Carlos A. Aguilera: Severo Secreto. Entrevista a Oneyda González

Autores | Memoria | 21 de noviembre de 2022
©Portada de ‘Severo secreto’ en Rialta

A pesar de que es un clásico absoluto de la literatura cubana actual, se sabe poco del mundo privado de Severo Sarduy: de la relación con su familia, de su no-regreso a la isla, de sus inicios en Camagüey, de sus amigos… Severo Secreto: Una biografía coral sobre Severo Sarduy (Rialta, 2022), de Oneyda González, viene a rellenar ese hueco. Nos encontramos con ella para hablar sobre su biografía, sobre su investigación.

Severo secreto antes de ser libro fue documental[1], una de los pocos –si no el único- que existe sobre el autor de Cobra y Ensayos generales sobre el Barroco. ¿Cómo llegas a la idea del libro, cuándo?  

Como obra narrativa que es, un audiovisual sigue leyes que terminan en un corte. Finalizado ese proceso, me hallé ante aquel excedente y decidí explorarlo. Eran diálogos libres, tan espontáneos como sus narradores, y como su protagonista: ¡Y tenían energía propia! El tono de las voces, sus fantasías, sus contradicciones, y hasta los enfoques menos ejemplares, eran, antes que un defecto, el conjunto generador de otro tipo de riqueza: un retrato de época, que aun desgarrado, amarillento o descolorido, da visiones insustituibles acerca de una historia que merecía ser contada. Sucedió en 2018, cuando ya tenía distancia suficiente del documental y acababa de establecerme en Miami.

Noté ausencias que busqué reparar, ya sea porque no lo conseguí antes, y porque tenía menos entrevistas que hablaran sobre los herederos que Sarduy venía teniendo en la isla, y puse énfasis en ello. Eso último surgió especialmente del contacto con el grupo “El ciervo encantado”, que reveló la importancia de quienes, sin haber conocido a Sarduy, hacían un trabajo que, entre otras cosas, lo devolvía a la Isla, y lo acercaba a los más jóvenes, aunque desde Camagüey yo no lo supiera.

El libro tiene tres secciones: en la primera se habla del éxito de su carrera en Europa; en la segunda se regresa a los orígenes del escritor, en Camagüey y la Habana; en la tercera están los beneficiarios de su obra. Cada una de las partes fue nombrada con uno de los tres primeros versos de la décima a Dolores Rondón, un personaje de la ciudad colonial que siempre lo inspiró: I. “Finalizó su carrera” (La dimensión de su vida y obra);  II. “Ven, mortal, y considera” (Nacimiento y formación); III. “Las grandezas cuales son” (puesta en valor de su vida y trabajo) desde la voz de quienes desarrollan su legado.

¿Existió algún testimonio -presente en la película o no- que haya quedado fuera del conjunto, alguien que haya pedido no estar o cambiar su biografema? Y al revés, ¿alguien que hayas dejado fuera y ahora pienses que debió estar “dentro”?

Los testimonios que fueron grabados para el documental están en el libro. Solo hice nuevas entrevistas, a vuelta de correo, para completar la sección de los herederos. El proceso de rodaje fue accidentado y largo. Comenzó en Camagüey (2007) y las últimas entrevistas se rodaron en Miami (2015). Por eso pasaron años antes de que hiciera la trascripciones y las enviara a los entrevistados.

Podrían haber muchos otros ausentes, pero hay tres que vinieron a mi mente enseguida que leí tu pregunta. Siento mucho no haber conseguido un testimonio del intelectual camagüeyano Desiderio Navarro, quien tanto hizo por consolidar los eventos “Severísimo” y “De donde son los cantantes”, realizados en 1995, en La Habana.

Extraño a Margarita Mateo, quien no solo ha escrito sobre Sarduy, sino que ha promovido su obra sistemáticamente, desde la Universidad de La Habana. Extraño sobremanera al escritor Pedro de Jesús, cuyo estudio sobre la pintura de Sarduy me hizo llegar a Miami, con enorme gentileza. En cualquiera de los tres casos lamento no haber insistido suficientemente para conseguirlos.

