Me tiene sin cuidado el Zizek que apuesta a ser, a la vez, un buen producto y su empresario; pero me fastidia el Zizek intelectual público. Por su ligereza al banalizar –ay, Hanna Arendt, que clara estabas–, frente a décadas de infamia y montañas de víctimas, la naturaleza y legado del totalitarismo. Por establecer falsas simetrías entre aquella máquina de crímenes y los reales –y denunciables– problemas de las sociedades liberales. Por posar, emulando con Vattimo y otros de su estirpe, de leninista cool sin hacer justo balance de semejante legado. Para seguir leyendo…
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