Lo que atrajo al latinoamericano a Cuba fue la excepcionalidad cubana, y de haberlo descubierto diez años antes, los latinoamericanos hubiesen encontrado un país en despegue, durante el gran salto adelante del primer lustro batistiano, una nación moderna en vías de desarrollo, con grandes planes constructivistas y un pujante programa de beneficencia social enfocado en la educación, las artes, la vivienda y la salud. Lamentablemente, solo la debacle revolucionaria consiguió la fuerza de atracción precisa que colocaría a Cuba en posición deseable (y deseante). Para seguir leyendo…
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