Hay un Kozer aún más autobiográfico, menos genealógico y más rico –diría– depurado y alquitarado, que se acendra en favor de un narcisismo impregnado de bendita y bienhumorada, despiadada crueldad y de cariñosa reconciliación. Es un Kozer que ya practica el autorretrato con un virtuosismo y un desparpajo notables por la economía de sus medios; un Kozer que se rinde a la más elevada potencia con un mínimo de provocación verbal. Es ya un artista capaz de practicar microcirugías conscientes en prosa y verso… Para seguir leyendo…
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