Había una vez un papá Estado que durante mucho tiempo abandonó sus obligaciones esenciales y se dedicó a encerrar a sus hijos, a cortarles la lengua cuando decían algo que le molestaba y a mandarlos a un orfanato cuando le creaban muchos problemas. En su finca los hacía pasar hambre, les echaba la culpa de todo y sus armas fundamentales eran el abuso y el chantaje. Un buen día esos hijos abusados dejaron de tomarse el trabajo en serio, empezaron a ver «la familia» como algo ajeno, y se dedicaron a buscar cualquier resquicio para evadir la asfixiante autoridad que sólo les reclamaba sin ofrecer nada a cambio. A su manera, entendieron que lo que faltaba para que aquella familia funcionara era un cosa muy simple: la libertad. Para seguir leyendo…
Responder