Pablo de Cuba Soria: ‘Hilachas’, la escritura como residuo

Autores | 4 de abril de 2025
©Portada del libro en Casa Vacía

Un libro para los que creen que la literatura no tiene que decir nada, pero sí puede convertir el ruido en música mínima. Michael H. Miranda, con el cuidado de quien ha pasado demasiadas noches y demasiados días en compañía de más libros que de personas, construye un texto híbrido que es a la vez collage, diario fantasma y testamento (¿involuntario?) de un lector que, sin dejar de ser contemporáneo, parece exiliado de su propio tiempo.

Hilachas (2024) no es novela, ni poesía, ni ensayo: es un artefacto existencial con forma de libreta subrayada por un neurótico con estilo. Su lugar —si tiene alguno— está más cerca de eso que se ha dado en llamar “literatura menor” (categoría sospechosa donde se deja todo lo que no cabe en las vitrinas del Canon): escritura que rehúye del aparato de la gran narrativa, que no busca autoridad ni centro, sino fisuras.

Libro compuesto por cientos de fragmentos —citas, ideas robadas, pensamientos reciclados— que el autor lee, copia, reinterpreta y recontextualiza. Aparentemente no hay narrador, pero en realidad sí lo hay: es esa voz que dice “leí que…”, para de inmediato soltar una frase que puede ser intuición súbita, o simplemente el apunte excéntrico de un lector que no se guarda nada. Así, el lector se topa con observaciones como: “Leí que el lenguaje que vale la pena es el lenguaje al que no le falta nada” o “Leí que lo imperfecto es nuestro paraíso”. Algunas líneas descolocan, otras seducen, y unas cuantas se quedan molestando justo donde hace falta: entre retina y pensamiento.

Michael H., en su multiplicidad de lector-escritor, se convierte en un monstruo moderno, como lo llama Rolando Sánchez Mejías en las palabras de contraportada: un ser dividido entre leer y escribir, entre recordar y olvidar. “Leí que todos escribimos el mismo libro” es el tipo de frase que en otros contextos sería una exageración romántica, pero aquí funciona como declaración de principios.

Obra hecho de residuos —hilachas, literalmente—, pero ensamblados con una precisión y una gracia que lo salvan del desorden: “Leí que Francia produce la más hermosa flor de la corrupción con Mallarmé”. ¿Son estos versículos para el libro de rezo de los desafectos?  

En tiempos donde las plataformas lo quieren todo resumido, este libro te obliga a no llegar a ninguna parte. Y eso, honestamente, se agradece. Es un libro sin moraleja, sin trama, sin final cerrado. Es una invitación a perderse, con frases como: “Leí que escribir es chapotear en el despeñadero”. Y por eso mismo, se vuelve raro y casi clandestino. Hilachas encarna una idea brutal: la única forma honesta de escribir es sabiendo que no va a importar.

Hilachas: literatura para quienes no necesitan que la literatura los lleve de la mano, ni que les diga qué pensar. Ideal para leer en un sofá mientras finges que entiendes todo. Porque no se trata de entender. Se trata de leer, y leer es escribir con otra voz. O al menos eso leí que alguien dijo.

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(*) Michael H. Miranda. Hilachas. Richmond: Casa Vacía, 2024.