Ernesto Santana: Un repaso a la ‘Revista de la Vagancia en Cuba’
Dos veranos atrás, apareció una revista que, sin restarle un ápice de autenticidad y contundencia, podemos percibir en lo mejor de —por decirlo de alguna manera— la “tradición underground” de Diáspora(s), Cacharro(s), The revolution evenig post, Voces y 33 y un tercio, entre otras. Independientes. Alternativas. No es poco para la Revista de la vagancia en Cuba (RVC), sólida y caliente como un meteorito.
“Se botó el guarapo” era el lema del número inaugural, que se fingía tercero. En la portada nos miraba el rostro de El triunfo de Baco, famoso cuadro de Velázquez más conocido como Los borrachos. Al cierre, una nota: “Cualquier semejanza entre la realidad y la ficción se debe a la desfachatez de la primera y no a los golpes de acierto de la segunda”.
Ya han salido, siempre impresos en blanco y negro, cinco números de la RVC y uno quisiera que fuesen más y encontrarla fácilmente en un sitio de internet. Ahí está, con igual vocación de meteorito, sin pelos en la lengua como nació, con la misma irreverencia, agua para el sediento de esa agua.
Su tercera salida —número cinco: “Si fuera fácil no sería para nosotros”— mantuvo una estructura parecida a los dos primeros números, empezando con “Larvario habanero”, de Optimista Taladro. Aquí aclaremos algo. Un comentario en un sitio web saludaba la existencia de la revista y señalaba que el uso de seudónimos se debía a un instinto de protección lógico, dado el carácter irrespetuoso y desobediente de la RVC.
Pero debemos precisar que aquí no se utilizan seudónimos para ocultar el verdadero nombre, porque al final se dan siempre el nombre y algunos datos —a veces metafóricos o irónicos— de cada autor. Optimista Taladro, por ejemplo, es Santiago Díaz M. También aparecen los nombres del ilustrador y del fotógrafo.
Desde el primer número destacan los textos de este Optimista Taladro, más taladrante que optimista, muy Quevedo y muy sin timidez, como ese “Diario de un quedado”, siempre en una prosa centelleante y de fervor tan personal para marcar falsedades y estupideces con el hierro de una ironía al rojo vivo.
Trabajos de la vagancia
En el número 6 —el cuarto, “Trocar el árbol por la leña”—, la RVC nos regala varios poemas de Román Gutiérrez Aragonés, tomados de Los imperios de un vago, donde leemos: “¿Qué clase de persona es tan obstinadamente inútil que se empeña en ver la vida pasar como pasa un tren delante de las narices sin montarse hacia ningún destino? ¿Tendré alma de estación? ¿O quizás sangre de cemento y monolitos abandonados?”
En los créditos finales de esta película, se nos dice de este poeta y narrador: “Personaje de alta intensidad. Quién lo duda? Su vocación es permanecer en el mayor peligro: literaturizar su vida, vivir su literatura. Si viene de La Cuevita, habla de la constelación de Orión; si hablamos de las estrellas, se prende a la calle, a la farmacéutica de la liberación. Todo se aclara. Para llegar a los imperios de Los imperios de un vago, hay que tomar la realidad como una alucinacion perfecta”.
De Abel González Fernández son las “Notas sobre arquitectura en un diario”, afiladas reflexiones sobre poder y arquitectura en que se reconoce que “después de 1959 no se conoce ninguna figura prominente dentro del urbanismo cubano”. Luego, en “Coloquios de Inamovible Criticón y Goloso de Sí”, Santiago Díaz nos suelta, entre cien provocaciones: “¡Por la hamaca de Baragua! ¡Todo eso es tan pobre y ridículo!”
Y en “Recados a Lezama”, no baja la intensidad: “Escribió un libro equiparable a Las mil y una noches. Apuesto una visa que no hay elogio mas grande para un escritor”. Y: “Un alumno vio a cierta profesora, de las más encartonadas, tocar madera con mano rápida, como de ladrona de séptima generación, y le preguntó por qué, siendo marxista, tocaba madera. La vieja contestó, segura, aunque desnuda: «El marxismo es el marxismo, pero la madera es la madera»”.
