Yorisel Andino: Inaudis Paisán / Mi primera y única conversación
Nunca me acostumbraré a la ausencia y sus golpes. Por aquellos días andaba en las coordinaciones para la apertura del Museo de la Música en Santiago de Cuba. Me había propuesto entrevistar a varios de esos personajes que hacen con su existencia la historia viva de la música en la ciudad, y a quienes en muchos casos la cotidianidad y cierta dosis de costumbre se encargan de otorgarle una apariencia común en demasía. Habían transcurrido solo un mes y pocos días desde el encuentro con el maestro Inaudis Paisán Mallet, cuando el 28 de agosto de 2014 llegó la noticia de su deceso. No era un presagio, incluso durante la cita llegamos a burlarnos de la posibilidad. ¿Quién no se acostumbra a los achaques? Uno siempre piensa que los viejos le acompañarán un tiempo más.
A un decenio de mi primera y única ocasión tan cercana a Paisán, aprovecho para compartir lo que probablemente haya sido la última entrevista que dio y, de paso, eso sirva como homenaje a la memoria de un grande.
Concertaciones
El señor mayor vive con la hija, quien además de encargarse de los horarios de medicinas y alimentos, es también una especie de albacea familiar. Vía telefónica ambos quedaron en abrir maletas, hurgar entre documentos y en todo aquello que contribuyera a la difusión de la obra y a los fondos del naciente museo.
“Sí, yo la voy a ayudar, ¿cómo se llama ud?, pero fíjese yo estoy vivo, no he muerto”. Ambos echamos a reír. El encuentro quedó pactado para el lunes 21 de julio de 2014, a las 10:00 a.m.
“Tú pregunta, que a mi papá todos lo conocen por aquí”, me asegura Marta a tres días de encontrarme con uno de los trompetas fundadores de la Orquesta Sinfónica de Oriente en 1962, miembro también de la legendaria orquesta Chepin-Chovén. De lo clásico a lo popular, o viceversa, estos hombres solían ser geniales en todos los ámbitos.
En El Distrito no tenía amigos ni enemigos. Pero ya una autóctona habitante y defensora de la zona, me había explicado la ruta. “¿Dónde está la shopping?”, pregunto. Sigo la calle en línea recta, camino un poco y allá quedan los edificios R. 14. Ya he dicho que era julio, no hace falta describir el clima. Es el último piso de cinco, la puerta se encuentra entreabierta, toco.
La conversación
“Yo nací el 17 de agosto de 1930, pero me inscribieron dos años más tarde, en el 32’. A los cinco años comencé mis estudios en una escuela paga, de ahí pasé a la escuela número 5 en Moncada entre Trinidad y San Germán. Luego me trasladaron a la superior de Romero, en Carnicería, ahí cursé el bachillerato. Todo esto ocurrió paralelamente a la música”.
Mi interlocutor realiza pausas, lleva la mirada a algún archivo de esos primeros años.
“Comencé mis estudios musicales con mi padre Juan Paisán y Mallet, quien ejecutaba el saxo y el clarinete. Fue músico de la banda municipal, de las orquestas La Caribe y la emblemática orquesta de Mercerón” —me cuenta, mientras la hija rebusca en el archivo del padre, trae fotos, distinciones, partituras, y una guayabera que usara con frecuencia en las presentaciones con La Estudiantina Invasora.
Llega la enfermera. Hay que chequearle la tensión arterial al viejo por las cosas de la edad. Nuestra conversación estuvo custodiada por sus hijos Marta y Tomás. Poco tiempo después pasó uno de los nietos, y también Inaudy Paisán, el descendiente, director de la orquesta Sonora Huracán. El hermano menor llega desde el poblado El Cobre. No es nada extraordinaria la reunión familiar, es lo habitual.
Seguimos en sacudida a la memoria.
Aunque buena parte de su aprendizaje en la música transcurrió de forma autodidacta, tras el fallecimiento del padre, en 1946, Inaudis prosigue su formación de modo perseverante. No es hasta 1986, siendo atril de la Sinfónica de Oriente, que alcanza la titulación del nivel medio en música, la cual se exige a todos sus integrantes.
Si bien formó parte de varias agrupaciones, sería la orquesta Chepin-Chovén la que, en lo popular, marcaría su carrera:
“Pertenecí a Chepín y su Orquesta Gigante, con la que grabé números como Bodas de oro, El Platanal de Bartolo, Diamante Negro, Reina Isabel, entre otras piezas populares. En 1972, Chepin y Chovén se unen nuevamente, yo salgo de la Sinfónica de Oriente para integrarme otra vez a la orquesta. No obstante regreso a esta cinco años más tarde, cuando era dirigida por el maestro Enrique Castro”.
Nos sorprende la fumigación y nos sentamos en el pasillo exterior de los apartamentos. Paisán aprovecha para mencionarme su integración a la Banda Municipal, y a la del Ejército Rebelde en 1959. La descendencia me muestra lauros como la Medalla por la Cultura Nacional, la Jesús Menéndez, la Raúl Gómez García, la distinción José Martí, la medalla Lázaro Peña, la placa José María Heredia, entre tantos otros reconocimientos. Tengo frente a mí a un viejo excepcional, que vive en un quinto piso, donde cuesta subir los años.
En 1991 Inaudis Paisán Mallet pasó a dirigir la Estudiantina Invasora, hasta su jubilación en el 2013. Me recuerda que la Estudiantina nace el 24 de febrero de 1927 y sus directores fueron Luis y Manuel Varela, Pedro Fernández, Roberto Nápoles, hasta que él asumió la responsabilidad. Cuando Paisán tomó la dirección trabajó con el formato de un tres, dos guitarras, dos cantantes encargados del güiro y las maracas, un timbal, contrabajo y una trompeta. En este periodo la agrupación realizó grabaciones con los sellos Magic Music y Egrem.
De su obra como compositor, Paisán me enumera los danzones Mayarí arriba, Magalis, Belkis, Yaquelin, Yamila y Yamilé, Veracruzana. Similar importancia otorga a Katerine, Mónica, Esmilda, Claramina, Descarga en el Monte, En el tiempo, Konacli y Milurgia para un flautista, dedicado a su amigo Enrique Navarro, flautista de la Sinfónica de Oriente.
De Regreso
El viejo sonríe el cansancio de los años, la familia me despide.
Ya conozco el camino. Abordo una de esas camionetas de pasaje tan socorridas por estos lares, es un milagro tomar asiento. Rompe un aguacero, repaso mentalmente la mañana vivida, resguardo con celo el bolso donde viene envuelta la guayabera que Paisán y su prole decidieron entregar al Museo de la Música en la santiaguera ciudad, por esas fechas en concepción constructiva y museográfica.
No pude escribir de un tirón, fue preciso poner en reposo las emociones. Quizás también me reproché no sostener antes este encuentro. La trompeta de Inaudis está en el son santiaguero, en el legado a la Sinfónica, la Estudiantina, en mis oídos, en los oídos de quienes fueran sus discípulos, en la gente que lo escucha y no siempre sabe que ese sonido lleva un nombre.
Los últimos días de agosto sorprendieron con el silencio a los acordes de Paisán. Hice guardia de honor a su féretro junto a músicos y personas de la cultura y el ambiente musical, sin embargo creo que mi mejor tributo se obra al desempolvar estas letras que narran la travesía de esta melómana al encuentro con uno de esos señores ante cuya memoria habrá siempre que quitarse el sombrero.
Publicación fuente ‘AM:PM’
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