La policía intentó hacer un cordón para que no pasáramos, pero fuimos más rápidos que ellos. El refuerzo nunca llegó. Nos dispersamos, corrimos cegatos con el gas en los ojos. Iba literalmente a ciegas, hacia delante, sin saber si iba a topar con un árbol o un muro, empujando el peso de otra persona, mi pareja, que a su vez aguantaba el peso de otra que se le arrimó como pudo. Correr así es lo más terrible que me ha pasado. Cuando llegamos nos recibieron con aplausos. Mi novia me abrazó. Yo estaba catatónico. Justo en ese momento entendí la frase «la represión en Cuba es utilitaria». Antes de llegar al Ministerio de Cultura trabajé varios años como oficial de policía. Me fue negada tanta información que viví en una burbuja con oxígeno alquilado, hasta que salté de la oficina al laberinto. Para seguir leyendo…
Responder