En las últimas exhibiciones, Kader Attia ha llevado a sus límites la exploración del vacío, y ha preferido escoger el camino de los materiales efímeros que sirvan como huellas que van permaneciendo tras su contacto con lo humano. Ya sean bolsas de papel o de plástico, formas espectrales en papel de aluminio repetidas en toda una sala, o tanques de agua, Attia se mueve entre la dialéctica del vacío interior y la proliferación exterior en el espacio del museo. Es ahí, en ese vacío operante como querían los antiguos maestros orientales, donde se ubica la crítica social de Attia. Para seguir leyendo…
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