La visita del mapache se dio sin que le prestáramos atención. La primera vez que el mapache vino, Cemí tenía unas fiebres y unas constipaciones nasales que daban grima, pero entonces llegó el doctorrrrrrrr manejando un cuatrimotorrrrrrrr, ¿y saben lo que pasó? noooooooo. En vez de doctor, lo que había en la punta del tejado era un mapache enorme que nos miraba, se sorbía las paticas delanteras y regresaba a mirarnos como si aquel ritual le fuera a bajar la fiebre a todos los niños de Coral Gables. En verdad se le empezó a bajar la fiebre a Cemí, poco a poco, hasta que me empezó la fiebre a mí. El mapache ha seguido regresando, todas las veces nos mira desde el tejado de enfrente. Da la impresión de que dice adiós con la pata. Estoy segura de que dice adiós. Para seguir leyendo…
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