Ahmel Echevarría: ¿Cómo los escritores cubanos fabrican un ‘nosotros’?

Autores | 3 de noviembre de 2025
©Cubierta de ‘Libros raros y de uso’

Desconozco por qué abandoné la lectura de varios autores cubanos en la helada mañana de un domingo de octubre en que me disponía a cumplir con los deberes de una asignatura del programa de maestría? 

La orden dada por el profesor se resumía en un book review. El libro elegido no podía tener más de tres años de haber sido publicado. Tampoco podía pasar por alto los textos teóricos leídos y marcados a la velocidad de la luz, a lo largo de medio semestre en mi nuevo apartamento viejo y escorado.

Quizá mi decisión entroncaba con la terquedad y el ahorro de tiempo. Para la aplicación a la Maestría, presenté un fragmento de un ensayo sobre la Generación Cero. Sí, la vista en planta de un grupo de autores cubanos que comenzó a publicar en el ya lejano 2000. La utopía y el desencanto de una generación de escritores.

Mi imperiosa necesidad de incluir en la reseña categorías como “agencia” o “identidad” no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo. “Cambiará el universo, pero yo no”, me dije mientras ponía en mi testa frases de Borges y mientras pensaba, “con melancólica vanidad”, en la posibilidad de escribir el book review en el menor tiempo posible. 

Pero Ahmel, como la paloma en el poema de Alberti, se equivocaba. Se equivocaba con el asunto del ahorro de tiempo y esfuerzo en el análisis de la “identidad” en la novela Libros raros y de uso (Casa Vacía, 2023) de Jorge Enrique Lage (La Habana, 1979).

“Sin esperanza, pero también sin humillación”, puedo consignar que la respuesta parece cifrada en las siguientes preguntas que tienen la densidad y la temperatura del magma: 

“¿De qué modo los escritores cubanos se hacen de un plural; cómo los escritores cubanos fabrican un nosotros? ¿En qué procedimientos lo interrogan?” (La guardería infantil, Ángel Escobar).

Quedé sobrecogido. Las preguntas llegan al lector por mediación del Librero, personaje propietario de la librería Cuba Científica, un ex escritor o “excritor”. 

¿Esas preguntas incluyen al propio Lage? ¿Acaso se ha fabricado un “nosotros” y me incluye? ¿Esta novela y sus libros anteriores participan de un procedimiento para interrogar a ese plural?

En el ensayo Más allá de “Identidad” (Revista Apuntes de Investigación, Nº 7, 2001), Roger Brubaker y Frederick Cooper plantean que “ʻidentidadʼ es un término clave en el vocabulario vernáculo de la política contemporánea, y el análisis social debe tener en cuenta este hecho”. 

Y agregan: “pero esto no implica que usemos ʻidentidadʼ como una categoría de análisis o para conceptualizar ʻidentidadesʼ como algo que toda la gente tiene, busca, construye, y negocia. Conceptualizar todas las afinidades y filiaciones, todas las formas de pertenencia, todas las experiencias de comunalidad, conexión, y cohesión, las autocomprensiones y las autoidentificaciones nos hace cargar con un vocabulario poco específico, chato e indiferenciado”.

¿De qué manera Lage escapa de lo vernáculo en la política, del vocabulario chato y “busca, construye y negocia” afinidades y filiaciones, formas de pertenencia, experiencias de comunalidad, conexión y cohesión? 

¿De qué modo se ve a sí mismo? ¿Cómo se comprende e identifica? 

En tanto escritor (cubano), ¿ha creado un espacio en el que tentativamente nos “autocomprendemos” y “autoidentificamos”, más allá del trabajo de persuasión de los políticos, ese esfuerzo y trabajo con el que pretenden que la masa los comprenda, y para convencer a los sujetos que la integran de que poseen no pocos rasgos idénticos? 

Tal estrategia permite organizar acciones o tareas colectivas en favor de los propios políticos.

“Si he sido algo, si he sido alguien, he sido lo que alguna vez llamaron ‘autor de ficciones experimentales’. Una etiqueta generosa y de sabor optimista para calificar a alguien que escribe cosas estrafalarias, desestabilizadas, poco amables, poco legibles”, nos dice el Librero. 

La cita contiene el espíritu de la novela y el de Lage, suerte de “animal político”. La cita, además, cifra el núcleo de toda su obra.

Por lo pronto, digamos que este libro necesita de la memoria, la biografía personal, la ficción y la crítica literaria, la política, el tejido social y los entramados de las artes visuales para prosperar. En ese sentido, nos presenta algo más que un paisaje. 

Lage construye un “nuevo territorio” a partir del contexto de Lo Real, ese “panóptico” bajo el control del Estado. Lo define y además “lo puebla”. ¿A quiénes ubica allí?

