenas intenciones (mientras las demuestren) de quienes sueñan con plebiscitos u otros métodos civilizados que se evaporarían al primer contacto con el totalitarismo cubano, como agua en el infierno. Para seguir leyendo…
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