Se les convierte en una proyección corporal susceptibles a la intimidación y al acoso en tanto que maniobras coercitivas y reguladoras de la voluntad. Se les convierte en un enemigo público del sistema, en un agente perturbador, en una suerte de identidad maldita que debe ser expulsada fuera de los límites del campo de la ciudadanía y condenada a habitar en el contexto de lo penitenciario. Se les convierte en la variante de un virus letal, en el reducto fecal de una sociedad que es toda ella una cloaca. Para seguir leyendo…
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