“Estoy solo, toda la mierda literaria ha ido quedando atrás”, dice JEL, artista visual. Antes fue escritor. En su currículo aparece al menos una publicación de su autoría: Archivo, que nos conduce al CV del autor de Libros raros y de uso: el ex bioquímico Jorge Enrique Lage.

¿Qué nos dice a través de JEL? 

Tendríamos que preguntarnos si el autor construye, al decir de Guattari y Deleuze, un enunciado colectivo, incluso cuando parece emitido por una singularidad solitaria como la de JEL. ¿Ese enunciado remite únicamente a un sujeto o a un doble, es decir, “a dos sujetos de los cuales uno actuaría como causa o sujeto de la enunciación y el otro como función o sujeto del enunciado”?

Una respuesta precisa a la pregunta anterior se las podré dar el semestre próximo, cuando me toque atravesar a la velocidad de la luz las lecturas de una asignatura cuyo núcleo es la teoría literaria, porque en los márgenes estarán el estrés y el desespero.

Para desentrañar dónde termina la ficción y dónde comienza la biografía (de Lage), incluyo una cita de otro personaje: Laura. Desde Miami, arriba a La Habana, a Cuba Científica, y dice: “Lo cierto es que él ya estaba solo, artísticamente hablando. Y que toda la mierda literaria se estaba quedando atrás”.

Laura, obsesionada con la obra de JEL, está decidida a retomar la escritura de un diario.

Laura apuesta por un emprendimiento en la librería comprada al gobierno cubano por el Librero que, situado en la obra de Ángel Escobar, nos arroja cuestionamientos relacionados con la “identidad”.

En la novela aparecen dos biografías que engranan y ponen en marcha un mecanismo oculto. En el pasado literario del Librero hay un “viejo cuento” titulado El color de la sangre diluida, que coincide con el título de un libro de Lage publicado por Letras Cubanas en 2007. 

Esos relatos “nos conducen al ambiguo universo de la subrealidad, donde los hechos y personajes con ironía e incisivo humor, nos enseñan (…) la cara oculta de lo que solo puede ser descubierto con perspicacia y sabiduría” (Ecured).

Como Lage, el Librero egresó de la Facultad de Biología. Ambos tienen obsesiones similares: psicológicas, culturales, literarias, políticas. Lo fragmentario y lo esquizo, más el afán de hurgar en el tejido social y cultural, de apostar por lo extraño, lo periférico y lo marginal, son las marcas que se pueden rastrear en la obra de Lage y en la narración del Librero.

Ambos echan mano del archivo. Juntan ideas, objetos, referencias y referentes para construir un dispositivo donde, al decir de Deleuze y Guattari, todo adquiere un valor colectivo. Apela a la política, a lo político. Las angustias o problemas individuales son expresados a través de estos personajes, y a la par visibilizados debido al “espacio reducido” donde acontecen. 

Por si fuera poco, el español de Lage parece una de línea de fuga de la propia lengua española, un vehículo de enunciación siempre modificado por el autor. 

Sí, Lage mina el lenguaje. Lo “hace huir”. Se ha vuelto un nómada y el migrante de su propia lengua. En ese proceso, no se deja atrapar. Ahí están la librería Cuba Científica, la obra de JEL, la del Librero y la de Lage, el espacio geográfico y simbólico por donde Laura fluye (Miami-La Habana / el diario que escribe sobre JEL / la librería / el estudio y la obra de JEL). 

El diario de Laura podría ser el de Lage. Entonces el asunto de las biografías pasa a un nuevo nivel de complejidad: las similitudes entre las estrategias narrativas de ambos en la selección, asociación, visibilidad y enunciación. ¿Está construyendo consigo mismo un plural y el procedimiento con el que interroga al “nosotros”?

La literatura de Lage no es negra ni criminal, no es realista ni del todo fantástica, tampoco ciencia ficción. Evade tópicos a los que Cuba es reducida. Cuando narra, ensaya. Cuando ensaya y narra, incluye suicidas o escritores cubanos poco atendidos por la crítica y los lectores. Emoción y eros están en modo low profile

Desde su “propio tercer mundo” al decir de Deleuze y Guattari, la categoría de “identidad” utilizada por Lage, “entendida como un piso o base para la acción social o política”, o la noción de esa acción y la posibilidad que tendrían los sujetos para llevarla a cabo, “suele oponerse a ʻinterésʼ en un esfuerzo por iluminar y conceptuar modos no instrumentales de acción social y política” (Brubaker y Cooper).

Si el Librero y Lage son dos ex bioquímicos, si el artista visual JEL y Lage comparten en su currículo el título de una misma novela, si todos tienen en común con Laura una misma letra inicial mayúscula, ¿son las claves para entender el punto de partida de un modo extremo de fabricar un “nosotros”? ¿Nos dice cuán excluyente es su plural?

