En Kozer el poema deja de ser sistema y tampoco funciona como historia (la que es siempre relatada a ras del margen), lo que impulsa a pensar en el triunfo del caos más que en lo opuesto. Su base es el continuo cuestionamiento de las formas, pese al hecho inédito y extremo de un verso que se desarrolla en páginas y páginas y a las cordilleras de declaraciones que se imbrican obsesivas sobre el sujeto-objeto del poema, curiosamente sin agotarlo ni llegar a precisarlo. Para seguir leyendo…
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