Lo que el proceso de 1959 aportó a la práctica estética fundacional fue la inversión de un intercambio que partía del empleo de recursos simbólicos para la intervención en la cuestión social. La gestión revolucionaria de la vanguardia como herramienta para la transformación ex nihilo de la sociedad –“Si un revolucionario no es un artista, no es un revolucionario […]. La acción revolucionaria es un hecho artístico”, comentaba Alfredo Guevara sobre el Che y la fotografía–, y del lugar del autor por el líder político, es reconquistado en el presente por el artista. La recuperación, sin embargo, no se efectúa con la renovación de los procedimientos del arte: la ventaja del creador contemporáneo en la incidencia social se debe a su abandono de lo artístico para gestar operaciones políticas originales de inspiración popular. Para seguir leyendo…
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