La novela de Lage es un tour por el vacío o el vaciamiento. El autor da cuenta de una progresiva ausencia o del borrado de caracteres, identidades y obras, mientras su libro se constituye en ficción y crítica. Junta fragmentos de la obra y vida de escritores, artistas, hombres de negocio, y se propone la creación de obras visuales.

Mientras todo lo anterior ocurre, no pocas personas y objetos dejan de ser tangibles o de existir en el contexto de Lo Real, o en el espacio simbólico de la cultura. Materialidad, significados, discursos y energía se transforman, diluyen, desaparecen en la cotidianidad, la memoria individual o en la Historia.

El vacío o vaciamiento se producen producto de una enfermedad mental que conduce a la esquizofrenia y al suicidio, por una política cultural que higieniza cultura y sociedad, o por la propia decisión del artista visual JEL.

JEL apuesta por la microscopía, la fragmentación y la dispersión, el cuerpo (mujeres violadas; el agresor “aparece” exhibido en la Biblioteca Nacional José Martí, donde en 1961 escritores y artistas cubanos presenciaron la intervención de Fidel Castro “Palabras a los intelectuales”). ¿Para Lage, el germen de la política cubana está contenido real o simbólicamente en esa biblioteca?

Lage parece abocado no a “explicar los procesos y mecanismos por los cuales lo que se ha llamado ʻla ficción políticaʼ de la ʻnaciónʼ (…) puede cristalizarse, en ciertos momentos, como una realidad poderosa y obligatoria” (Brubaker y Cooper), sino a mirar de manera crítica, cínica y clínica, esa “ficción” que, al decir de Ricardo Piglianarra el Estado. A la par que diluye y atomiza, desterritorializa y decanta.

“Dentro de la Revolución todo; contra la Revolución, nada”, dijo Fidel en la propia Biblioteca. La frase enunciada frente a los intelectuales creó un férreo plural excluyente. El extraño plural de Lage opera cual espacio marginal reservado para quienes no tienen cupo en un “nosotros” construido en la Biblioteca sin negociación previa. 

Las afinidades y filiaciones, las formas de pertenencia, la conexión y cohesión exigidas en la Biblioteca tienen que responder a la ideología de quien detenta el poder. Las autocomprensiones y las autoidentificaciones deben, al menos, simular cuanto exige el poder so pena del castigo.

Lage enmascara su escritura detrás de la lengua ─y el estilo─ de Laura. Es cortante, casi serrada, capaz de desmembrar el espacio donde tienen lugar las artes visuales; prosa dispuesta a provocar la hemorragia en la crítica de arte cubano.

Además, piensa y elabora y produce y cura la obra de un artista visual resuelto a “desaparecer” su identidad, mientras la sitúa en un circuito que prodiga atención, visibilidad, poder simbólico y económico.

Algunos de los escritores citados son esquizofrénicos y/o suicidas: Ángel Escobar. Otros hicieron público su miedo ante una política cultural que luego los sepultó en vida: Virgilio Piñera.

Según Reinaldo Arenas en La represión (intelectual) en Cuba, el cadáver de Piñera fue retirado de la funeraria “y vuelto a traer cuando faltaban pocas horas para su entierro”. Es el mismo Virgilio que en la reunión con Fidel en la Biblioteca dijo que tenía “miedo”.

Si Cuba Científica es escenario central porque la ficción (y la crítica literaria perpetrada por el Librero) tienen su origen ahí, la Biblioteca deviene espacio central a la hora de concebir la segunda historia que fluye debajo de toda ficción.

En el momento de concebir un plural o un “nosotros”, ciertos imaginarios no deben obviarse. Para el Librero no son baladíes librería y Biblioteca, tampoco los eventos que acontecen en ambos lugares ni los autores citados, porque la “identidad” de quienes encontraron espacio en la frase de Fidel no “denota una igualdad fundamental y consecuente entre los miembros de un grupo o categoría” (Brubaker y Cooper).

Sí, “identidad es algo que las personas (y grupos) pueden tener sin ser conscientes de ello. Desde esta perspectiva, identidad es algo a ser descubierto, y algo sobre lo que uno puede estar equivocado”. 

Desde el extraño plural que construye Lage, nos induce a que nos autocomprendamos y autoidentifiquemos más allá del trabajo de persuasión de los políticos, aunque en el proceso incurramos en el error, en la equivocación de saber qué, exacta o aproximadamente, no somos. 

Dice Laura: “La memoria que me interesa practicar en estas páginas. Memoria de archivo, de catálogo, de hipervínculos. No de cositas íntimas ni peripecias personales”.

Estas también pueden ser las palabras de Jorge Enrique Lage.

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Publicación fuente Hypermedia Magazine