El quinto y último número —como 7, con el lema “Confirmado: el mundo es ancho y ajeno”, arranca también con el deslenguado Taladro y su “Larvario habanero”, que describe al “profesional de la literatura considerada como fraude de las instituciones culturales”, sin compasión: “dócil empleado que despierta de vez en cuando de su institucional somnolencia para asistir a un congresillo o dar un voto infame”.
Bistec de toronja, salmón volador y carne de niño
Julián Bravo Rodríguez trae “Nitza Villapol y la Unión de Jóvenes Colaboracionistas”, dedicado a Nitza y a la UJC. Los editores describen a Bravo: “Hay que ver La Habana o, mejor, hay que verlo todo, desde las alturas de Regla. Vivir en esas alturas le ha dado a Julián un punto de ataque, un tono para el extrañamiento y la ironía. Fiel a sus lomas, buen oteador, este poeta de la Bahía da cuenta de su mirada del desastre en www.patilargablog.wordpress.com”.
Leemos: “Resultaba un homenaje al festival de jóvenes colaboracionistas y su infatuada unión, en sus vísperas; festival que sería a la vez las vísperas del nacimiento del niño de Birán”. Y sigue Bravo: “Nitza, una burguesa traumada dada a las masas cuando los Barbichulos. La gente la quería y le creía, pero cada vez le costaba más no escandalizarse con sus irracionales novedades. La pera que derritió el helado fue una serenada presentación televisiva sobre cómo hacer un bistec de toronja. Lean ahora qué tanto más de absurdo, cuánto de siniestra coincidencia: el propio 13 de agosto, nacimiento del niño de Birán, es el día internacional de los zurdos…”
Este encendido número de la RVC continúa con “El paseo del hombre nuevo”, de Ezequiel Suárez —“Artista de los medios. Entre otros, medios de comunicación, medios tonos (no siempre) y medios días. A veces está en Jagüey, a veces en 6 y a veces en 12. Vive y trabaja en Yutong… Por la Central”—: el reporte desapasionado de una experiencia con la kafkiana burocracia del Ministerio de Cultura.
A lo que siguen algunas “Proclamas” del mismo artista-cirujano de glacial bisturí: “Todos los días hay que levantarse de la cama. En silencio o con un sonido. Sacudir el cuerpo primero, con fuerza. Subir los párpados lentamente, como quien iza una bandera”. Y están las fotos de Alejandro Valderrama, quien “a veces ni parece estar haciendo fotos”.
Para calentar más el cocido, Julio Llópiz-Casal, otro hacedor de la RVC, añade “Una quemadura de tercer grado sobre el pellejo de La Habana”, sobre El Chacal, conocidísimo reguetonero: “Para todos aquellos que viven e insisten en vivir la calle como una escuela, como el campo de juego de una vida más que real, el Chacal y algunos de los cantantes urbanos de su generación han representado la apuesta en grande por un estilo de vida”.
Estilo de vida que, nos asegura Llópiz-Casal, “surge en los lodazales de la cotidianidad cubana y se vuelve élite gracias a la simbiosis con ella misma: el reguetón es un refugio que se convirtió en cuartel y un cuartel que se convirtió en el más rentable de los negocios culturales”.
Después, tenemos el texto “Still de video”, de Raquel Cruz (“personaje cuya principal carta de autenticidad está en la resistencia de sus miradas críticas) y unas delirantes “Historias de puercos” de Santiago Díaz, donde, al margen de los protagónicos chanchos, nos enteramos de que “la carne de tiñosa es una maravilla nada despreciable” a la que “habría que llamar carne de salmón volador”.
El remate es el acidísimo Jonathan Swift con fragmentos de su “Modesta proposición para impedir que los niños de los pobres de Irlanda sean una carga para sus padres o su país, y hacerlos provechosos para la sociedad”. ¿Recuerdan aquel inquietante aviso —“Carne de niño”— que en ocasiones todavía sigue apareciendo en eso que llaman “carnicerías”?
Publicación fuente ‘Cubanet’
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