Luis Cino: Fue mayor la represión anticomunista bajo el castrismo que durante la República

Este año, con motivo del centenario de la fundación del primer partido comunista cubano, el 16 de agosto de 1925 —organización que antecedió en cuarenta años al creado por Fidel Castro en 1965—, los medios oficialistas han repetido la mal contada historia de aquel partido.
La historiografía castrista exagera en cuanto a la represión que sufrieron los militantes antes de 1959: no fue tan extrema como la pintan, ni siquiera durante los dos periodos en que el partido estuvo proscrito, entre 1925 y 1938, y después de 1953 bajo el régimen de facto de Fulgencio Batista.
El gobierno de Gerardo Machado persiguió a los comunistas, pero en agosto de 1933 negoció en secreto con ellos, al ofrecerles legalizar su partido a cambio de que no apoyaran la huelga general que terminaría por derrocar al dictador.
En 1938, el partido comunista, bajo el nombre de Unión Revolucionaria Comunista, fue legalizado por Batista, que como jefe del ejército los había reprimido con dureza.
En la Asamblea Constituyente de 1940, comunistas como Salvador García Agüero tuvieron un papel destacado. Ese mismo año, siguiendo las orientaciones del Kremlin de integrar “frentes populares antifascistas”, la Unión Revolucionaria Comunista se unió a la Coalición Socialista Democrática y contribuyó al triunfo de Batista en las elecciones presidenciales. Batista los compensó designando como ministros sin cartera de su gabinete a Carlos Rafael Rodríguez y Juan Marinello.
Entre 1939 y 1952, en Cuba, a diferencia de otros países de Latinoamérica (con excepción de Chile), los comunistas contaron con senadores y representantes (Juan Marinello llegó a ser vicepresidente del senado) y desarrollaron un intenso trabajo legislativo, tanto desde el gobierno como desde la oposición, promoviendo leyes y mociones, siempre dentro de las reglas del juego democrático, sin desentonar.
El Partido Socialista Popular (PSP), nombre que adoptó el partido comunista en 1944, llegó a tener gran influencia y penetración en la sociedad gracias a un enorme andamiaje propagandístico que incluía el periódico Hoy, con dos tiradas diarias; las editoriales Páginas, Ediciones Sociales y Gaceta del Caribe; la productora cinematográfica Sono Film, la distribuidora Blue Ribbon Films y la emisora radial Mil Diez (donde se presentaban algunos de los mejores artistas cubanos de la época), amén de contar con programas en las emisoras CMCK, CMCM y CMBZ.
El Partido Socialista Popular fue ilegalizado de nuevo en 1953 luego de que al régimen de su antiguo aliado Batista se le hiciera sospechoso que la dirigencia comunista se encontrara reunida en Santiago de Cuba, para celebrar el cumpleaños de su secretario general, Blas Roca, cuando ocurrió el ataque al Cuartel Moncada. Los comunistas lograron demostrar que no estaban vinculados al ataque, que tildaron de “acto putschista y aventurero”, pero eso no impidió que fueran nuevamente proscritos y vigilados por el Buró de Represión de Actividades Comunistas (BRAC).
Paradójicamente, todo fue más difícil para los comunistas del PSP bajo el régimen marxista-leninista de Fidel Castro, que fue cuando hubo más militantes presos y condenados a largas penas de cárcel.
En 1961, Fidel Castro, más que incluir al PSP, lo diluyó en las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI). En 1962, en la llamada “depuración de errores del sectarismo”, purgaron a Aníbal Escalante, un veterano del PSP que en ese momento estaba al frente de las ORI. En 1965 fueron puestos en prisión domiciliaria Joaquín Ordoqui y Edith García Buchaca.
Pero lo peor vendría en 1968, con el Proceso de la Microfracción. El por entonces segundo secretario del Partido Comunista y ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), Raúl Castro, dio el disparo de arrancada de la purga contra los comunistas de la vieja guardia cuando el 24 de enero de 1968, en el informe que leyó durante un pleno del Comité Central, aseguró que desde mediados de 1966 se había detectado que existía “una corriente de oposición ideológica a la línea del partido”.
Grabaciones hechas por la Seguridad del Estado mostraban que los supuestos complotados reprochaban a Blas Roca, Isidoro Malmierca, Jorge Risquet y Lionel Soto por haber entregado el PSP a Fidel Castro; criticaban el distanciamiento de la Unión Soviética ocurrido después de la crisis de los misiles de octubre de 1962, y habían pedido a los soviéticos que presionaran al gobierno cubano para que modificara sus políticas económicas.
Acusados de “revisionistas y sectarios” y de estar implicados en una conspiración prosoviética, 36 militantes del Partido Comunista fueron puestos a disposición de los tribunales.
Tres de los acusados se suicidaron: Javier de Varona, Carlos Rentaría y Eurípides Núñez (este último en una celda de Villa Marista, la sede principal del Departamento de Seguridad del Estado).
En juicios sumarísimos, los acusados fueron condenados a penas de prisión de entre cuatro y quince años. La sanción más dura, de quince años, fue para Aníbal Escalante. A doce años fueron condenados: Octavio Fernández, Ricardo Boffil, Ramiro Puerta, Inaudis Kindelán, Edmigio López, Luciano Arguelles, Emilio de Quesada, Félix Fleitas. A diez años: Orlando Olivera, Francisco Pérez de Armas, Orestes Valdés, Hugo Vázquez, Ricardo López, Higinio Casuso, Ángel Gutiérrez y José Caballero. A ocho años: Manuel Ramírez, Francisco Brito, Renay Hernández, Raúl Fajardo, Alfredo Batista y Arnaldo Escalona. A cuatro años: Inocente Martínez, Hildo Madam, Ramón Chávez, Manuel Martín y Luis M. Martínez Saénz. A tres años: Reinaldo Puig, Arturo García, Miguel Machado, Leovigildo Duiaga, Giraldo Victoria y Lázaro Suárez. La menor condena, dos años de reclusión domiciliaria, fue para Marcelino Menéndez, contra quien prácticamente no hubo pruebas.
Familiares y personas relacionadas con los condenados sufrieron todo tipo de represalias, como en el caso de Hilda Felipe, la esposa de Arnaldo Escalona, que luego de pasar 90 días en Villa Marista sometida a continuos interrogatorios, tras ser puesta en libertad, volvió a ser arrestada unos meses después y condenada a cinco años de privación de libertad, de los cuales pasó dos en la cárcel y tres en reclusión domiciliara.
Con esa purga, Fidel Castro se deshizo de los comunistas apegados a la línea de Moscú que le estorbaban, consiguió que nadie se atreviera a discrepar e hizo que reinara la unanimidad absoluta respecto a sus órdenes.
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Publicación fuente Cubanet
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