Luis de la Paz: Cinco preguntas a Eduardo Michaelsen

Archivo | Artes visuales | 3 de mayo de 2020
©Michaelsen llegando a la Florida / Fotograma de ‘En sus propias palabras’

Eduardo Michaelsen (Santiago de Cuba, 20 de abril de 1920 – San Francisco, California, 27 de enero de 2010) fue uno de los 125,000 cubanos que arribaron a Key West durante el Éxodo del Mariel, y es una de las pocas figuras artísticas cuyo momento de su arribo a Estados Unidos fue registrado en video y fotos, por el cineasta Jorge Ulla en el importante documental En sus propias palabras. Michaelsen expuso sus obras, entre otras, en las emblemáticas exhibiciones 10 Fuera de Cuba en la Galería INTAR de Nueva York y en Absolut Mariel, una histórica muestra que tuvo lugar en Miami Beach. Su obra aborda temas muy disímiles que van desde calles, casas coloniales, naturaleza muerta, interiores, pasando por figuraciones folclóricas de santería, hasta composiciones con mucho humor, erotismo, luz y vivos colores.

A pesar de ser nieto del cónsul vitalicio de Alemania en Santiago de Cuba, un hombre culto, que tocaba espléndidamente el piano y hablaba ocho idiomas, entre ellos el chino, los padres del pintor Eduardo Michaelsen siempre se opusieron a su vocación artística: querían que fuera matemático, algo que, dice Michaelsen, era imposible, pues hasta hoy, siempre tuvo que contar con los dedos cada vez que tenía que sacar alguna cuenta.

Ante la falta de apoyo familiar, se busca la vida como mensajero. Viaja a La Habana, y comienza a trabajar en un estudio fotográfico retocando retratos, hasta que consigue un empleo de limpieza en el Museo Nacional. Sin embargo su perseverancia marcaba la pauta: a los tres meses en el puesto pasa a ser velador de salas, y a los seis, ayudante técnico del director. Esa relación con la restauración de obras de arte le permite pintar, y conocer a los grandes maestros Acosta León y a Wifredo Lam.

Eduardo Michaelsen que vive en San Francisco, una ciudad que ama profundamente, desde que llegó a Estados Unidos durante el éxodo del Mariel en 1980, acaba de recibir un homenaje en Los Ángeles por parte del Instituto de Cultura Cubano Americana. Allí expuso, a sus 81 años, obras recién pintadas, cuadros que desbordan mucho humor, erotismo, luz y vivos colores.

Usted es un pintor de los llamados primitivos. Díganos cómo es su pintura y por qué muchas veces no se reconoce los valores de esa pintura.

Yo no estudié pintura por lo cual me tuve que ir por esa línea conocida como primitiva; además, en ese estilo me siento a gusto. En un tiempo traté de estudiar en la Academia San Alejandro, en La Habana, pero estuve allí poco tiempo, pues me di cuenta que el mejor estudiante era aquel que dibujaba igual que el profesor, no el que tuviera una forma propia de decir. A falta de una formación académica, el contacto directo con el departamento de restauración del Museo Nacional, viendo trabajar sobre obras clásicas, y el apoyo de figuras como Acosta León, quien me dijo: “tú lo que eres es un gran primitivo, no aprendas dibujo que no te hace falta, lo que necesitas es aprender un poco de colorido, que yo te lo voy a enseñar”; y así lo hizo, aprendí la técnica. La pintura primitiva tiene errores en el dibujo, en las perspectivas, pero es una pintura muy viva, digamos simpática, agradable a la vista, y generalmente bien hecha dentro de su patrón. De esos elementos se nutre mi pintura. Desgraciadamente pienso que es muy difícil que sitúen a un pintor primitivo en el lugar que se merece. Si lo hacen, casi siempre ocurre después que se muere. Sin embargo tenemos a Henri Rousseau, que es el principal representante de la pintura primitiva, pero es un caso muy aislado.

Cree usted que exista alguna relación entre la pintura primitiva y el graffiti.

Puede que la haya. Yo he visto graffitis muy interesantes, realmente muy poco, alguna que otra, pero no sé si hay alguna relación. Creo, sin embargo que el hombre desde temprano ha sentido la necesidad de expresarse. Ahí están las pinturas de las cavernas como el verdadero arte primitivo.

Háblenos de cómo ha ido evolucionando su pintura.

Mi pintura ha ido pasando de un tema a otro de una manera espontánea, y sin yo darme cuenta. Antes hacía calles, casas coloniales, naturaleza muerta, interiores. Eran cuadros menos fantasiosos que los que hago ahora, donde incluyo elementos negroides, de santería, la mitología cubana, pero no vistos desde el lado religioso, sino desde el ángulo erótico que resultan más interesantes.

Usted fue muy amigo de Reinaldo Arenas, cuéntenos algo de esa amistad.

Reinaldo era muy buena gente. Yo tengo varios libros dedicados por él, y las dedicatorias son trabalenguas simpatiquísimos, de un ingenio fantástico. Él llegó a mi casa un día con el periodista Armando López, y de ahí comenzó una relación muy linda. Yo siempre lo consideré mucho a pesar de que él tenía sus cosas… tenía muchos traumas. De repente hería a sus amigos sin motivos, y después se arrepentía. Era un personaje tremendo, burlón, pero absolutamente genial. Una vez llegó a mi casa estando allí de visita Pepe Triana y Chantal [la esposa de Triana], y se puso a decir un trabalenguas contra Triana y yo le dije: mira Reinaldo la puerta de la casa está abierta y en estos momentos tu visita no es grata. Se fue molesto, pero después yo expuse en la Casa de la Cultura del Vedado y Reinaldo llegó y me abrazó, y de ahí toda la relación continuó como si nada. Era un tremendo muchacho.

Usted continúa pintando y leyendo intensamente. Háblenos de esa vitalidad creadora.

Es cierto que con 81 años continúo pintando, es algo bueno para mí. Creo que lo que envejece en mí es la piel, el cuerpo, pero no la mente. Mi mente se mantiene joven, fresca y llena de energía. Pinto por necesidad y vivir en San Francisco ha beneficiado mi vida. Es la ciudad que yo necesitaba y le hacía falta a mi vida. Aunque ya no puedo hacer nada, por lo menos veo y siento la libertad alrededor mío. Eso me ayuda en mi vejez. El homenaje que me hicieron en Los Ángeles ha revitalizado mi pintura y completo mi vida con la lectura, tengo más de dos mil libros, la mayoría de cine, arqueología y metafísica, que son los temas que más me fascinan. Las paredes de mi pequeño apartamento de dos piezas están literalmente tapizadas de libros del suelo al techo. La presencia de tantos libros y la lectura me hacen sentir bien. Yo sin la lectura no puedo vivir.

Publicación fuente ‘Diario Las Américas’, 2001