El negro de Mariño no se desplazaba por las calles de La Habana sino que exploraba cuadros canónicos de la historia del arte occidental, fetiches socialmente aceptados de prestigio y consagración por museos, academias y críticos de arte. Mediante instalaciones, esculturas, dibujos y lienzos creados con la técnica del tableau vivant o de la pintura narrativa académica, Mariño creaba un espacio ficcional—estilo Woody Allen en La Rosa Púrpura del Cairo—del cual el negro entraba y salía sin dificultades, a la vez que se relacionaba de manera “incorrecta” con obras y personajes de la tradición artística. Era una aproximación sarcástica hacia el arte como espacio de poder y exclusión. Para seguir leyendo…
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