Había contraído Severo la costumbre peligrosa, arriesgada y sin duda excitante, de frecuentar los retretes de la estación del Norte, situarse como a punto de orinar (el sexo en la mano) y aguardar a que algún individuo se le pusiera al lado. Era conocido en todo París este lugar de citas, y desaconsejable por la cantidad de virus, bacterias o microbios que allí se atrapaban. A Ramón lo invitaba siempre que lo veía, y este le advertía de que iba a coger por lo menos el sida. Para seguir leyendo…
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