De los más de treinta testimonios sobre Sarduy, ¿cuál fue el que más te asombró o llamó la atención?

Creo que mentiría si no digo que entre todos los relatos fue el de François Wahl el que más me asombró, conmovió, y me llamó la atención profundamente. No lo había imaginado por varias razones. Una de ellas, porque en el afán por mostrar la gracia de Sarduy, algunos entrevistados dieron impresiones burlonas, juguetonas o superficiales de la relación entre ellos, que rondan el universo del mito sarduyano.

Con sus ochenta y ocho años Wahl dio, sin embargo, una muestra de arrojo, de profundidad y de ternura. Y fue, con mucho, al detalle de sus vidas desde el principio de la unión y hasta el final, cuando muere el más joven de los dos: Severo. La exquisitez de su narración evidencia una confianza, un amor por él y una voluntad de testimoniar la fidelidad que es muy importante.  

Una de las preguntas más “incómodas” del libro es la de por qué Sarduy no regresó nunca más a Cuba; pregunta que obliga a los entrevistados a elaborar un locus político. Después de haber escuchado las varias versiones, cuál es la tuya, ¿qué responderías a la pregunta sobre su no-regreso?

Si soy fiel a mi primer impulso, creo que Sarduy no volvió para no desilusionarse. Para mantener su sueño de país, su ideal de origen (o la cuna) si se quiere. Algunos de los entrevistados lo dicen de diferentes formas. Pero todos coiciden en que, sin lugar a dudas, volver hubiera sido “muy decepcionante” para él. Así que eligió quedarse con su ideal, con su propia figuración de país. Porque la Cuba real, no era su Cuba.

Pero a diferencia de lo que hasta hace poco se sabía, ahora se sabe que estuvo al tanto de lo que sucedía en Cuba y lo estuvo a lo largo de los años. Dejó testimonio de lo que pensaba sobre la realidad cubana. Lo he confirmado al leer el último libro de Enrico Mario Santí, publicado por Rialta Ediciones, donde da a conocer la correspondencia que Severo sostuvo con la poetisa Clara Niggemann, mentora y colega de su primer grupo literario en Camagüey, y de las pocas personas con quien Severo tenía confianza para hablar sobre el tema. Allí deja muy clara su perspectiva al respecto.

Es asombroso constatar su claridad en torno al tema, y la distancia enorme que ponía entre lo que podía hablar con Wahl y con su familia, o con esta amiga, que tenía otros referentes. Sarduy tuvo que mover las piezas del juego de su vida con la mayor dignidad y limpieza, en medio de un tiempo teñido por muchas intolerancias. 

Si hubieras tenido la oportunidad de hacerle en persona una sola pregunta a Sarduy. Una pregunta que de alguna manera fuera el “nudo” de todo lo que te hubiera gustado intercambiar con él, ¿qué le hubieras dicho?

Haz hecho bien, Severo. Dejaste nota de ti y de tu mundo. Lo hiciste con honestidad y con gracia. Si buscabas el amor, lo has conseguido sin duda alguna. Has creado algo valioso, dejando nota de una época y un mundo repleto de dejadez. Lo que pasa es que a veces la luz asusta, no estamos aptos para sostener semejante resplandor.

Y no creo idealizarlo… Lo aprecio a través de los que conocieron su sentido ético, su dignidad y su gracia, que era religiosa… No sería religioso él, pero hay una claridad en su propósito de bondad, hay una dulzura y una empatía, que son de un silencio francamente devocional. Gracias a él por todo eso, ¡que es mucho!


[1] Severo secreto. Documental de Gustavo Pérez Fernández y Oneyda González, Violeta producciones, 2016.

Se publica con permiso de El Nuevo Herald