Los autoritarismos pos Guerra Fría habilitan la operación de ciertos tecnólogos políticos, excepcionalmente autorizados para opinar y debatir bajo entornos y reglas acotados. Constructores de una legitimidad más sofisticada, de cara a élites domésticas y, sobre todo, a sus contrapartes de las sociedades abiertas, se trata de una condición que no se traduce en derecho para el resto de sus conciudadanos, en tanto el modelo oficial condena a cualquier espacio intelectual autónomo al aislamiento o el deceso. Para seguir leyendo…
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